Masa sin dirección es incapaz de grandes batallas. Dirigente sin masa es nostalgia de la acción.
Los contrarrevolucionarios de todos los pelajes saben esto, y uno de sus principales objetivos es evitar que pueblo y dirigentes se fusionen en un solo cuerpo, en un solo afán. Varios son los obstáculos que oponen a esta fusión. Veamos.
La represión contra los dirigentes revolucionarios es la constante en esta intención: los encarcelan, los privan de los medios de comunicación, los desprestigian, llegan hasta el crimen con tal de aislarlos de la masa.
En el pasado, cuando el continente estaba sembrado de dictaduras, éste era el método principal de separación. Recordemos los desaparecidos del Cono Sur, recordemos la operación Cóndor contra la dirigencia chilena, o la cacería a Miguel Enríquez.
El método les dio resultado. Pero el mundo cambió, el capitalista concibió una mejor manera de dominar: creó la democracia burguesa, que adormece, desarma al pueblo con formas sutiles, más espirituales que físicas. En estas circunstancias, la separación del pueblo y sus dirigentes se hace sembrando ideas aislacionistas, una de ellas es la idea “anarcoide”.
Postula esta teoría, que el pueblo, sin organización, sin conciencia de explotación y, lo que es más importante, sin dirección, postulan que ese pueblo inerme es capaz de su liberación, de hacer la Revolución.
De esta forma, desprecian el estudio, la teoría, la organización y la experiencia revolucionaria universal. No reconocen la necesidad del Estado Revolucionario, proponen una suerte de “organizaciones de base” aisladas, que son un culto a la fragmentación.
Los dirigentes de esta corriente se avergüenzan de ser dirigentes, de dirigir, y evitan tomar decisiones: las delegan en una masa que esperaba ser dirigida, y ante el vacío cae en manos de la improvisación, replicando las formas de la dominación.
Mucho daño hacen estas teorías, sin duda contrarrevolucionarias, son difíciles de rebatir, se confunden con poder popular, cuando en realidad son desarmadoras de la posibilidad revolucionaria, que es el mayor poder popular posible. Han sido muy eficaces en separar al pueblo de sus dirigentes, que comenten una suerte de haraquiri político.
Lo revolucionario, la única manera de hacer Revolución, así lo dice la historia, es uniendo a los líderes que surgen de la misma sociedad con esa sociedad, agrupando a los más concientes. Y juntos dirigiendo a los desposeídos hacia su redención, formación y transformación en una sociedad conciente de su papel histórico, que pase de ser colonizada mental y materialmente por los apropiadores, a ser una sociedad constructora de un nuevo mundo, el Socialismo.
Negar al pueblo su capacidad de producir y reconocer dirigentes, es condenarlo a ser una gallina despescuezada, capaz de saltos, de brincos inconexos, pero privada de dar los pasos en el camino correcto.
Las revoluciones deben luchar contra las teorías que evitan la unión del pueblo con sus dirigentes. Y deben luchar por unir a sus dirigentes con la masa, esa es una cuestión de vida o muerte.
¡Con Chávez todo, sin Chávez nada!