Preocupa que en este proceso revolucionario observemos que el discurso avance por un lado y la praxis por otra.
Nos cansamos de ver a funcionarios del Gobierno nacional en intervenciones que hasta el Che Guevara se hubiese sentido disminuido ante los alardes de tanta entrega y lecciones de comunismo, sólo que de pronto en esa euforia pierden la compostura y dejan ver, por ejemplo, el reloj o la corbata que sólo puede lucir un millonario, mientras escuchamos al comandante pregonando que ser rico es malo o que primero entra un camello por el ojo de una aguja que un rico al reino de los cielos.
Los revolucionarios no son los pordioseros que quiere hacer ver la oposición, intentando confundir con esa obsesiva guerra en contra de Chávez, sin embargo es inocultable la brecha entre los llamados del comandante y esa gente de la que desconocemos si realmente ha sido capaz de acumular tanto cochino dinero, pero que un rico les puede muy bien cantar como Juan Gabriel: “Te pareces tanto a mí, que no puedes engañarme...”
Lo mismo ocurre con las fotografías. Hemos vistos postales de cumpleaños y viajes de placeres, fiestas y compras imperiales en internet, que distan mucho de los exhortos de sacrificios y austeridad que hacen al pueblo en nombre de la revolución.
Recientemente publicaron varias fotografías de la tradicional fiesta de San Benito, en el municipio Cabimas, donde coincidieron dirigentes opositores y revolucionarios y, por la envergadura de esta celebración y la devoción al Santo Negro, eso no debería extrañar, como tampoco que se den un apretón de manos. Una cosa es ser enemigos y otra, adversarios políticos. Además, en este país hay militantes con hermanos que tienen diferencias ideológicas y eso lo comprende la población.
El asunto es que mediáticamente esos políticos nos venden la idea de que son dos grupos antagónicos, a los que les queda estrecha la tierra a la altura del ecuador, enemigos al punto que uno se los encomienda a Dios, imaginando que si se encuentran armados frente a frente no se sabe lo que podría ocurrir, y de repente los observamos en fotos con tremenda rochela, apurruñándose y gozando al colmo del Atunga que tunga tu (bis).
Creo que por la salud del proyecto socialista la consigna es la de Antonio Aponte, planteada en una de sus columnas “Un grano de maíz”: “Las revoluciones, y más las pacíficas, deben cuidar diferenciarse drásticamente del campo enemigo, para eso los revolucionarios deben mantener una conducta individual y colectiva austera hasta el exceso, hasta el peligro. Y esa conducta debe ser publicitada, convertida en paradigma”.
(*) Periodista
albemor60@hotmail.com