Así, de manera contundente y sorpresiva, la Canciller
María Angela Holguín, evaluó los acuerdos previos de la reunión entre
presidentes Chávez y Santos. Aclaró esperaría por resultados de los
trabajos que arrojen las cinco comisiones creadas para estudiar sendos
problemas. Pero fue muy enfática al responder a una pregunta
reporteril, que prioritario a las relaciones mismas, palabras más,
palabras menos, son los acuerdos a que deben llegarse para que
Venezuela haga efectivo el pago de una deuda a los exportadores
colombianos por el orden de 800 millones de dólares.
Supone uno, lo advertimos, que dicha deuda en gran medida,
debe corresponder al sector privado, el cual para quitarse ese mono de
encima debe acudir al Estado en solicitud de dólares. Obviamente, para
ello debe retratarse en las taquillas de Cadivi, con dos fines
igualmente complicados y dolorosos para aquél; primero llevar el
equivalente en bolívares, que es respetable cifra y segundo, lo más
complicado, demostrar la validez, pertinencia y legalidad de ese
compromiso.
Sabiendo uno bastante bien, acerca de los hábitos de
nuestros respetables comerciantes y también de los de allá, no tiene
reparos a la preocupación de Holguín. De antemano sabemos que surgirán
dificultades por causa de quienes siempre están en lo de meter gato
por liebre.
Además, esta información sobre una circunstancia que
“enriqueció” el inusitado interés de Santos por recomponer las
relaciones entre los dos países, hecho que nosotros saludamos con
euforia, también podría explicar el ansia guerrerista de muchos de los
endeudados, quienes pudieron ver en ello chance de escabullirse con la
cabuya en la pata. Como poner en práctica aquella vieja costumbre
entre jugadores con cuentas pendientes que se valían de cualquier
disturbio, en veces hasta insignificante, para “pirarse” y dejar a los
demás entendiendo.
Otras cosas, como la reanudación de la corriente comercial
entre los dos países, la cual estuvo rondando la cifra de los diez mil
millones de dólares, con ostensible ventaja para Colombia, sus
productores y exportadores, también son motivos; igualmente la
búsqueda de mecanismos para minimizar la inseguridad en la frontera.
Pero como por la “plata baila el perro”, o como decían los lavanderos
chinos “si no hay leal no hay lopa”, expresiones que no quieren ser
censura, la señora Holguín, sin que se le arrugase el rostro, que de
paso es juvenil y bello, prefiere asegurar su nada “ñeñere” antes que
aquellos logros, a que colombianos y venezolanos nos abracemos en paz
y hermandad. Por lo menos es lo que uno entiende, en el lenguaje
diplomático poco sutil y delicado de la señora Canciller.
Al leer la información que esta mañana estaba en El Tiempo de
Bogotá, nos imaginamos a la canciller de Santos, con un arrume de
facturas en las manos y sumando entre lo bueno y lo malo, sin
discriminación alguna, mientras Maduro y el idealista de Chávez,
repasaban las lecciones de Bolívar para fundar sus gestiones.
Pero quedó en el aire el asunto de las bases militares. Altas
razones de Estado habrán para que nuestro gobierno se conforme con el
compromiso escrito, en lenguaje de feria, de ambos gobiernos de
respetar las respectivas soberanías y el derecho a la paz. Ojalá tal
declaratoria, no se haya estampado en un bloque de hielo suministrado
por los gringos, allá en la calurosa Santa Marta.
Esperamos que lo acordado en el sentido de cuidar la frontera
no se quede como siempre en un compromiso unilateral de Venezuela, que
por lo dificultoso, se convierta en motivo para arengar a guerreristas
y fundamentar a Júpiter tronante, que allí quedó acezante y a espera
“por volver”.
Nosotros, no obstante, alegre estamos. Alejar el peligro se
nos agreda y entrar en conflicto bélico con colombianos, nuestros
hermanos, son motivos para estar contentos y cantar. Sé bien, sin
ningún género de duda que, de este lado, haremos todo lo posible para
que no suceda lo que la derecha y los maulas quieren. Las
declaraciones del presidente venezolano con respecto a la guerrilla
colombiana es una muestra evidente de nuestra buena fe y de lo que
queremos. Como la Holguìn, tampoco somos triunfalistas, pero si
deseosos de aislar a los violentos.
Pero Santos, pese su apellido, no da motivos para creer que
haya cambiado tanto, como convertirse en milagroso y confiable.
damas.eligio@gmail.com