En su discurso de toma de posesión del cargo, el presidente Santos ratificó en casi todas sus partes las políticas de represión y terrorismo de Estado llevadas a cabo por el genocida de Álvaro Uribe, a quien elogió de forma exagerada. Un discurso burgués salpicado de elementos populistas donde la problemática social se manejó demagógicamente, por ejemplo la construcción de un millón de viviendas en 4 años, un promedio de 250 mil por año, eso no lo cree nadie, menos con la profunda crisis económica que estremece a Colombia.
Nada dijo de los falsos positivos, de las fosas comunes con miles de cadáveres como los de la Macarena, el espionaje telefónico a magistrados, diputados y opositores políticos. Ni una sola vez mencionó a los grupos paramilitares y metió a guerrilla y narcotraficantes en un solo paquete. Nada dijo del combate a la narco producción de hojas de coca. La narco política no apareció en el discurso el nuevo presidente. Todo eso tuvo un trato marginal.
Quizás donde pareció discrepar del presidente saliente fue en relación al deseo de normalizar las relaciones diplomáticas con Ecuador y Venezuela, aun cuando en eso fue muy parco. En lo que pareció una crítica a Uribe, habló de relaciones discretas y diplomáticas con los países vecinos, todo lo contrario de lo que hizo su antecesor. La política del gobierno uribista en relación a Ecuador y Venezuela, de extrema intromisión y agresión, manejada por la embajada yanqui y el Comando Sur, ha recibido demasiados golpes, críticas y ha aislado a Colombia en Latinoamericana.
Con relación a las propuestas de los insurgentes de las Farc y el Eln de abrir un compás de negociaciones políticas para redimensionar la violencia y la guerra civil que ya dura más de 60 años, la respuesta fue la de instigarlos a rendirse, entregar las armas, adaptarse al status cuo, el mismo planteamiento de Uribe. Reivindicó la violencia política y la guerra contra los grupos guerrilleros y le dio un trato absolutamente marginal a las guerrillas, igualito a como lo hizo Uribe en sus 8 años de mandato. En esa parte del discurso, una de las más medulares, fue absolutamente prepotente, de un general cien por ciento triunfador en una batalla que aún no concluye, cuando es vox pópuli que las guerrillas gozan de buena salud..
Un hecho de enorme relevancia, las bases militares yanquis enclavadas en suelo colombiano, que amenazan la soberanía e integridad de Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Bolivia, no fueron aludidas para nada en el discurso, pese a la presencia en el acto del presidente Correa y del Canciller venezolano Nicolás Maduro. ¿Cómo espera recomponer las relaciones entre Venezuela y Colombia, teniendo que aceptar la existencia de las amenazadoras bases militares? Pero, cosa curiosa, no hubo una sola mención a la presencia norteamericana en la toma de posesión.
Venezuela fue a la toma de posesión del presidente Santos con un mensaje de amor y de paz hacia Colombia. Posteriormente el presidente Chávez dijo que estaba dispuesto a cerrar la página, pero con respeto a nuestra soberanía y sin asomo de señalamientos con referencia a la presunta presencia de guerrilleros de las Farc en Venezuela. Jugada astuta y digna de Chávez que pone a Santos en tres y dos. Si es sincero y quiere restablecer las relaciones, un paso es recoger las temerarias acusaciones de que aquí tienen bases las guerrillas de izquierda colombiana, ¿se lo permitirán los gobernantes norteamericanos? ¿lo permitirán los importantes sectores económicos que se están arruinando por la pérdida de las relaciones comerciales con Venezuela, es decir, ocho mil millones de dólares anuales?
Esa es una de las contradicciones que tiene que resolver el naciente gobierno de Santos. Pero hay otra y no menos relevantes, por ejemplo, la extradición de Pedro Carmona Estanga, quien desde Colombia conspira de manera permanente contra Venezuela.
Por supuesto tiene que desmontarse la política de espionaje del DAS y de los organismos de inteligencia militar, el envío de paramilitares a Venezuela en función criminal y subversiva. Cooperar más en la lucha contra el narcotráfico en la propia Colombia. Miles de toneladas pasan en vehículos por toda Colombia y no son detectados, ¿casualidad? Decenas de capos colombianos de la droga son apresados en Venezuela y reenviados a Colombia, ¿allí son juzgados o liberados habida cuenta de un sistema judicial penetrado por el narcotráfico? En la detección de algunos diputados y senadores vinculados al delito del narco tráfico y el paramilitarismo, lo que hizo estallar el escándalo de la parapolítica, pero todo hace pensar que eso sólo es la punta del iceberg. ¿Y las instancias del Poder Ejecutivo, poderosamente reconstruido o adecuado a las políticas del delito, un DAS con presencia paramilitar y, lo peor, en función del espionaje a Cuba, Venezuela, Ecuador…? ¿Romperá Santos con esa estructura siendo, como ha sido, parte de la misma?
Uribe construyó un paraestado narcoterrorista, sus terribles efectos se han dejado sentir todo estos ocho años de gobierno en América Latina. La presencia paramilitar y de la industria del narcortráfico en las diferentes instancias del Estado Colombiano son más que evidentes, una mínima porción se evidenció o descubrió, ¿tendrá Santos –y el sector de la burguesía que él representa– voluntad o coraje para desmontar ese monstruo que actúa solo, lo podrá controlar o sucumbirá a su poder y, como Uribe, seguirá desmontando la nación colombiana y construyendo un Estado forajido como en buena parte lo es hoy?
Uribe deja un estela de violación masiva de los derechos humanos, una acusación de genocidio no resultaría una temeridad a nivel internacional, baste señalar el hallazgo de la fosa con los 2 mil o más cadáveres de falsos positivos para levantar una acusación –sin dejar de apuntar los miles de asesinatos y atrocidades cometidos por el paramilitarismo, los aparatos policiales y parapoliciales del Estado, el Ejército, eso corresponderá a los organismos de derechos humanos colombianos; pero la infinita maldad y estupidez de Uribe hizo –en maniobra política postrera anti venezolana– una falaz acusación en el Tribunal Internacional contra el presidente Chávez y contra Venezuela por violación de los derechos humanos. Él, Uribe, paramilitar genocida, criminal, narco paramilitar; dejándole tamaña y temeraria acusación al nuevo gobierno. ¿Continuará o sostendrá Santos semejante bodrio a nivel del tribunal internacional y de esa trinchera fascista anti venezolana que es la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos o la retirará?
Obviamente no se trata de restablecer las relaciones para volver al negativo punto donde quedaron en el plano económico ante de que se supiera lo de las 7 bases militares. Se deben abrir las relaciones comerciales pero en base al beneficio mutuo, sin empresas de los paramilitares ni del narco tráfico, sin la semi legalidad del contrabando de gasolina, negocio que se sabe controla el paramilitarismo, ni del contrabando de alimentos. Que Santos le resuelva a sus pinpineros la problemática social y la del empleo, esa no es obligación de Venezuela. Que Santos comience por Santander del Norte el cumplimiento de sus promesas electorales y lo dicho en su discurso de toma de posesión.
Vienen las conversaciones al más alto nivel, pero todo indica que van a ser unas negociaciones largas y complejas. ¿Qué concesiones dará Santos a Venezuela y viceversa? Ojalá Santos en su pragmatismo –y bajo tremendas presiones de empresarios y sectores populares– no ceda a las presiones del Uribismo –vivito y coleando dentro del Estado– y de la embajada gringa– y muestre la madurez del estadista y no se deje envolver tan tempranamente.
(humbertocaracola@gmail.com)