¿Vamos rumbo al socialismo?

Venezuela necesita una revolución de verdad

Cuando han pasado largos diez años del gobierno de Hugo Chávez, el Movimiento Guevarista Revolucionario (MGR) cree necesario entregar una opinión que ayude a las trabajadoras, trabajadores y explotados de la ciudad y el campo, a clarificar el escenario con el que se enfrentan y se enfrentarán en el futuro.

Mucha tinta se ha gastado en Venezuela como en el resto del mundo, sobre el famoso “proceso revolucionario bolivariano”. Por razones diversas, pero por sobre todo basados en el oportunismo político, muchos sectores de la izquierda capitalista han entregado certificados revolucionarios al gobierno de Venezuela. Los más osados, han creado toda una suerte de categorías que les permita dar un sustento teórico al experimento que se realiza en nuestro país. Es así que surge el ya gastado argumento del socialismo del siglo XXI y todos los derivados que de allí se desprenden.

Pero si uno quiere adentrarse en forma real en el proceso social y político venezolano, se encontrará con muchas sorpresas que provocarán algo más que un desencanto para un desprevenido admirador del “proceso”.

Proponemos una revisión somera de algunos de los conceptos que le dan sustento teórico al actual proceso empezando a conocer más allá de nuestros deseos, cual es la realidad del “socialismo bolivariano”.

La Revolución Bolivariana.

Bajo este nombre se inicio el actual periodo de gobierno de Venezuela, que auspiciaba verdaderos cambios en relación con la cuarta república. El concepto revolución hasta entonces implicaba una ruptura estructural, económica y social con el sistema anterior, o sea el capitalismo, pero a partir de entonces, este mismo concepto es vaciado de contenido y empieza a expresar una cosa muy distinta.

La revolución bolivariana se plantea hacerla en forma pacífica, pero además con el concurso y participación de quienes mantenían el sistema en funcionamiento, o sea la burguesía.

La elección de la votación como medio de superación de contradicciones y diferencias, es la apuesta de quienes dirigen el proceso, y para esto es menester aceptar y participar de las reglas del juego burgués. Esta aceptación implicó no solo el reconocimiento del Estado y de sus instituciones y leyes, sino presentarse como alternativa de administración de ese mismo Estado, instituciones y leyes.

De tal forma que se renuncia desde el inicio a realizar una revolución de verdad en el país que cambie el tipo de Estado, sus instituciones, su sistema económico, la propiedad sobre los medios de producción y por lo tanto, todo el sistema social.

Lo que se propone en cambio es una modificación del ordenamiento jurídico, por medio de una asamblea constituyente que en lo medular, buscaba reordenar la nueva correlación de fuerzas entre las clases dirigentes y no acabar con el sistema burgués de explotación. La nueva constitución en su articulado central, consagra el sistema de propiedad que se aplica desde la fundación misma de la república, y por lo tanto determina la sobre vivencia del capitalismo bajo un nuevo ordenamiento de clases dominantes.

La revolución pasó de un plumazo a representar solo el ordenamiento y repartición del poder de una nueva alianza de clases que desde ese momento, esta dirigida a preservar el sistema y el Estado capitalista de explotación. Ya no es un problema el capitalismo, sino su administración y solo es necesario tener buenos y capacitados gerentes. Ese es precisamente el discurso inaugural de la nueva etapa del presidente Chávez.

La Revolución como proceso y no como acto revolucionario.

Desde ese momento la revolución como concepto, deja de ser un acto revolucionario ejecutado por los explotados para poner fin al sistema que los somete. Ya no se trata de ejercer su poder de clase expresado en un nuevo sistema político, social y económico y en la construcción de un nuevo Estado, sino que pasa a ser un proceso indeterminado en el tiempo y en el espacio, que va lentamente cambiando algunas reglas del juego, pero manteniendo lo sustancial del sistema capitalista. Esa es la esencia de los nuevos conceptos que animan la “revolución bolivariana”, que no es otra cosa que cambios graduales que son permitidos dentro del capitalismo porque no hacen otra cosa que fortalecerlo y brindarle una base social que nunca tuvo. La consigna “ahora Venezuela es de todos”, expresa muy bien la conciliación de clases que se pretende imponer en el país.

Es sintomático que este experimento político, coincida en el tiempo con el empuje definitivo para el derrumbe del bloque de países que bajo la influencia de la URSS, decían representar el socialismo real. Este es un dato muy importante, porque representa un cambio de tiempo histórico y también un cambio de paradigma para gran parte de la izquierda a nivel internacional que encuentra en el reformismo capitalista, su nueva cuna teórica y un nuevo modelo para justificar su bancarrota teórico política. La izquierda capitalista.

A partir de entonces, podemos hablar con propiedad del fortalecimiento de la izquierda capitalista, o lo que es lo mismo, de la izquierda del capitalismo. Este viraje conceptual es también el entierro definitivo y consustancial abandono, de formas de organización y ejercicio de formas de lucha que pongan en entredicho en forma real al sistema capitalista de explotación.

Para que todo esto haya ocurrido, debieron pasar otros hechos que marcan todo el tiempo histórico que estamos viviendo. Para conocer estos hechos, debemos desterrar la mirada fragmentada que existe sobre el desarrollo histórico latinoamericano, tanto en lo social, político, económico y militar.

Los antecedentes históricos.

Si nos situamos en los años sesenta en adelante, podemos ver que aparejado con la crisis capitalista de aquel entonces, se desarrolla un auge no solo en la movilización del movimiento de masas a nivel puramente reivindicativo, sino que en varios países se desarrolla la movilización y el combate en torno a la existencia del sistema mismo.

La radicalidad de la protesta, el contenido de la misma y las nuevas formas organizativas que se desarrollan, se dan en un marco de crisis generalizada del capitalismo, el cual se ve en la obligación de pasar a otra etapa de explotación y dominación por la declinación constante de la tasa media de ganancia que se produce en ese momento.

La respuesta económica a esa crisis, llegará de la mano de una variante capitalista; el liberalismo más agresivo, sobre el que ya se ha escrito bastante, pero poco se ha profundizado sobre el plan político de esta etapa y de la misma forma, del plan operativo. Estas tres fases del plan general del capitalismo, se ven habitualmente separadas y no se entienden como un todo, desdibujando el análisis y las conclusiones del mismo.

La respuesta a la crisis desde el punto de vista económico, debe venir acompañada de un modelo político que la haga posible y de un plan operativo que la desarrolle y que elimine los obstáculos para su implementación. Las crisis sistémicas del capital, no son económicas ni financieras exclusivamente, son la expresión más generalizada y que abarca todos los ámbitos, de las contradicciones fundamentales que encierra el capitalismo al desarrollar una producción social y una apropiación privada de la misma.

Por lo tanto la crisis sistémica del capital, es eminentemente política, cultural, formativa, militar, estructural, ecológica, productiva, económica, científica, teórica, étnica, generacional y también de género. Ningún ámbito de la vida social escapa a este fenómeno periódico del capitalismo.

Si entendemos esta dinámica del capital, estaremos en mejores condiciones de entender los planes del capital en un sentido global y no fragmentado como nos tienen acostumbrados los “analistas”.

Volviendo sobre el tema, debemos entender que la única salida política posible para la implementación de la variante más extrema del capitalismo en nuestro continente, lo constituía la inauguración de la era de las dictaduras militares en forma casi simultanea en casi todo los países latinoamericanos.

Aquí no hablamos de neoliberalismo por varias razones que pasamos a explicar. Cuando se habla de neoliberalismo, se trata de divorciar este concepto del capitalismo, como si existiera un capitalismo bueno (keynesiano), y uno malo (neoliberalismo), cuando en realidad son dos variantes de una misma moneda. Pero además existe otro detalle de mucha importancia.

Nunca el capitalismo aplica modelos “puros”, y nunca son exclusivamente una sola cosa. Habitualmente se dan combinaciones de medidas con énfasis en una o en otra, pero las dos recetas representan la continuidad del capital y la aplicación de una de ellas en un momento determinado, solo prepara la siguiente etapa donde se expresará en forma principal su contra parte. Aclarado lo anterior, sigamos revisando los hechos históricos.

Con una clase política representante de la burguesía, agotada, aislada y desprestigiada, con un reformismo radical en muchos casos, que ya no podía contener el avance de las masas, y con una propuesta de salida a la crisis de carácter revolucionario que empezaba a crecer en vastos sectores del movimiento de masas, la única alternativa que le quedaba al sistema, era echar mano a su reserva de carácter estratégico que lo constituyen los cuerpos armados de los Estados capitalistas.

El plan político, económico, ideológico y militar.

Solo ese sector era confiable y necesario para las burguesías y para el imperialismo de resolver a su favor y de forma estratégica, el conflicto de clases planteado. No se trataba solo de salvar al sistema. Se trataba de inaugurar una forma de explotación mucho más extrema, y para eso tenía necesariamente que domesticar al movimiento de masas en ascenso y movilización cada vez más radicalizada. La misión fundamental de las dictaduras militares era reformar y reforzar el Estado, cambiar el paradigma económico, y aplicar en forma estratégica, la nueva política económica que le reportara al capital, revertir su crisis sistémica.

Si hemos señalado su plan político de largo aliento, es necesario señalar sin duda su plan operativo. El primer objetivo de este plan era dar cuenta por la vía del exterminio, de las organizaciones revolucionarias y de sus cuadros más adelantados y radicalizados. Luego vendría el desarme de las organizaciones de masas y de vaciarlas de contenido teórico político, para después avanzar en su domesticación. Objetivo estratégico fueron los sindicatos.

Como podemos ver, estamos en presencia de una estrategia global que no deja elementos al azar y que incluye el desarrollo de un escenario de guerra donde no se deja ningún elemento sin emplear. Si esto es así, sería iluso pensar que esta estrategia terminaba una vez logrado solo los objetivos parciales. Hacia falta pensar en la adecuación táctica del futuro escenario y el diseño fue, el concepto de las democracias fuertes o protegidas.

La estabilidad relativa del nuevo diseño, descansaba no solo en la fortaleza orgánica- jurídica y de fuerza de los estados intervenidos, sino fundamentalmente en la participación y aceptación de las masas del nuevo sistema implementado.

En algunas partes bastaría con una camisa de fuerza desde el punto de vista político-jurídico, que mantuviera a raya a los sectores populares (como en el caso de chile), y en otros lugares la estabilidad del capitalismo, descansaría en la fortaleza de masas que conquistara el sistema. De esta forma, a la democracia formal burguesa, se le dio rango de conquista popular en contraposición a las dictaduras, y se conquistó a parte importante de la izquierda para que legitimara con su presencia, el nuevo modelo de dominación política, que hacia posible un clima de tranquilidad relativa propicio para hacer nuevos y buenos negocios.

La caída del bloque socialista, acción largamente preparada tanto interna, como externamente, logra el quiebre de paradigma para amplios sectores, sobre todo intelectuales y teóricos que provenían de las capas medias ilustradas y que son los primeros en desmarcarse y asumir en la práctica, el fin de la historia de la lucha de clases y asumir sin complejos las orientaciones enemigas. Estos sectores son los primeros que asumen la producción libresca y justificativa de la derrota y en tratar de despedazar la teoría revolucionaria.

La adecuación táctica de las democracias fuertes o protegidas, una vez acentuada la nueva fase de la crisis del capital, requería de un fuerte recambio en la administración del sistema, que le incorporara dinamismo y estabilidad al mismo en las nuevas condiciones en que se desarrollaba la explotación. Esta es otra variante contrainsurgente y forma parte de la estrategia global capitalista.

El éxito evidente del capitalismo, en tanto cumplir con su función de súper explotación, internacionalización del capital, propiedad de las empresas estratégicas, materias primas vitales y flexibilidad del mercado del trabajo, contrastaba con su desastroso balance social, que sin embargo, estaba contemplado a la hora del diseño de la estrategia de explotación y dominación en la nueva etapa de desarrollo del capital.

Queremos aclarar algo vital en cuanto a lo anterior. Los economistas hablan del fracaso del neoliberalismo para resolver los problemas sociales. Pues se equivocan. El capitalismo, no tiene por misión resolver estos problemas. Su única misión es obtener, asegurar y reproducir a mayor escala, el robo permanente de plusvalía al proletariado y demás sectores explotados. En esto el capitalismo, ya sea en su cara keynesiana, liberal, neoliberal, fascista, reformista, populista o nacional, cumple en forma exitosa sus objetivos durante un tiempo relativo, empleando cualquiera de sus variantes, o una combinación de varias de ellas, tanto en lo táctico como estratégico. De tal forma que si queremos medir al capitalismo por su eficacia en términos sociales, estamos trabajando sobre un supuesto negado, ya que es en forma y esencia, un sistema antisocial, anti humano y anti desarrollo.

Aclarado lo anterior, proponemos revisar en forma simple, cual es balance de la implementación de la nueva etapa capitalista en cualquiera de sus variantes en Latinoamérica.

Altos niveles de deuda externa. Totalmente funcional a la internacionalización del capital en alianza con sectores burgueses locales y con la facilitación de los estados.

Enormes cantidades de desempleados. Fundamental para lograr la rebaja sustancial en el precio de la fuerza de trabajo.

Flexibilidad laboral. Igualmente necesaria para cumplir con lo anterior.

Privatización de las empresas estratégicas. Fundamental para la inversión del capital internacional en asociación con los capitales más pequeños de las burguesías locales y así lograr la centralización y concentración del capital.

Desarrollo del endeudamiento interno. La huida del capital desde la producción a la especulación para protegerse frente a la invasión creciente de mercancías internacionales.

Desarrollo de la agroindustria. Fundamental es la eliminación casi completa del campesinado.

Masacre y exterminio de las organizaciones revolucionarios y de sus cuadros más adelantados. Ninguna medida de las anteriores hubiera sido posible de implementar sin realizar las tareas tareas criminales propias del capitalismo.

Con el exterminio se buscó (y se logró en gran medida), la desorganización de los sectores explotados y un claro retroceso teórico político, al eliminar casi todo lo acumulado en décadas de acumulación estratégica por la clase obrera y los sectores explotados de la ciudad y el campo.

Estabilización del sistema político burgués con nuevas reglas y elecciones periódicas. Una vez eliminado el peligro subversivo, la legitimación del sistema democrático burgués, es una pieza fundamental de la dominación, y para eso era necesario consolidar una oposición sistémica o lo que es lo mismo, una carta de recambio administrativo para contener el avance de las masas cuando este se produjera, mediante pequeñas reformas económicas y sociales, pero que sin embargo, conservara lo esencial del sistema de explotación y dominación capitalista.

La invención de la llamada “izquierda inteligente”, (sectores ligados abiertamente con la socialdemocracia intelectual europea) no era suficiente, ya que esta se asentaba fundamentalmente dentro de la intelectualidad y sin un discurso ni vinculo real con el movimiento de masas.

La carta de recambio en caso necesario, debía venir del mismo mundo social y político que había sido el nicho de la izquierda histórica, y tenía que asumir parte de su discurso, emblemas, reivindicaciones y aprovechar inclusive, la elaboración de pensadores revolucionarios fuera de contexto y desnaturalizada, que justificara el viraje de posiciones.

Si observamos con atención, nos daremos cuenta que la actual etapa política económica, forma parte de un plan global y extendido en el tiempo, que contempló distintas variantes y en función de ellas, desarrolló distintos instrumentos y planes específicos que le permitieran una flexibilidad táctica en medio del desarrollo de una estrategia rígida que no ofrece ninguna alternativa revolucionaria.

Este plan global supone por tanto, la puesta en práctica de determinadas variantes, que van desde las dictaduras militares, el plan cóndor, la vuelta a la democracia burguesa, la aparición de la izquierda capitalista, y hasta la emergencia de gobiernos “progresistas” en la región.

El hilo conductor de todo este proceso, lo podemos encontrar en la dinámica misma del capital como un fenómeno anárquico y convulso, que atraviesa etapas de relativa estabilidad dentro de sus convulsiones y que luego vuelve a entrar en crisis. Lo central para el capital, sigue siendo su ataque despiadado a la clase obrera en su empeño por elevar su tasa media de ganancia por medio de la extracción de mayor plusvalía. En esta lógica del capital, las diferentes variantes a emplear, estarán siempre determinadas por su capacidad para asegurar una elevación de su tasa de ganancia media que se logra fundamentalmente disminuyendo el valor de la fuerza de trabajo.

La capacidad del sistema para permitir una mayor distribución del excedente, estará condicionada a su vez por la fortaleza previa del mismo, o dicho de otro modo, por las ganancias extraordinarias obtenidas. Pero esta mayor distribución, siempre será dirigida para asegurar la continuidad del sistema, y nunca para efectivamente favorecer la fuerza de trabajo que es de donde obtiene realmente su ganancia o plusvalía el capital.

Venezuela: Reformismo o Revolución.

Aclarado estos puntos, podemos comprender mucho mejor el panorama político latinoamericano y muy especialmente lo que acontece en Venezuela.

La emergencia en Venezuela del fenómeno bolivariano, se fundamenta en la existencia objetiva de condiciones revolucionarias para avanzar hacia el socialismo. La incapacidad manifiesta de las clases dominantes de mantener contenido el avance del movimiento de masas y muy especialmente de la clase obrera, y el creciente hastío de los sectores explotados por su pobreza paupérrima, condujeron la situación hacia una creciente ingobernabilidad que hacia objetivo el estallido social en cualquier momento. Pero esta situación contrastaba con la extrema debilidad de las organizaciones que se reclamaban revolucionarias y que sin embargo, marchaban a la cola del movimiento de masas y no contaban con un programa coherente desde el punto de vista revolucionario.

No fue difícil por tanto la emergencia de proyectos lúcidos en cuanto al diagnóstico de la situación, pero que no expresaban los intereses de la clase trabajadora. Los explotados sin una conducción revolucionaria consecuente y desarrollada, fueron presa fácil para quienes habían madurado un proyecto, que si bien contemplaba un conjunto de reformas al capitalismo rentístico y a su sistema político, no ponía en riesgo la existencia del mismo mediante una revolución socialista.

De allí se desprende en forma clara, que nunca se buscó en forma efectiva terminar con el capitalismo y con el estado que lo sostenía, sino reformarlo para hacerlo más eficaz en su misión de favorecer al capital en detrimento de la fuerza trabajo. Es allí donde se encuentra

la importancia teórica estratégica de hacer ver la revolución como proceso y no como acto revolucionario. Para arraigarse en los sectores populares, al nuevo proyecto le fue preciso desatar en algunos casos los nudos de las contradicciones sociales y asumir en el discurso, gran parte de las reivindicaciones históricas de la izquierda reformista. El discurso antiimperialista, calzaba a la perfección con la idea del desarrollo de una burguesía “patriótica y nacional” (o sea el capitalismo bueno en contraposición al imperialismo, el capitalismo malo). Este había sido parte del discurso histórico de una izquierda reformista ya asimilada por el sistema al impulsar en sus programas y discursos, la tan mentada “liberación nacional”.

El ataque al sistema político bipartidista, reemplazó el ataque que debía recibir el capital y las energías sociales desatadas se orientaron en esa dirección con bastante éxito. Las masas cansadas de más de cuatro décadas de bipartidismo, corrupción generalizada, miseria a pesar del ingreso petrolero, y falta de expectativas, vieron una posibilidad de resolver su situación cambiando a los administradores de un sistema que les negaba no solo la dignidad, sino esencialmente su derecho a la vida.

El cambio constitucional promovido y aprobado en gran medida, hacia posible la incorporación al Gobierno y a la administración del Estado, de vastos sectores marginados de la toma de decisiones que se encontraban fundamentalmente dentro de la pequeña burguesía y que ahora se transformarían en clase dirigente. Este cambio constitucional, aseguraba la continuidad del capitalismo y de su régimen de propiedad privada sobre los medios de producción fundamentales, y adecuaba al Estado para la nueva correlación de fuerzas interburguesas.

¿Nueva burguesía o pequeña burguesía que se transforma en burguesa?

La puesta en práctica del nuevo proyecto, significó la consolidación de un grupo heterogéneo en cuanto a su extracción social inicial, pero que con el tiempo, se depuraría mediante la propia dinámica de acumulación que se iba produciendo en el seno de este grupo. Quienes en un momento no eran más que burocracia administrativa, de pronto se vieron en la posibilidad de acumular riqueza en muy corto tiempo, y por lo tanto entrar a formar parte formal de la burguesía dominante.

La consolidación de esta fracción pequeño-burguesa, significaba y significó, el desplazamiento de sectores burgueses de algunos campos de poder y su reemplazo por el nuevo grupo en esas posiciones. Todo esto implicaba una lucha sin cuartel interburguesa que en último momento, tendrían que resolver las masas explotadas con su inclinación por cualquiera de los dos bandos. De allí que era vital para el nuevo grupo, desatar las máximas energías en las masas populares que le asegurarán la inclinación de la balanza a su favor reclamando una revolución que nunca llegaría. Las energías de las masas fueron tensionadas y fueron conducidas hacia propinar sucesivas derrotas a la vieja clase gobernante venezolana, primero en el campo electoral y también en la movilización y la lucha de calle después.

Toda esta movilización no estuvo orientada por una dirección revolucionaria, y solo se empleó para negociar de una forma ventajosa con la oposición de la derecha, y finalmente para asegurar la permanencia en el poder del nuevo grupo emergente que se reclamaba revolucionario.

El Estado capitalista fue empleado una vez más para traspasar la renta obtenida con la venta de petróleo hacia la burguesía, pero ahora los actores habían cambiado. En los últimos días los sectores populares se han enterado quizás por primera vez, de quien efectivamente hace los grandes negocios con el Estado capitalista. Mientras se mantiene un discurso que reivindica el socialismo, el gobierno usando al Estado, entrega grandes recursos a capitalistas, que hasta hace pocos años, solo eran en el mejor de los casos, oficiales de rango menor o simples empleados oscuros dentro de la burocracia estatal.

Casi todas las grandes construcciones de puentes, carreteras, módulos de salud, edificios, transporte, compra de vehículos, insumos médicos, carteras de crédito, dólares preferenciales, importaciones masivas, y muchos otros ítems que el Estado necesita, fueron entregados bajo la figura de licitaciones o compras directas a los nuevos burgueses bolivarianos. El medio de acumulación inicial preferido en este caso, fueron las fuertes comisiones recibidas por contratar con el Estado bajo la figura del “diezmo”, toda una institución en Venezuela que se ha visto fortalecida en estos años.

El desarrollo de iniciativas tan importantes como Barrio Adentro Mercal, Pdval y otras misiones, sirvieron como vehículo de traspaso de la renta petrolera obtenida por el estado hacia estos sectores que forman parte del bloque en el poder. El descaro con que se enfrenta esta situación, casi no tiene límites, y hoy nos encontramos que un oficial de rango menor dentro de la fuerza armada, es hoy un flamante dueño de banco, mientras su hermano es ministro y miembro del directorio de variadas empresas e instituciones. Esta situación tarde o temprano tenía que estallar, ya que se hace del todo imposible seguirla ocultando.

La oscilación inicial dentro del bloque gobernante sobre que tipo de proyecto desarrollar, fue rápidamente solucionada en favor de la burguesía, ya que de esta manera, se trabajaba para si mismo. No es casual que el gobierno en todos estos años favoreciera tanto a la banca y que se esforzara hasta lo indecible para elevar su tasa de ganancia.

La opción preferencial por la burguesía, se empezó a expresar en forma más evidente a partir del año 2006, año que coincide con una baja en la lucha de masas después de propinar sucesivas derrotas a la derecha fascista. Es también el año para tratar de consolidar al grupo en el poder por medio de un nuevo partido político que trascendiera lo meramente electoral. Era el año del nacimiento del PSUV.

En lo económico, se trabó lo que en boca del presidente se llamó “la alianza estratégica con la burguesía”, por medio de acuerdos sobre tierras que pertenecían al estado y fueron pagadas a los capitalistas, la compra de empresas quebradas, el otorgamiento de créditos blandos, dólares preferenciales y facilidades de todo tipo a la banca privada.

Al hacerse publica la crisis sistémica del capital, se opto por el reimpulso productivo, que no es otra cosa que una serie de medidas que favorecieron a la burguesía en detrimento de los trabajadores. Las medidas que le siguieron fueron en la misma dirección con un aumento del IVA del 33%, una rebaja real del salario, aumento del endeudamiento interno en favor de la banca privada y otra serie de medidas como la liberación de precios de algunos productos básicos que vinieron nuevamente a golpear a la fuerza de trabajo.

La apertura de la franja del Orinoco hacia la inversión y propiedad de capitales extranjeros, como en el caso de la empresa rusa mediante la figura de empresa mixta, que en realidad es propiedad de Chevron, la compra de chatarra industrial en desuso a Irán, y los convenios de inversión con China, no solo buscan favorecerlos capitales internacionales lo que ya es contrario al discurso público, sino que han representado excelente negocios y ganancias para este bloque burgués en el poder y han consolidado sus posiciones como grandes empresarios. Por lo tanto su defensa más cerrada del régimen de propiedad privada capitalista y de castigo hacia la clase trabajadora, era solo cuestión de tiempo.

La capacidad de maniobra del gobierno en relación a los temas sociales y de inversión en esta área, esta en directa relación con su ingreso de renta petrolera, a pesar que el mismo banco central reconoce que la repartición de esta renta, favorece ampliamente a la burguesía en detrimento de la clase trabajadora. Al agudizarse la crisis del capital, esta capacidad de maniobra disminuye y los efectos de la crisis del capital se empiezan a sentir en forma clara en amplios sectores, principalmente de trabajadores. La mal llamada crisis financiera, de reciente data con la intervención de siete bancos, no es otra cosa que la expresión pública de una crisis política de magnitudes enormes que se busca mantener debajo de la mesa. Las contradicciones de intereses al interior de los grupos en el poder, viene tomando cada vez un carácter más público, y a medida que pase el tiempo, se expresará en toda su dimensión con consecuencias más o menos previsibles.

¿Es el PSUV el partido de la revolución socialista?

Desde el punto de vista político, se presionó de todas formas a algunos partidos y movimientos para que ingresaran al nuevo partido de gobierno (psuv), y de esta forma, reeditar un virtual nuevo pacto de punto fijo, con la existencia de solo dos grandes tendencias: la derecha tradicional capitalista, y la nueva izquierda capitalista y reformista.

En este esquema diseñado por el bloque en el poder, no cabía ninguna posibilidad para los sectores revolucionarios, y así lo hicimos saber en su momento. Pese a todo lo anterior, no fueron pocos los movimientos que decidieron ingresar al nuevo partido. Algunos lo hicieron siguiendo la táctica del entrismo, otros alegaron que no había que dejar solas a las masas en la nueva aventura y tampoco faltaron los que pretendían cambiar todo desde dentro con un llamado “apoyo crítico”.

Cada uno de estos sectores deberá hacer su propio balance después de transcurrido bastante tiempo desde aquella decisión, pero lo que ya esta bastante claro, es que el PSUV es un partido pluriclasista en su base social, pero su dirección es una dirección burguesa y que representa a este sector social. No dudamos ni por un momento de la honestidad y compromiso revolucionario de la mayoría de la base social “bolivariana”, sino hablamos de las direcciones y la burocracia partidaria que allí se desarrolla.

La lucha de tendencias al interior de dicho partido, es casi nula, ya que el sector dominante se ha asegurado el control burocrático de prácticamente todas las estructuras. Se podrá argumentar que en distintos sectores existen realidades particulares distintas, pero eso nos puede hacer confundir tratando de explicar el todo por la parte, y explicar el fenómeno global a partir de pequeñas experiencias lo que no conduce a un diagnóstico acertado de la realidad.

Hoy el PSUV, pretende darle algo de sustancia al descolorido eslogan del socialismo del siglo XXI, que no es otra cosa que el viejo y gastado capitalismo con un rostro algo más social. Esta sustancia vendría de la mano de impulsar la formación política de sus cuadros dirigentes bajo la dirección del partido comunista chino, el mismo que dirige un estado de corte burgués, donde a sus trabajadores, se les paga salarios miserables y el mismo que hoy por hoy, mantiene a flote la economía de Estados Unidos a costa del robo de la plusvalía a su clase trabajadora y en el mantenimiento de una virtual esclavitud para los sectores más explotados. Todo el supuesto “milagro chino” con su acumulación gigantesca de capital, proviene de la súper explotación de su mano de obra y de las condiciones infrahumanas en que sobreviven sectores de su población.

Hablando de justicia...

La puesta en práctica de la policía nacional, la aprobación de la ley de control de armas y explosivos, y la virtual aplicación de la ley antiterrorista que no fue promulgada, implican un endurecimiento de la represión por parte del Estado. La pregunta que se formula sola es quien será el objeto de dicha represión.

Venezuela y no es un misterio para nadie que viva en este país, tiene uno de los índices de criminalidad más altos del continente y la seguridad no solo se ha transformado en un tema que entrega dividendos políticos, sino que además se ha convertido en un excelente negocio para la burguesía. Millones y millones de dólares se invierten cada año en las empresas que brindan seguridad a un segmento de la población que esta en condiciones de pagar por dicha seguridad.

De tal forma que el mantenimiento del actual clima de inseguridad pública, favorece en primer término a la burguesía ligada al lucrativo negocio de la seguridad. Es este sector empresarial el que absorbe la mayor parte de funcionarios activos y en retiro de las policías y de la fuerza armada, y es precisamente de donde provienen la mayoría de las bandas organizadas fundamentalmente en torno al delito de secuestros y de tráfico de armas.

El sicariato en todas sus variantes, actúa de manera permanente y organizada en Venezuela desde hace varios años. No es un misterio de donde provienen principalmente los sicarios.

Todos saben que es la policía y la guardia nacional, quien maneja el tráfico de armas en los barrios y en las cárceles del país en alianza estrecha con el narcotráfico, paramilitares y sectores de la burguesía ligada a este lucrativo negocio de la seguridad.

La policía y la guardia nacional, muchas veces cumplen funciones de custodia y escolta a la burguesía tanto dentro como fuera de su horario de trabajo, y esto los pone en condición de un pequeño ejercito privado a disposición de quien pueda pagar. De allí al sicariato, hay un solo paso y eso es lo que ha sucedido en estos años.

La inseguridad y el miedo de la población, sirven como un verdadero bloque de contención social a las demandas de la población, ya que la gente observa quien pone siempre las víctimas y quienes son los victimarios. En estos años de avance de las luchas sociales, el sector campesino ha pagado caro su movilización y lucha por la tierra. Ya son más de 300 dirigentes y campesinos asesinados por mandato de los terratenientes y eso no parece tener fin. En los sectores suburbanos y urbanos industriales, han sido los trabajadores los golpeados en forma salvaje por este flagelo.

En los barrios de las grandes ciudades, las bandas de delincuentes son quienes realmente tienen el control del sector atemorizando con su accionar y paralizando en los hechos, toda vida social comunitaria.

Estas bandas son armadas fundamentalmente por la policía, y muy especialmente en Caracas, donde la PM se destaca en el tráfico de armas y venta de municiones. No existe prácticamente ningún vecino que no conozca esta situación y los grados de impunidad alcanzados por estos parásitos policiales, llenan de indignación a toda la población que sin embargo, se siente impotente para actuar al observar el poder alcanzado por estos delincuentes. La lucha contra la inseguridad, es parte integrante de la lucha de clases y uno de los terrenos donde se expresa con toda su crudeza el papel que cumplen los aparatos represivos del estado capitalista.

La alianza de la delincuencia con muchos policías, empieza a expresar el quiebre profundo que sufren las instituciones del estado capitalista y esa creciente descomposición, es señal más que evidente de la crisis general del sistema que sin embargo, aún impone sus condiciones.

Esta situación se ve avalada al comprobar que en Venezuela la impunidad es total. Aún nadie esta preso en forma efectiva por las masacres cometidas durante la cuarta república, la violencia organizada y desatada por la derecha durante el golpe de Abril, aún no se castiga y ni hablar del asesinato de líderes sindicales y campesinos.

En el terreno económico, no ocurre algo diferente. Cientos de miles de fraudes, estafas, comisiones ilegales, enriquecimiento súbito, tráfico de influencias, sobreprecios, usurpaciones y robos descarados, quedan impunes y nada se puede hacer al respecto. Se produce un ilícito, se descubre, queda el escándalo, se promete una investigación y luego ya sea por acción directa de la policía o de los tribunales, el imputado logra salir del país y burlar la necesidad de justicia de todo un pueblo.

No ocurre los mismo con más de dos mil obreros, dirigentes, estudiantes, mujeres, campesinos y pueblos originarios que se encuentran ya sea encarcelados, o con régimen de presentación en tribunales. La policía, la ley y los tribunales, al servicio de la burguesía.

En tribunales, a pesar de la llamada depuración, siguen existiendo las mafias y las bandas organizadas de delincuentes del derecho burgués, que amparados en su investidura, siguen sirviendo los intereses de una clase putrefacta y parasitaria que no tiene nada que ofrecer que no sea su pestilencia burguesa.

Así las cosas, no es ningún alivio para la población la creación de la policía nacional ni el fortalecimiento de algunos órganos de inteligencia. Creemos que a medida se agudice más la crisis del sistema, más dura será la represión especialmente para las y los trabajadores. No hace mucho el Presidente amenazó con la DISIP a los trabajadores de Guayana y con militarizar el Metro de Caracas si las y los trabajadores seguían exigiendo sus derechos.

La protesta social pretende ser transformada en un ilícito y se criminaliza la movilización por distintas vías. Al decir esto, no estamos defendiendo las provocaciones de la derecha fascista. Creemos que lo que busca la derecha con ellas, es justamente servir de cortina de humo para que luego se reprima a los trabajadores con el consentimiento de una parte de la población que puede asimilar la legitima protesta de los explotados por sus derechos, con un intento desestabilizador de la derecha fascista.

¿Vamos rumbo al socialismo?

Definitivamente no. A la existencia objetiva de una base social que aspira a un cambio de sistema político-económico que se oriente al socialismo, existe una dirección claramente burguesa que buscará por todos los medios defender sus intereses de clase a costa de lo que sea y que en este momento, hace usufructo de un lenguaje seudo revolucionario para asegurar granjerías y privilegios. Esta dirección acompañada por la burocracia y en alianza abierta con los sectores empresariales de los que ya forma parte, no duda ni un minuto que tiene que impedir el socialismo y se empleará a fondo en esa empresa.

No se trata como creen algunos compañeros de cambiar a un ministro o a un equipo económico. Si fuera así, estaríamos validando con nuestra opinión que el problema es la administración del sistema y no el sistema mismo. La apuesta que se hace desde la administración del estado, no es económica, sino es una apuesta de clase que responde en un último término a una decisión política largamente madurada.

La apuesta que ya se hizo por este sector gobernante, tiene que ver con el fortalecimiento de la burguesía en contra de la fuerza de trabajo y con la proyección de ese sector burgués a nivel latinoamericano. Eso no quiere decir que esta burguesía entre en abierta contradicción con el imperialismo, solo quiere negociar desde otra posición de poder y obtener así una tajada mas grande del pastel.

La reorganización del estado y hasta cierto punto su involucramiento en el sector productivo, no nos puede segar la vista en relación que este es un estado burgués y capitalista, que tiene por misión servir las necesidades del capital y cuando el estado entra directamente a la fabrica, tiene por misión regular en favor de la burguesía el mercado de la fuerza de trabajo y enfrentar directamente a la clase trabajadora. El capitalismo de estado no tiene otra misión que gestionar la acumulación de capital para luego ser entregado al sector privado. Esa es la lamentable historia no solo de América Latina, sino de muchos países europeos entre los que se pueden señalar los que formaron parte del bloque oriental.

La independencia de clase. Una necesidad revolucionaria.

Frente a todo este panorama descrito, a la clase obrera y a los sectores explotados de la ciudad y el campo, solo les cabe mantener su independencia de clase frente al gobierno y al estado, mediante la elaboración de sus pliegos reivindicativos y sus planes de lucha por mejorar sus condiciones de vida y avanzar en la elaboración de un programa de gobierno propio que efectivamente se proponga terminar con el sistema capitalista.

Esta necesidad política de la clase trabajadora, es también la esperanza de muchos otros sectores explotados, que ven como su calidad de vida desciende mientras la burguesía se fortalece. La activación de esos sectores sociales, no se producirá si primero no observan como la clase obrera conquista su propia independencia de clase y avanza resueltamente detrás de un programa revolucionario socialista.

La revolución socialista no ha fracasado, porque esta no se ha producido aún en Venezuela y para que se produzca, hay que organizarla desde ya en todos los lugares donde se encuentre un revolucionario.

Cuando hablamos de organizar la revolución socialista, hablamos de plantearnos el problema del poder y el ejercicio del mismo por la clase trabajadora. Eso necesariamente nos lleva a desarrollar un proyecto como clase que se asiente en un programa y en un tipo de organización que no solo realice el acto revolucionario y destruya el poder de la burguesía y su estado, sino que sea capaz de iniciar la construcción práctica del socialismo y desarrollarlo. Ese poder no puede ser un partido o movimiento, tienen que ser las masas de trabajadoras y trabajadores, explotados de la ciudad y el campo, organizados en un nuevo tipo de organización social revolucionaria. Esa es la genuina expresión del poder popular y de clase que se debe de organizar desde ya.

Esa perspectiva no nos hace perder de vista los objetivos del momento y su posterior desarrollo. No basta con llamar a la organización del poder popular en forma genérica. Este poder de clase debe tener expresiones concretas en cada lugar de trabajo, en cada universidad, liceo, campo o barrio, y esa organización no cae del cielo ni será regalo del estado. Son los revolucionarios organizados quienes deben impulsar esa construcción social desde lo más simple hasta lo más complejo.

Por esa razón es que las consignas “control obrero” o “consejos de trabajadores”, nos parecen justas, pero extemporáneas. ¿Cuales obreros controlan? ¿los de A.D? ¿los del psuv? ¿A cuales consejos nos referimos? ¿cuantos de esos consejos existen? ¿esos trabajadores tienen conciencia de clase? ¿quieren el socialismo? ¿donde están esos consejos organizados y cuantos hay?

Creemos que la revolución es algo serio y planificado y no solo consignas que expresan deseos que no tienen estos que ver con la realidad. La realidad actual para los revolucionarios, es de una desventaja de carácter estratégico que tiene expresiones en lo teórico, político, organizativo, social, cultural, económico-material, militar y numérico.

Esta realidad debe ser reconocida para poder ser cambiada y nuestro trabajo en la actualidad debe expresar las necesidades objetivas que nos separan de la revolución. Creemos que los revolucionarios debemos emprender una acumulación de fuerzas de carácter histórico en todos los terrenos antes planteados y dar respuestas reales a esas necesidades.

De allí que hemos formulado desde hace ya mucho, dotar a la clase obrera de una herramienta política de gran potencia, que sea capaz de llevar el problema del poder a las grandes masas y ayudar a su organización detrás de este objetivo. Esa es para nosotros la tarea de las tareas en este momento y como tal trabajamos en esa dirección. Las tareas agitativas son parte de este trabajo, pero no son el trabajo, a pesar que a veces todos nos confundimos en esta labor.

La construcción y el desarrollo de la herramienta política, sin duda que nos coloca en la senda que creemos correcta, pues nos fortalece para plantearnos el gran objetivo. Sin organización revolucionaria no habrá revolución socialista, ya que esta no se realiza por ósmosis ni por intuición de las masas y ni siquiera porque existan sectores adelantados dentro de la clase obrera. La revolución socialista es un acto científico revolucionario que requiere de una ingeniería social y de una construcción práctica que no admite improvisaciones. Esto no quiere decir que hayan recetas preestablecidas, pero sabemos que se necesita un colectivo con herramientas teóricas, con la convicción más firme, con una gran dosis de disciplina, con un plan estratégico y con una fuerza material que permita la construcción de un nuevo imaginario social y su puesta en movimiento para llevarlo a cabo.

Es por eso que hemos planteado la unidad de los revolucionarios a partir de una serie de definiciones iniciales que nos vayan acercando hacia el objetivo. Hemos planteado la elaboración de un programa que basado en la realidad social que vive nuestro pueblo, permita dar grandes pasos hacia el desarrollo de una conciencia de clase de las trabajadoras y trabajadores.

También hemos llamado a desarrollar en todo su potencial, la lucha de ideas y de masas por el socialismo como una corriente que empiece a expresar los deseos de cambio real que existen en el país.

Hemos invitado a las demás fuerzas revolucionarias, a examinar en forma detenida la situación de Venezuela y a romper en base a esa lectura, con el reformismo capitalista que ahoga y asfixia todo progreso de las masas y hemos dirigido nuestras fuerzas a empezar a construir el poder popular como expresión concreta de lo que tiene que ser el nuevo poder de las trabajadoras, trabajadores, pobres y explotados de la ciudad y el campo, en contraposición al poder burgués expresado en el estado y sus instituciones.

Estas son a nuestro juicio, las grandes tareas de los revolucionarios que además deben abordarlas en medio de una creciente lucha de clases, que se expresará en los próximos tiempos en forma aguda sobre todo en los sectores obreros. Debemos participar de esas luchas y potenciar nuestra propuesta en el seno de las masas. Nuestro gran desafío será construir en medio de la lucha y de una creciente necesidad de pasar rápidamente a otro momento histórico en cuanto al alcance de nuestro proyecto.

Nuestros objetivos están claros y hemos sido siempre muy precisos en cuanto a ellos. Debemos seguir por la senda trazada llevando a todo el pueblo, el optimismo de que viene otro tiempo y ese tiempo que viene, es el tiempo de la revolución socialista verdadera.

Vamos con alegría y llenos de orgullo por este hermoso camino revolucionario. Nadie nos regalará nada, porque todo tiene que ser conquistado. Hoy estamos mirando aún la historia y nuestra invitación es para que empecemos a realizar nuestros sueños y seamos constructores de una nueva arquitectura social.

En esta nueva arquitectura social, el papel más importante sin duda lo cumplirá la juventud y es hacia ella que debemos orientar nuestro esfuerzo. Vamos hacia la juventud desatando todas sus energías retenidas durante este tiempo. Allí esta la cantera de donde saldrán las mujeres y hombres que cambiarán para siempre esta historia de miseria y explotación. Vamos hacia la juventud con la verdad como arma política, con claridad, sin argucias ni medias tintas que a nada conducen. Vamos a organizar la rebeldía y a transformarla en ideas y acciones revolucionarias por todo el país. Tenemos que sembrar al Che por toda Venezuela y rescatarlo de la vitrina del mercado donde lo han colocado durante estos años. Vamos a sembrar Venezuela de revolucionarios.

Vamos todas y todos, trabajadoras, trabajadores, explotados, mujeres, jóvenes, pueblos originarios, campesinos, estudiantes, pobladores, comunidades, profesionales y soldados. La revolución que queremos ya viene, y con ella la alegría de construir para nosotros y no para la burguesía.

¡¡¡Construyendo la idea y el instrumento revolucionario!!!

¡¡¡Adelante con todas las fuerzas de la historia!!!

¡¡¡O revolución socialista, o caricatura de revolución!!!

Movimiento Guevarista Revolucionario



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