Contra Venezuela se han hecho coincidir todas las estrategias
desestabilizadoras conocidas e inventadas en los centros de inteligencia del
activo Satán. El pueblo venezolano con su líder fundamental a la cabeza
enfrenta una verdadera ensalada estratégica en la cual, dependiendo de la
conveniencia y pertinencia de la acción se toman páginas del libreto aplicado a
Chile en 1973, con su dosis de penetración de los cuadros militares, huelgas,
acciones terroristas y guerra psicológica, sin obviar, -como en efecto no han obviado- la
“receta nicaragüense”, caracterizada por una variante de la doctrina
desestabilizadora e intervencionista menos apoyada en la cosecha de pinochetes
o videlas y más en la conducción del proceso a una trampa formal debidamente
apoyada por el sistema internacional, en organizaciones como la OEA o la
curiosamente denominada “Opinión Pública Internacional”; una furibunda campaña
de guerra psicológica y un elemento de contraste basado en la existencia de un
ambiente de guerra, desorden e ingobernabilidad cuyo fin sólo sería alcanzado
si el pueblo decide desprenderse de la “causa” de su angustia: la revolución.
Resultaría de una ingenuidad criminal suponer que la contrarrevolución ha
optado por concurrir con limpieza a una lid electoral. El escenario de la
campaña electoral por la Asamblea Nacional es sólo un medio y sólo eso para
alcanzar el único fin que la mueve y la alienta: Extirpar el proceso
revolucionario bolivariano. Cualquier duda al respecto es mucho más que una
necedad una falta imperdonable. El pueblo venezolano debe prepararse en dos
aspectos fundamentales para salir victoriosos, sólo una vez más, en esta nueva
batalla que el Comandante Chávez ha llamado la Campaña Admirable. El primero:
claro está, a lo interno, vigorizando, organizando y elevando su propia
capacidad de combate, el segundo: reconociendo, detectando, descubriendo y
examinando las estrategias, fortalezas y debilidades del adversario.
En el primer objetivo hay mucha tuerca que apretar, mucho panorama que iluminar
y mucha basura que barrer. Al hacer memoria del caso nicaragüense es oportuno
recordar que el propio comandante Tomás Borges, presente en Venezuela hace unos
meses, reconocía con amargura que, “más que los aciertos y el poderío
desplegado por la contrarrevolución en aquella batalla la derrota tuvo como
aliado fundamental los errores, algunos de bulto y groseros, dentro de las propias
filas del sandinismo”, así explicaba, cómo muchos “sandinistas” encargados de
la reforma agraria se habían enriquecido al mejor estilo burgués y cómo muchas
acciones elitescas de estos camaleones habían terminado por enajenarle a la
revolución la voluntad popular. En esa situación de angustia y desesperanza de
las masas campesinas, la campaña psicológica centrada en la disyuntiva de “el
sandinismo es guerra, inseguridad y muerte, sacarlos es la paz” tomó cuerpo y
alcanzó el objetivo del imperio. La “mamá buena” Violeta Chamorro terminó
derrotando con su carita de yo no fui a la Revolución Sandinista.
Otro error imperdonable estribó en las trampas electorales legitimadas por una
desmedida campaña mediática, -a decir del Comandante Borges- y los centros
internacionales implicados en la conspiración, como la OEA o el Centro Carter,
tan graves y tan bien presentadas estas trampas que, aún sabiendo que se había
cometido fraude, no estuvieron en condiciones de denunciarlas para concluir
aceptando que sencillamente habían perdido.
Bien, “a lo hecho pecho”, lo que no puede ser es que estas situaciones puedan
repetirse y nos veamos obligados a repetir la mejicanada. Reitero, esto es
inaceptable a menos que, como el Rey Boabdil, debamos conformarnos con llorar como
niños lo que no fuimos capaces de defender como hombres.
Es hora de barrer y limpiar la casa o podríamos perderla, porque la campaña que se nos viene encima tiene todos los condimentos de la nicaragüense elevados a la n: Campañas mediáticas de calumnias, paros, acciones de violencia, presiones internacionales, sabotaje económico y petrolero, guisos y todo cuanto pueda imaginarse. La contrarrevolución no tiene ninguna posibilidad real de derrotar este proceso en el entendido de una contienda leal, eso puede afirmarse sin ningún género de dudas, pero…la campaña no será leal, será sucia, terrible, tramposa, impúdica, indecente y obscena. Nuestra fuerza está en la gente, en el pueblo y es justamente éste quién debe ser protagonista de la batalla. Este pueblo no puede ser ninguneado por líderes de comiquita a riesgo de perdernos. Se requiere una elevación de la conciencia revolucionaria, una profundización de sus objetivos, una verdadera campaña de organización popular, los sueños y las esperanzas de todo un pueblo no puede seguir en manos de conciliábulos cogolléricos que terminen anunciando sus errores. Sólo el pueblo salva al puebl.
martinguedez@gmail.com