Expresar a secas que el socialismo acaba con el dinero es decir mucho sin decir nada. Una conclusión tan completa o histórica como la anterior debe ser acompañada de explicaciones que le respalden científica e irrefutablemente. El marxismo lo ha hecho con la claridad meridiana que se merece. Que muchos o pocos no hayan querido darse cuenta de ello y reconocerlo, es otra cosa. No son pocas las veces en que la regla es no querer interpretar correctamente las cosas, porque no conviene. En fin: decir que el socialismo acaba con el dinero sin explicar el por qué, cómo y cuándo eso sucederá, es una abstracción que crea oscuridad y no luz.
En estos días, por un importante medio de comunicación televisivo privado, un analista político trató de asustar a la gente diciendo que el socialismo acaba con el dinero. La síntesis del analista es totalmente cierta, pero la intención es muy maligna. Y para comprobar eso dijo, entre otras cosas, que Cuba era el ejemplo de ello, por lo cual se había convertido en un cadáver embalsamado que el gobierno venezolano quería revivir. Nada más absurdo y malintencionado que eso.
El dinero tiene, por necesidad histórica, que desaparecer. Simplemente será así, porque tuvo nacimiento y todo lo que nace es digno de morir, lo dijo Goethe y no Marx. La diferencia entre el primero y el segundo es que éste supo explicar, con mayor carácter científico, el por qué y cómo lo nuevo sustituye a lo viejo y, especialmente, la historia del género humano sometida a modos de producción.
No sé si esté equivocado o no pero, creo, que Trotsky hizo explicaciones irrefutables de esas verdades del marxismo comprobadas de manera inequívocas en la práctica social. Nos dice de entrada, siguiendo las enseñanzas de Marx y Engels, que “La base material del comunismo deberá consistir en un desarrollo tan alto del poder económico del hombre (agreguemos: la mujer) que el trabajo productivo, al dejar de ser una carga y un castigo, no necesite de un aguijón, y que el reparto de los bienes, en constante abundancia, no exija –como actualmente en una familia acomodada o en una pensión <conveniente>- más control que el de la educación, el hábito, la opinión pública…”
Empero, Trotsky nos dice lo siguiente: “El capitalismo ha preparado las condiciones y las fuerzas de la revolución social: la técnica, la ciencia, el proletariado. Sin embargo, la sociedad comunista no puede suceder inmediatamente a la burguesa; la herencia cultural y material del pasado es demasiado insuficiente. En sus comienzos, el Estado obrero aún no puede permitir a cada uno <trabajar según su capacidad>, o en otras palabras, lo que pueda y quiera; ni recompensar a cada uno <según sus necesidades>, independiente del trabajo realizado. El interés del crecimiento de las fuerzas productivas obliga a recurrir a las normas habituales del salario (ojo: esto es dinero), es decir, al reparto de bienes según la cantidad y la calidad del trabajo individual”.
Lean y entiendan bien lo siguiente: “La imposición estatal y la imposición monetaria son una herencia de la sociedad dividida en clases, que no puede determinar las relaciones entre los hombres (agreguemos: mujeres) más que ayudándose de fetiches religiosos o laicos, a los que coloca bajo la protección del más temible de ellos, el Estado –con un gran cuchillo entre los dientes-. En la sociedad comunista, el Estado y el dinero desaparecerán y su agonía progresiva debe comenzar en el régimen soviético (por éste entendía Trotsky: el desarrollo del socialismo). No se podrá hablar de victoria real del socialismo más que a partir del momento histórico en que el Estado sólo sea a medias y en que el dinero comience a perder su poder mágico. Esto significará que el socialismo, liberándose de fetiches capitalistas, comenzará a establecer relaciones más limpias, más libres y más dignas entre los hombres (agreguemos: mujeres)”.
Ahora viene la explicación interesante y necesaria de dominar para que se comprenda bien el papel del dinero en la sociedad. Nos dice Trotsky lo siguiente: “El dinero no puede ser <abolido> arbitrariamente, no podrían ser <eliminados> el Estado y la familia; tienen que agotar antes su misión histórica, perder su significado y desaparecer. El fetichismo y el dinero sólo recibirán el golpe de gracia cuando el crecimiento ininterrumpido de la riqueza social libre a los bípedos de la avaricia por cada minuto suplementario de trabajo y del miedo humillante por la magnitud de las raciones. Al perder su poder para proporcionar felicidad y para hundir en el polvo, el dinero se reducirá a un cómodo medio de contabilidad para la estadística y para la planificación; después, es probable que ya no sea necesario ni aun para eso…”.
Ahora, cuando se trata de planes de desarrollo económicos para construir el socialismo especialmente en naciones donde no existe un nivel elevadísimo de técnica, fijémonos bien en esto que nos dice el camarada Trotsky: “Dos palancas deben servir para reglamentar y adaptar el plan: una palanca política, creada por la participación real de las masas en la dirección, lo que no se concibe sin democracia… y una palanca financiera resultante de la verificación efectiva de los cálculos a priori, por medio de un equivalente general, lo que es imposible sin un sistema monetario estable”.
Y es imprescindible que entendamos correctamente lo siguiente que nos dice el camarada Trotsky “Por una parte, el éxito de una edificación socialista no se concibe sin que el sistema planificado esté integrado por el interés personal inmediato, por el egoísmo del productor y del consumidor, factores que no pueden manifestarse útilmente si no disponen de ese medio habitual, seguro y flexible, el dinero. El aumento del rendimiento del trabajo y la mejora en la calidad de la producción son absolutamente imposibles sin un patrón de medida que penetre libremente en todos los poros de la economía, es decir, una firme unidad monetaria…”.
Y rematemos con lo que Trotsky nos dice a continuación: “La nacionalización de los medios de producción, del crédito, la presión de las cooperativas y del Estado sobre el comercio interior, el monopolio del comercio exterior, la colectivización de la agricultura, la legislación sobre la herencia, imponen estrechos límites a la acumulación personal de dinero y dificultan la transformación del dinero en capital privado (usuario, comercial e industrial). Sin embargo, esta función del dinero, unida a la explotación no podrá ser liquidada al comienzo de la revolución proletaria, sino que será transferida, bajo un nuevo aspecto, al Estado comerciante, banquero e industrial universal. Por lo demás, las funciones más elementales del dinero, medida de valor, medio de circulación y de pago, se conservarán y adquirirán, al mismo tiempo, un campo de acción más amplio que el que tuvieron en el régimen capitalista”. Eso quiere decir que en la transición del capitalismo al socialismo la circulación de mercancías –incluyendo el dinero- requiere de un extremo desarrollo.
Si en la sociedad comunista, en su fase más desarrollada, se extingue por completo el Estado; no existe rasgo alguno de clase social y, por supuesto, no queda vestigio de explotadores ni explotados porque la propiedad social sustituyó en todos los escenarios de la producción a la propiedad privada, entonces que alguien expliqué ¿qué función podría cumplir el dinero si cada quien trabajará de acuerdo a su capacidad y se recompensará de acuerdo a sus necesidades?
¿Desaparece o es abolido, sí o no, el dinero en la sociedad comunista? Ahora si algún marxista jura y perjura que el dinero será abolido tan pronto el proletariado conquiste el poder político para decretar la transición del capitalismo al socialismo, estaríamos frente a un fanático capaz de volar totalmente un estadio con todas las personas dentro si su equipo perdiera con su rival o sería como creer que el abc del marxismo es mucho más complicado entenderlo que salir de nuestra galaxia caminando.
No nos olvidemos jamás de esta gran verdad histórica: “El socialismo no podría justificarse por la simple supresión de la explotación; es necesario que asegure a la sociedad mayor economía del tiempo que el capitalismo. Si esta condición no es cumplida, la abolición de la explotación no sería más que un episodio dramático desprovisto de porvenir” (Trotsky).