72 almas tras el sueño americano

Entre “poyeros”, “coyotes” y rambos

La crisis histórica del año 1929 acabó con muchos sueños para provocar otros.

En “Las viñas de la Ira”, la celebrada novela del premio Nóbel norteamericano Jhon Steinbech, braceros de Oklahoma, de la parte centro sur, se trasladan hacia el oeste, a territorio californiano. La sequía, acompañando a la depresión, aumentó desocupación y miseria en su espacio obligándoles buscar la salvación en donde los enormes frutales reclamaban trabajadores.

Después de confrontar incontables privaciones y dificultades, llegaron unos pocos, a comprobar que el sueño que les llevó a California, solo era eso y un espejismo.

En “Los Hijos de Sánchez”, la excelente novela de Oscar Lewis, que en gran medida es la vida de los pobres de México – lo escribiré así por complacer a un buen amigo -, pero contada a través de una familia, los Sánchez, entre los sueños y tragedias, hay una historia personal de uno de aquellos que, también sufriendo todos los sinsabores de los braceros de Oklahoma, se llegó a California en busca del sueño americano, sólo para también frustrarse y ser víctima de cosas peores que las vividas en ciudad de México.

Los mexicanos ilegales, antes llamados “espaldas mojadas”, que suelen intentar llegar a territorio norteamericano, ya allí pierden, en la percepción de sus forzados anfitriones, la condición humana para asumir la de piezas de caza de poca monta.

El tan desacreditado, con sobrada razón, muro de Berlín, denunciado por el mundo entero, empezando por la ONU, como una ofensa a la dignidad humana y la hermandad, reapareció bajo absoluto silencio y complacencia en la línea que separa a EEUU del país del orgullo azteca. Con el agravante que del otro lado, cancerberos humanos y caninos, les velan ansiosos para ser sometidos a humillaciones y atropellos. Mientras los poderosos de la tierra nada dicen y hasta han terminado por aceptar aquello con excesiva mansedumbre y complacencia. Como si fuese una obra de la naturaleza misma que se convierte en obstáculo. Una especie de Apalaches del este desplazado a la frontera.

¿A qué van los migrantes? Pues tras el sueño americano, ese que quienes allá fabrican, exhiben como la mejor forma de vivir. Pero nada más intentar llegar allá, en un pobre marginado de las sociedades capitalistas de este lado, se convierte en delito que hasta se cobra con la pena de muerte. Porque esos “poyeros” o “coyotes”, que trasladan migrantes a cambio de cosas que no es sólo el dinero, suelen matarles como ahora en Tamaulipas, y también alguno que otro del lado norte, detrás de una insignia policial.

Un mexicano, quien recientemente estuvo de visita en Venezuela, nos decía que quienes de toda Centroamérica y especialmente de su país se van al norte, forman predominantemente parte de la enorme multitud que el capitalismo ha excluido y condenado a la pobreza absoluta y eterna.

Pero todavía si vivos quedan, ese delito podrían pagarlo, como en la vieja época imperial euroasiática, antes del feudalismo, cayendo en la condición de esclavos. Y en ambas cosas, termina el sueño americano.

Los 72 de Tamaulipas cayeron en la trampa de ir en busca de uno de los extremos del arco iris. El grupo lo conformaban gente de varios países de Centroamérica, incluyendo el propio México y hasta algunos suramericanos. Todos pobres y excluidos; pobreza y exclusión de un mundo adonde se envían ejércitos, como tropas acantonadas en Colombia, en alguna que otra isla del Caribe y ahora en Costa Rica, para evitar que nada cambie. Mientras tanto, exhiben con orgullo y pantalla para distraer el sueño americano, al cual los pobres, como multitud nunca podrán hacer realidad. Y el sólo soñarlo puede conducirles a la muerte o la esclavitud. Para eso están los “coyotes”, transportistas de la muerte, miseria y los sheriff; éstos apostados y escondidos del otro lado.

Pero con todo y eso, a los emigrantes no les importan los riesgos “con tal de conseguir una platita” para “hacer la casa de maìta”.

Mientras tanto acá, asustan con el comunismo a quienes cansados de lo mismo intenten hacer un mundo nuevo; por supuesto, como “seguro mató a confianza”, mueven sus rambos regulares y mercenarios.

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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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