Mandela, por cierto, no fue el pacifista descafeinado inventado por la
mafia mediática sino, desde su juventud, un recio combatiente por la
liberación de su pueblo que cuando vio ahogados en sangre por el
régimen de minoría blanca sus intentos de luchar por medios pacíficos
no vaciló en encabezar y organizar la Umkhonto we Size (La lanza de la Nación, en lengua xosa), brazo militar del CNA que realizó riesgosas y audaces acciones armadas hasta que el apartheid
entró en fase agónica. Tampoco su excarcelación obedeció a ningún
milagro ni el fin del odioso régimen se consiguió simplemente mediante
un diálogo y unas elecciones, como afirma hoy la fábula mediática. El
diálogo y las elecciones fueron la conclusión de un prolongado ciclo de
lucha del pueblo negro y de algunos blancos revolucionarios o
progresistas de Sudáfrica –entre ellos líderes veteranos del CNA como
Joe Slovo, presidente del Partido Comunista de Sudáfrica– cuya última
etapa va de los años 20 a los 90 del siglo XX, reprimida sin piedad por
los racistas blancos. La lucha contra el apartheid
experimentó un gran impulso y levantó una enorme solidaridad
internacional a tenor de la descolonización de África y, por último, de
la liberación de las colonias portuguesas y el ascenso de la SWAPO (por
su sigla en inglés), movimiento de liberación de la entonces colonia
sudafricana de Namibia
En este panorama se inserta otro dato fundamental que omite o falsea la
historia oficial: las acciones internacionalistas de la revolución
cubana en África. Éstas se extienden de tal manera en tiempo y espacio
que sólo refiero sintéticamente lo relacionado con este artículo. A
solicitud del gobierno de Agostinho Neto, del Movimiento Popular para
la Liberación de Angola, La Habana envió en 1975 un contingente de
tropas que destrozó el plan de Estados Unidos, la Sudáfrica racista y
el Zaire de Mobutu para tronchar la flamante independencia y saquear en
grande a ese país. Una vez derrotada la invasión de Sudáfrica, de los
mercenarios europeos y las facciones angolanas a su servicio, quedaron
en Angola suficientes fuerzas cubanas para preservar su soberanía. Sin
embargo, en 1988, después de constante incursiones sudafricanas a
territorio angolano y una grave amenaza militar de los racistas,
nuevamente a pedido de Luanda cruzó el Atlántico una fuerte agrupación
de fuerzas cubanas, con aviación de combate, tanques y artillería
pesada, que en la batalla de Cuito Cuanavale, librada muy al sur del
territorio angolano, infligieron una derrota aplastante a los racistas,
los forzaron a retirarse a sus bases y avanzaron hacia Namibia. Como
escribió el subsecretario de Estado Chester Crocker a su jefe George
Shultz: …el avance cubano en el suroeste de Angola ha creado una dinámica militar impredecible.
Lo impredecible era que la acción de las fuerzas cubanas en cooperación
con las angolanas y namibias había obligado a Estados Unidos y a los
racistas sudafricanos a sentarse en la mesa de negociaciones y a
aceptar la independencia de Namibia. El fin del apartheid se
habría prolongado quien sabe hasta cuándo sin la derrota del ejército
de Pretoria en Cuito Cuanavale y la amenaza de insurrección del pueblo
negro de Sudáfrica inspirado por ésta. Nelson Mandela lo dijo así:
Cuito Canavale marca el viraje en la lucha para librar al continente y
a nuestro país del flagelo del apartheid.
Publicado en La Jornada, México.