¿Cuántas presiones debió soportar el primer ministro japonés, Yukio Hatoyama, Partido Democrático (PD), de parte de la administración imperial norteamericana que dirige el presidente Obama para que dejara sin efecto su promesa electoral de retirar la ingerencista base militar yanqui enclavada en la isla de Okinawa, al sur de Japón?
Un líder de 64 años, de mentalidad avanzada, con propuestas que rompían de algún modo el tradicional servilismo de la clase burguesa japonesa, siempre sumisa a los dictados de la oligarquía norteamericana y de sus gobiernos republicanos o demócratas, que ganó las simpatías del sufrido electorado nipón por sus propuestas programáticas donde incluía el cierre de la base norteamericana enclavada en Okinawa. Planteó durante la campaña electoral la posición de Japón en el mundo ante las expectativas de que Estados Unidos venía perdiendo influencia, por lo que propuso buscar una relación menos dependiente de Washington, allí encajaba su propuesta de eliminar el enclave militar yanqui en Okinawa, base odiada desde siempre por todo el pueblo japonés.
Al gobierno norteamericano se le planteaba una dura y difícil prueba con el triunfo, para ellos inesperado, de Yukio Hatoyama y su partido porque rompía con los tradicionales y entreguistas gobiernos japoneses, dóciles a los designios de los Estados Unidos del Norte; un capitalismo salvaje, altamente explotador de la clase trabajadora, capitalismo depredador, antiecológico, que resultó derrotado en las elecciones por el nuevo liderazgo y un programa con una fuerte inclinación hacia la izquierda donde la salida de la base era un punto de honor.
¿Qué hizo el gobierno de Obama ante la situación planteada?
Una vil y baja maniobra que encendió las alarmas de una posible confrontación entre las dos Corea. Allí se fraguó el gravísimo incidente del barco surcoreano hundido durante unas maniobras navales precisamente entre el ejército de los Estados Unidos y el ejército de Corea del Sur. Maniobras provocadoras de la República Democrática de Corea y cuyo objetivo era calentar el clima bélico entre el norte y el sur donde nunca se firmó un tratado de paz sino un armisticio en el famoso Paralelo 38, en Panmunjom.
Los gobiernos de los Estados Unidos, especialistas en actos genocidas y en inventar pretextos para justificar agresiones a pueblo y naciones del tercer mundo, retomaron un viejo ardid, ya utilizado contra Cuba en 1898, cuando en la bahía de La Habana volaron el buque Maine, asesinaron a sus propios soldados, acusaron al gobierno colonialista español de aquel acto terrorista y entraron en la guerra de independencia que desde 1895 liderizaban José Martí, Antonio Maceo y Máximo Gómez por la parte cubana, guerra patriótica que estaba ya ganada por el Ejército Mambí. Los Estados Unidos invaden a Cuba y le arrebatan a su pueblo el triunfo de la guerra de independencia y someten la isla por muchos años con la infame Enmienda Platt y su ejército invasor más dóciles gobiernos apátridas.
El 3 de agosto de 1964, Lyndon Jonson, presidente de los Estados Unidos, se hizo eco de un inexistente ataque militar de patrulleras vietnamitas al destructor USSMadox, en el Golfo de Tonkín, conflicto creado por la CIA y la maquinaria mediática yanqui, y ordenó un brutal y masivo ataque militar norteamericano a Hanoi, la capital de Vietnam. Legitimaba así la intervención norteamericana en Vietnam que concluyó en 1975 con la humillante derrota del ejército norteamericano por las guerrillas y el pueblo que lideraba el heroico Ho Chi Minh.
De nuevo, el viejo expediente de los barcos volados o agredidos aparece en la palestra política internacional, dentro de la maniobra antijaponesa de Obama para no perder la base militar enclavada en Okinawa, el pretexto es poner como agresora a la heroica Corea de Kil Song II, atizar la guerra, acusarla de haber torpedeado un barco de guerra surcoreano que estaba en las provocadoras maniobras militares entre Corea del Sur y EUA.
Una bien preparada provocación, quirúrgica, donde el gobierno y los altos mandos surcoreanos se prestaron a aquella monstruosa mentira, cuando el torpedo partió el barco surcoreano.
Todo los países del globo han visto cómo Seúl ha atizado la política guerrerista, manipulado a los familiares de los soldados muertos durante la explosión, puesta en tensión la industria mediática para condenar a la “peligrosa Corea del Norte”. En el campo de la maniobras políticas se producen movimientos surcoreanos hacia China, tratando de “demostrar” la “agresión” norcoreana al Sur. Los gobernantes chinos no se tragan la píldora, no se dejan envolver en aquella torva maniobra. Por si fuera poco, el hábil y astuto Presidente de Corea del Norte Kil Song II, hizo un sorpresivo viaje a Pekín a dejar sentada la posición norcoreana y aclarar que todo aquello era un ardid de los gobiernos de Estados Unidos y Corea del Sur para llevar al mundo a una confrontación de imprevisibles consecuencias.
¿Ignoraba el gobierno surcoreano y sus altos mandos militares que su “aliado” norteamericano preparaba tan monstruosa y peligrosa maniobra, donde fallecerían 40 marinos de la corbeta Cheanon?
Es muy difícil pensar que semejante acción militar, realizada por “un buzo de los SEALS (que) colocó una mina magnética en el Cheonan, como parte de un programa clandestino con la intención de influenciar la opinión pública en Corea del Sur, Japón y China”, –según escribió el periodista Wayne Madsen y que es citado por el compañero Fidel Castro en sus últimas Reflexiones, y magistralmente analizado por Walter Martínez en su legendario programa Dossier– no supieran los gobernantes surcoreanos que eso iba ocurrir.
Mientras, los gobernantes norteamericanos presionan al gobierno japonés, le plantean la gravedad de lo que está ocurriendo entre las dos Coreas, la inminencia de una guerra de agresión desatada por Corea del Norte, que en esas condiciones no es posible que los EUA abandonen la base militar de Okinawa, necesitan ese personal para una inminente movilización.
Pero, además de presentar aquel patético cuadro de una imaginaria confrontación entre las dos Coreas, la agresión del norte con el hundimiento del barco, ¿qué otra presión, de carácter militar, económico, ejercieron los yanquis sobre el gobierno de Yukio Hatoyama que cedió en algo tan importante como era el retiro de la base militar, bandera principal, en su campaña electoral? Al parecer surgió una nueva forma de golpe de Estado implementada por los gobernantes yanquis.
¿Si el Primer Ministro japonés Yukio Hatoyama, presionado, chantajeado, amenazado incluso por el gobierno norteamericano, cedió y no cumplió su principal promesa electoral, no es de esperar que, al menos por dignidad igualmente renuncie el primer mandatario de Corea de Sur?
Al fin y al cabo, si el gobierno surcoreano lo sabía, ya internacionalmente se descubrió todo y no hay secreto que guardsar, y si no lo sabían, para tener aliados como esos es preferible estar solos, pues con tamaños engaños que ponen al país al borde de una guerra con su par del norte y, además, le hicieron el juego a la manipulación/provocación yanqui, porque. ¿cómo le van a explicar a los familiares de los marinos muertos en la explosión que no fueron los norcoreanos los que explotaron el barco sino sus amigos del ejército norteamericano?.
Hatoyama sabía que al ceder ante los norteamericanos su gobierno llegaba a su fin como acaba de ocurrir. ¿Qué va a pasar ahora en Japón con un pueblo con un sentimiento antimperialista en ascenso? ¿Cómo van a seguir los acontecimientos en la Península de Corea?.
(humbertocaracola@gmail.com)