Esta semana se anunció la detención de dos peligrosos delincuentes extranjeros en tierras venezolanas, que guardan entre sí una perversa relación que vale la pena exponer como parte del desenmascaramiento del doble discurso de Estados Unidos respecto a su supuesta lucha por la justicia y contra el terrorismo. La captura y anuncio de extradición del narcotraficante colombiano Carlos Rentería, solicitado por el FBI y por la Interpol, es apenas el procedimiento comprometido ante lo acordado entre las naciones para cooperar en procura de la justicia. Esta acción, acorde con los convenios internacionales suscritos en la materia y específicamente en lo pactado bilateralmente entre Venezuela y los Estados Unidos desde 1922, ha sido consecuentemente burlado por la potencia imperial al negarse a extraditar a Luis Posada Carriles, prófugo de la justicia venezolana desde 1985, siendo su condición actual de libertad bajo fianza a pesar de ser acusado de acciones terroristas y crímenes de lesa humanidad, que como tal no prescriben y obligan según normativa internacional a la inmediata extradición.
También fue capturado otro delincuente solicitado por la Interpol, el salvadoreño Francisco Chávez Abarca, requerido por la justicia cubana por formar parte de la red de terroristas del propio Posada Carriles. De manera completamente impúdica, confesó ante las cámaras de televisión que entró al país con un pasaporte falso, con la misión de generar desestabilización política y violencia social a partir de perpetrar atentados antes de las elecciones de septiembre próximo. Al ser interrogado también afirmó su intención de reunirse con grupos venezolanos interesados en generar un clima de incertidumbre en el país.
Con estas detenciones se clarifican varias situaciones:
1: Venezuela atiende sus compromisos con la justicia y respeta lo convenidos con las naciones del mundo, aún con posiciones tan encontradas como las de Cuba y los Estados Unidos;
2: el irrespeto a los convenios de cooperación y por ende a las formas elementales de derecho, es promovido desde otras naciones que se erigen como adalides de la justicia; y
3: el incumplimiento de estos compromisos deja claro quién posee un falso discurso de lucha contra el terrorismo.
Si hay terrorismos buenos y malos, si la “justicia” vale para unos pero no para otros, entonces no hay justicia. Basta de doble moral.
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