Un pastor de una Iglesia en Estados Unidos amenazó con quemar, públicamente, doscientos libros del Corán, el texto sagrado para los musulmanes. El escándalo fue tan escandaloso que hasta los mandatarios de las naciones imperialistas y generales hacedores de guerras impostoras, hicieron uso de la palabra para llamar al reverendo o pastor a que desistiera de su amenaza, porque traería consecuencias lamentables, fundamentalmente, para los soldados que invaden países como servidores de los amos del capital financiero que sigue recorriendo el mundo expoliando la riqueza ajena. Sin embargo, la capacidad revolucionaria o el antiimperialismo de un Estado o de un pueblo no se miden por la arrechera que agarren las personas creyentes como producto que amenacen con quemarle un texto bíblico, un libro doctrinario o un poemario. No, por eso no.
Creer que la amenaza del reverendo o pastor fue gratuita o por azar, es una inocentada. Creer que el imperialismo se asusta o se chorrea los interiores de orine o excremento por el hecho que amenacen o quemen textos, considerados por otros como sagrados, es una inocentada. Si altos voceros del Estado imperialista hicieron llamados al pastor o reverendo para que no hiciera de su amenaza una realidad fue, sencillamente, para dar una -muy falsa por cierto- demostración de respeto a las creencias religiosas de los demás y sacarle provecho político, porque lo que menos le duele a los amos del capital son las muertes de los soldados que van en custodia de sus inversiones en otras regiones del planeta. ¿Acaso el Manifiesto Comunista no ha sido víctima de todas las perversidades teóricas y prácticas del imperialismo y hasta de algunas de dirigentes religiosos? ¿Cuál fue la posición de altos jerarcas de la Iglesia católica en América Latina, por ejemplo, para protestar contra la cremación de poesías en Chile bajo el terrorífico gobierno encabezado por el bonapartista Pinochet?
En la historia humana existen muchos ejemplos de textos cremados. La Inquisición quemó textos científicos y hasta llevó al fuego a seres humanos para quitarles la vida. Pinochet hizo cremar los poemarios del gran Pablo Neruda y no pocas veces los verdugos odiaron las guitarras cortando las manos que las tocaban. El mundo musulmán o islámico, como el mundo cristiano o el judío o de cualquier otra naturaleza, tienen sus profundas contradicciones internas, no son homogéneos, están fracturados por otras ideologías o políticas, hay explotadores y explotados, opresores y oprimidos, unos luchan por el capitalismo y otros contra el capitalismo, algunos son socialistas y otros conservadores del status que garantiza la riqueza a la minoría y la pobreza a la mayoría, unos Estados son aliados incondicionales al imperialismo y unos poquísimos hacen esfuerzos por el verdadero sentido político de la autodeterminación, algunos gobiernos quieren tener la hegemonía sobre el Medio Oriente y otros luchan por una integración que les haga fuertes para enfrentarse con éxito ante los designios del campo imperialista capitalista, algunos Estados prestan su territorio para que el imperialismo tenga bases militares y otros se oponen a esa política intervencionista del capitalismo altamente desarrollado, algunos gobiernos sostienen que el enemigo principal es Irán y otros sostienen que es Estados Unidos y algunos que Israel. Esas son verdades verdaderas. Verdades que se invocan en nombre de Alá, aunque éste nada haya dicho al respecto sobre las mismas o, por lo menos, sobre aquellas que van en contravía a los intereses fundamentales de redención del mundo musulmán o islámico.
Si un gobierno revolucionario, por ejemplo en nombre del socialismo, tomase la decisión de cremar o prohibir la lectura de libros o textos de Vargas Llosa, Jorge Luis Borges, Uslar Pietri, Whitman, Tomás Moro, la Biblia, el Corán u otros textos bíblicos, alegando que no son marxistas, cometería un crimen de lesa humanidad contra el conocimiento. Pregúntenle, por lo menos, al proletariado y a la intelectualidad de izquierda: ¿cuánto atraso ha significado para la ciencia social o el conocimiento del marxismo la prohibición a la lectura y el estudio de las obras de León Trotsky durante décadas del siglo pasado? Claro, la Tierra nunca dejó de girar por el abjuramiento que hizo Galileo Galilei de sus conocimientos científicos sentado en el banquillo de los acusados frente al tribunal de la Inquisición. ¿Pero cuánto atraso o miedo en los científicos de ese tiempo crearon las amenazas, las persecuciones y la represión del régimen de la Inquisición?
Ahora, analicemos esto: los musulmanes o islámicos, independientes de sus contradicciones o visiones de mundo, se unen los de derecha y los de izquierda, los de centro derecha y los de centro izquierda, todos en un solo bloque para protestar contra la amenaza de que un pastor o reverendo de quemar doscientos libros del Corán. Por ser sagrado, el mundo islámico o musulmán prometió con ejecutar todas las expresiones de la lucha política para cobrarse la ofensa o la afrenta. Pero, así se aprecia de primera, parece extraño que frente a una invasión imperialista que no respeta la vida de los seres humanos, que no respeta todo el legado escrito de la historia de un pueblo árabe o islámico, que bombardea y asesina a miles de miles de personas, que le impone leyes a un pueblo que no las comparte, que comete toda clase de atrocidades contra un pueblo sometido por la fuerza bélica y otras horribles realidades, el mundo musulmán o islámico nada hace por unirse para luchar y derrotar al enemigo impostor que está matando a un pueblo hermano. ¿Acaso Alá no dijo que la justicia y la libertad son más sagradas que todo lo que se pueda escribir en un libro o texto bíblico? ¿Acaso no existen pocos ricos que explotan y oprimen a los muchos pobres que viven en las naciones musulmanas o islámicas? ¿Acaso ese es el régimen de justicia y libertad enseñado por Alá y que merece toda la población que cree en sus enseñanzas?
En verdad, todos los textos y por lo menos en su tiempo, deben ser sagrados para el estudio, la investigación y la reflexión sobre las diversas visiones de mundo. Incluso, Mein Kampf (Mi Lucha), obra ideológica del nazismo y un producto de la destilación químicamente pura del peor excremento ideológico de la cultura burguesa, merece ser estudiada por las generaciones jóvenes de este tiempo para que entiendan y se convenzan que es una ideología salvaje, criminal, racista que no debe asumirse como arma teórica por quien tenga cuatro dedos de frente y haga valer el espíritu humano de su sentido común. Con mucha más razón deben respetarse los textos bíblicos aunque no se compartan absolutamente en nada sus contenidos. Pero, igualmente, el Manifiesto Comunista debe ser respetado como texto histórico y de gran valor teórico para el proletariado, independiente de que la burguesía lo haya combatido y tratado de reducir a cenizas. Sin embargo, sería una necedad de los comunistas esperar exclusivamente el día en que el nazismo incinere todos los textos del Manifiesto Comunista para encontrar una razón de unidad de acción para combatir al imperialismo capitalista. Lo que decide el mundo de hoy, independiente de las creencias religiosas o ideológicas, es la lucha de clases como motor de la historia lo cual conduce a creer firmemente en que la revolución es la locomotora de la historia.
Tan grave y ofensivo a la creencia religiosa como la perogrullada y hasta ridícula amenaza del pastor o reverendo prometiendo quemar doscientos libros del Corán y que resultó una pantomima, fue el hecho que el famoso cantante inglés Elton John dijo públicamente que Jesucristo fue un gay (homosexual) que entendió los problemas humanos. Sería terrible, como respuesta, que los católicos o cristianos dueños de radio y televisión prohibieran las canciones del artista Elton John por la ofensa injustificable que hizo contra el señor Jesucristo, el profeta del cristianismo.
Quiera Alá que un día así como el mundo musulmán o islámico se une para luchar y protestar contra quien amenace con quemar el libro sagrado del Corán, igualmente se rebele unido para derrocar un régimen capitalista que ya no ofrece sino más pobreza y más dolor para la aplastante mayoría de la humanidad y más riqueza y privilegio para los poquísimos y poderosos ricos que son propietarios de los grandes monopolios que explotan el trabajo ajeno y expolian la riqueza natural y social del planeta. Las religiones deben ponerse al servicio de la causa de los pobres, de la lucha por su redención social como lo hicieron sus profetas.