“Las FARC: puso el carrobomba en Bogotá”

A cinco días de haberse posesionado de la Presidencia de Colombia el doctor Juan Manuel Santos, hicieron explotar un carrobomba en un lugar de Bogota donde funciona una importante emisora de radio. No fue un carrobomba para derrumbar por completo un edificio y matar a todas las personas que se encontraran en su interior y en su alrededor más cercano. No, fue para intimidar, una alerta, señalando que la venganza podría ser mayor.

En verdad, inmediatamente se hizo presente el Presidente Santos en el lugar del suceso; igualmente lo hicieron los ministros de Defensa y del Interior y Justicia. Fue comedido en sus declaraciones y eso hay que reconocerlo. No se desbocó en acusaciones concretas como lo hubiera hecho el ex-presidente Uribe. Un periodista lo interrogó sobre si eran las FARC. Respondió que iban a realizar las investigaciones para determinar el culpable, pero no acuso a las FARC, aunque sí habló y condenó el terrorismo, porque realmente fue una acción terrorista.

El acto terrorista se ejecuta dos días después de haberse reunido los presidentes Santos y Chávez, quienes condenaron el terrorismo venga de donde venga. Sin embargo, no han faltado lo miembros de la oposición venezolana al gobierno del Presidente Chávez que, sin tener ningún elemento serio o investigativo sobre el suceso, acusaron a las FARC del acto terrorista, mientras en Colombia ni el Presidente Santos ni ningún ministro de su gabinete hicieron tal acusación. Y lo hicieron como para tratar de demostrar que en verdad el Presidente Chávez sí tiene vínculos con grupos terroristas.

Políticamente hablando o analizando, no es posible concebir que una organización revolucionaria, como las FARC o el ELN por ejemplo, sea capaz de colocar un carrobomba o realizar una acción específicamente de terrorismo a cinco días de haber asumido la presidencia el doctor Juan Manuel Santos o a tres días de haber sido satisfactoria la reunión entre los presidentes de Colombia y Venezuela. El primero, aunque nadie lo esperaba, ha manifestado estar dispuesto a dialogar con la insurgencia para encontrar una salida política concertada al largo conflicto político armado que padece Colombia y ya casi llega al medio siglo. La segunda trajo como consecuencia el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos Estados, creando un medio ambiente que favorece la economía de ambas naciones y permite establecer políticas que pueden contribuir a la búsqueda de una paz para Colombia producto de diálogos abiertos y sinceros de cara, en lo general, al mundo entero y, en lo particular, a la sociedad colombiana que tanto la necesita. De tal manera, que quienes han acusado, especialmente desde Venezuela, a las FARC como la autora del atentado terrorista en Bogotá, no han hecho más que reaccionar, sin meditación alguna y sin medir los efectos de sus palabras, por odio contra el gobierno del Presidente Chávez y buscando que se enturbien las relaciones entre los presidentes de Colombia y Venezuela para que se creen condiciones que permitan convencer a la opinión pública mundial, en lo general, y, en lo particular, al gobierno de Estados Unidos, de que ciertamente Chávez representa un verdadero peligro para la estabilidad y la “paz” del continente. No tenemos dudas en lo que estamos manifestando.

La guerra sigue siendo el negocio económico más rentable, el que mayor ganancia produce a los inversores de armamento y a los Estados cobradores de impuestos a las industrias bélicas. No importa cuántas vidas se lleven por delante, porque lo que realmente importa es la cuantía de dinero que entra en las arcas de los hacedores de guerra. La empresa que continuamente más renueva y crea nuevas innovaciones de sus mercancías, es la bélica. Y eso trae como consecuencia vender en los mercados toda la producción de armamentos que ya no sirven a las grandes potencias imperialistas para hacer sus guerras de expoliación y de reparto del mundo, y asegurarse la materia prima indispensable para la manutención de sus países sobre la miseria y el sufrimiento del resto de naciones del planeta..Ante esa realidad, el imperialismo es capaz de acometer cualquier acto de terrorismo sin importar el nivel de atrocidad que lleve consigo.

En el acto terrorista en Bogotá, su autor o sus autores, midió o midieron bien o con exactitud el grado de los daños antes de la explosión, porque haberse propuesto un derrumbe completo de edificios y haber producido un número indeterminado de muertes, el descaro hubiese sido demasiado grande y desde su inicio, hasta los más enconados enemigos de la insurgencia colombiana, hubieran descartado por completo las manos de ésta en la autoría del mismo. Muchas evidencias hubiesen quedado confirmando la autoría de sectores del terrorismo de derecha y no de izquierda.

Vivimos en un mundo donde domina el imperialismo capitalista y éste, cuando se lo exigen sus intereses económicos, recurre a los métodos más atroces para conquistar sus objetivos políticos. Y el imperialismo posee epígonos, bien adiestrados en terrorismo, en todos los ámbitos o regiones del mundo. Que haya sentido un sentimiento de repulsión por el diálogo, franco y sincero, entre un presidente que es de cuna oligarca y desea que el capitalismo se fortalezca dando algunas mejorías a su pueblo y otro que viene de las semillas de un pueblo con aspiración de socialismo, no es extraño, por lo cual tampoco puede parecernos raro que planifique y ejecute actos de terrorismo que traten de romper los lazos de amistad y de respeto al derecho a la autodeterminación entre gobiernos que no se guían por el mismo ideal. Pues, no nos extrañe que el carrobomba que explotó frente a un centro financiero de Bogotá no sea una de esas astucias del imperialismo capitalista para buscar, nuevamente, un rompimiento de relaciones diplomáticas entre los gobiernos de Colombia y Venezuela y, por sobretodo, evitar que el presidente Juan Manuel Santos abra una apertura de diálogo con la insurgencia colombiana en búsqueda de una salida política concertada al conflicto violento que vive acercándose, cada vez más, al medio siglo de existencia. Lo que sí está prácticamente demostrado es que el atentado no fue obra de l a insurgencia colombiana. Ojalá, los guerreristas, no se empecinen en creer que taparán el sol con un solo dedo de la mano derecha.

No somos amantes ni propagadores del terrorismo, pero pensemos, simplemente, pensemos en esta interrogante: ¿acaso no puede haber sido un grupo uribista descontento con las forma de ejercer el gobierno el presidente Juan Manuel Santos, el responsable de haber colocado y hecho explotar el carrobomba en Bogotá?

¡Por la paz en Colombia, viva la justicia social!



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El Pueblo Avanza (EPA)


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