MILITANCIA Y DIRIGENCIA
Aunque no nos guste, en el PSUV hay una gran diferencia entre militantes “rasos” y dirigentes. Hasta ahora, éstos son los que han tomado las decisiones, y la militancia de base, el pueblo llano revolucionario, sólo ha tenido como opción ir a las marchas cuando le digan, vender rifa y aplaudir a los dirigentes. La estructura de mando del partido no es producto de elecciones directas y secretas, sino de conciliábulos entre los jefes de la corrientes dominante, de la cual hablaremos más adelante. Sin embargo, a partir de las elecciones de delegados al Congreso Extraordinario, un grupo muy combativo de socialistas, quienes prefieren que la militancia tenga más protagonismo, ha logrado teñir de rojo las principales decisiones, como la de elegir a los candidatos y las candidatas a la Asamblea Nacional por la base, en sufragio directo y secreto entre la militancia.
Pese a todas las deficiencias, sin embargo, el PSUV es el partido mayoritario, la más poderosa maquinaria política del país y, en fin, un partido fundado bajo orientación del Presidente Chávez con la intención de unir a todos los sectores del pueblo que estén interesados en lograr una transformación verdadera.
LOS INTERESES EN JUEGO Y LAS TENDENCIAS POLÍTICAS
Cómo ve cada clase social el socialismo, cómo le conviene a cada una interpretar las orientaciones del líder; las diferentes concepciones acerca de la estrategia que el Estado debe desarrollar, tanto para el desarrollo interno como mirando al exterior; han ido definiendo diferentes tendencias políticas internas. Cada tendencia interna representa unos intereses políticos, económicos y sociales, determinados por las expectativas de cada una de las clases sociales que actúan en el proceso revolucionario venezolano.
EL INEVITABLE “CORRIENTISMO”
Los afines se unen. De esa manera, las concepciones ideológicas internas en el partido han ido nucleando partidarios conformando corrientes que protegen sus intereses y luchan por el predominio de sus puntos de vista. Las dos corrientes más claramente dibujadas son Los Socialistas y Los Socialdemócratas. Los socialistas son los que desean que el proceso revolucionario avance hasta que los medios de producción estén en manos del pueblo, para lograr la justicia social. Luchan contra la especulación, contra la corrupción, y buscan que el pueblo tenga más protagonismo.
Los socialdemócratas dan una interpretación bien sesgada a la palabra “socialismo”, les gusta el estilo europeo y admiran los triunfos del capitalismo chino, con barniz de socialismo, que es lo que queda de los grandes sacrificios históricos que hizo ese pueblo tan laborioso y sabio, en los tiempos de Mao Zedong. Esa interpretación del socialismo persigue que los medios de producción queden en manos de los capitalistas, habla de “empresarios socialistas” y procura, por supuesto, que no haya protagonismo del pueblo. Son los nuevos ricos, la llamada “boliburguesía”, los que se lucen con el poder que les otorgan sus altos cargos, y uno que otro de ellos ha sido ya defenestrado por su descarada corrupción, como el militar Baduel, y su “habilitado”, el testaferro que se encargaba de robar al Estado para el inefable General.
EL ANTIIMPERIALISMO
Es el factor de unión entre socialistas y socialdemócratas, y lo que permite que el PSUV permanezca unido, a pesar de las diferencias de fondo que pugnan por dominar la dirección del partido, unos para profundizar el proceso y otros para frenarlo. Unos y otros saben que, si el imperialismo logra derribar el proceso revolucionario, el neoliberalismo más salvaje se adueñará del país y, ni la boliburguesía ni la pequeña burguesía tendría posibilidades de prosperar, como lo están haciendo actualmente. Y el pueblo, volvería a caer en lo más abyecto de la pobreza, de donde nos ha sacado el gobierno bolivariano, con todos sus errores y aciertos.
LA POSICIÓN DE CHÁVEZ
El Presidente es el número uno de los socialistas. Paulatinamente, ha ido conduciendo el país hacia una profundización de las transformaciones, para acabar para siempre con la pobreza, y para eso la única opción es el socialismo. Sin embargo, Chávez debe trabajar también con los socialdemócratas, procurando que haya la mayor unidad posible para que el partido y el gobierno estén lo suficientemente cohesionados y fuertes como para continuar avanzando, en medio de un conflicto bélico de “baja intensidad”, y preparándose para una posible agresión directa del imperio.
El Presidente se ha ganado a pulso el liderazgo indiscutible, aún antes de aquel cuatro de Febrero del “por ahora”. Chávez personifica el factor de unidad y coherencia del proceso revolucionario venezolano. Y por él, ni siquiera la más reaccionaria derecha endógena se permite contradecir la necesidad del socialismo. Usted los ve con su franela roja hablando de “este gobierno socialista”, pero ellos lo interpretan de una manera “light” Un socialismo de otoño, pues.
EL ESTADISTA
Sería infantil creer que al presidente lo están engañando. Él se da cuenta de todo lo que pasa a su alrededor, pero tiene la sabiduría necesaria para manejar las situaciones y actuar de acuerdo a la conveniencia de cada momento, sin olvidar lo estratégico. Es un estadista, y eso significa que dirige, no sólo el gobierno, sino la conformación de las nuevas estructuras sociales que han de conformar la Venezuela socialista. En altibajos, con avances, estancamiento, retrocesos virtuales y vuelta a avanzar, Chávez ha ido tomando posiciones que antes pertenecían a la burguesía, y estimula permanentemente al pueblo para que se organice, estudie más y adquiera la capacidad de tomar esos espacios con organizaciones del poder popular.
Y no sólo debe mirar hacia dentro del partido (y lograr que funcione, unir a gente tan distinta y con intereses diferentes), la economía, la seguridad internas. También debe impulsar la multipolaridad, concepción diferente del equilibrio en el mundo, que trasciende los imperios y la sumisión de las naciones débiles. La conquista de la dignidad del pueblo venezolano, proyectada hacia el exterior, produce un renacer de los sueños de los demás pueblos, en lucha por su emancipación definitiva. Y nuestro Jefe de Estado busca la amistad con otros pueblos y sus gobiernos, aún cuando éstos sean oligárquicos, progresistas o pro socialistas, y con el único país socialista de este continente: Cuba.
¿Y EL PUEBLO QUÉ?
El pueblo, por su parte, agarra aunque sea fallo. El Presidente se dio cuenta de nuestras potencialidades, estudió nuestra historia y orígenes, encontró nuestros valores más profundos, los estimula permanentemente y nos ha convertido en una población altamente consciente y politizada. Con sus acciones, se ha ganado la confianza de todos y, aunque no estemos de acuerdo con alguna medida en especial, siempre pensamos que hay algún motivo para que lo haga. Sólo falta que los órganos de poder popular se desarrollen, para que se avance más hacia el socialismo. Sin Chávez, estrechamente unido y apoyado por el pueblo organizado, no habría proceso revolucionario.
INTERESES DE ESTADO E INTERESES DE CLASES
Debemos comprender la diferencia entre nuestros intereses de clase, que nos orientan hacia el sistema social que deseamos, y los intereses del Estado, que debe actuar armoniosamente en “el concierto de las naciones”, haciendo amigos, aliados, toreando a los enemigos abiertos y descubriendo a los ocultos. Como jefe político de la Revolución, Chávez apoya al socialismo y está resteado al lado del pueblo. Como jefe de Estado, debe avanzar muy ciudadosamente hacia la transformación, a fondo, del Estado, mientras hace amistad con los demás países del mundo, pese a las diferencias ideológicas. Como estadista, es audaz en el plan y prudente en la ejecución, como dijera Bolívar.
LO QUE NOS TOCA
Nos toca hacer realidad aquello para lo cual nos hemos venido preparando a lo largo de las dos últimas décadas: para tomar el poder. La clase trabajadora aún es explotada, la burguesía venezolana aún tiene el poder económico y, a través de él, puede comprar piezas dentro del gobierno, que después aparecen como tránsfugas o brinca talanqueras, cuando se ven descubiertos. Pero es cuando aún no se han deslindado del gobierno, cuando a la burguesía le son más útiles los funcionarios que ha comprado. Una vez fuera, pasan a la oposición y casi inmediatamente al olvido, como todos los traidores. En Venezuela hay un gobierno progresista, dirigido por un dirigente socialista y un pueblo revolucionario, que aún no tiene el poder.
Es nuestro deber actuar en la organización del poder popular, porque sin eso no hay avance hacia el socialismo. Sabemos que la burguesía y sus agentes -que nadan entre los socialdemócratas como el pez en el agua- van a tratar de impedirlo, que a cada paso que avancemos van a estar pendientes de impulsar el retroceso, que a cada victoria buscarán nuestra derrota, que a los dirigentes más esclarecidos los van a tratar de rayar, aislar, defenestrar. Pero aún así, y precisamente por eso, se necesita la organización popular revolucionaria dispuesta a tomar el poder, con todo lo que eso significa.
Y en este proceso, necesitamos revolucionarios y revolucionarias socialistas dentro de la asamblea nacional. Camaradas como EDUARDO SAMÁN, quien fue excluido de la lista de autopostulados, quién sabe por qué inconfesables intereses.
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