Una cosa
es manifestar una idea honestamente subjetiva, y otra muy distinta es
torcerle la nariz a la realidad acomodándola a sus personales intereses,
como lo hacen Mario y Álvaro Vargas Llosa.
EL DIARIO CHILENO “La Tercera”, de tendencia derechista profunda, en su staff de columnistas cuenta con la dupla Mario y Álvaro Vargas Llosa –padre e hijo-, cuyos artículos son publicados, domingo a domingo, en el suplemento “Reportajes” que ese medio adjunta a su edición normal.
Con ocasión del Premio Nobel de Literatura 2010, que la Academia Sueca entregó al novelista peruano Mario Vargas Llosa, su hijo Álvaro publicó el pasado domingo 10 de octubre, en ese mismo periódico chileno, un artículo titulado “Todo sobre mi padre”, en el que más allá de las razonables y hasta lógicas loas dedicadas a su progenitor (por lo demás, muy merecidas desde la perspectiva escritural), dejó deslizar no sólo algunos perfiles propios de un ‘sudaca’ que ha entregado su alma al patroncito sajón, sino, también, derramó una ignorancia voluntariosamente mezclada con buena pluma. Escribir bonito no implica, necesariamente, tener la razón ni estar bien informado.
El hijo del reciente ganador del Nobel de Literatura, en una parte de su artículo en comento, con aires de historiador o de antropólogo social, escribió:
“”Hay algo provinciano, es cierto, en que un escritor tenga en América Latina la proyección e influencia de un estadista. En los países avanzados, no suele ser así. Se ve, desde el mundo desarrollado, como algo exótico y anticuado el que un hombre de letras tenga que ejercer de conciencia pública o de tribuno político.””
Discrepo de tal opinión, y por el contrario estoy cierto de que algunos ‘hombres de letras’ crearon no sólo Estados y Repúblicas, sino también conciencias y humanismos, al influir significativamente –para bien o para mal- en la sociedad que les correspondió vivir. Esto no sólo acaeció en la Edad Antigua, pues sucede también hoy, en plena globalización, tanto en países subdesarrollados como en aquellos que son potencias industriales.
No hay suficiente espacio en artículos como este, para desarrollar en extenso una respuesta a la aventurada afirmación de don Álvaro. No obstante, es imposible dejar pasar graciosamente tamaña equivocación (que tiene fuerte aroma a interesada falacia), por lo que resulta oportuno recordar, aunque sea demasiado somero el apunte, a algunos escritores y hombres de letras que no eran latinoamericanos pero, en cambio, igualmente influyeron –y mucho- en sus respectivas naciones, territorios o países, tal como es el caso de Pericles en Atenas, Cicerón en Roma, Voltaire, Rousseau y Montesquieu en Francia, Jefferson, Lincoln y Kennedy en Estados Unidos de Norteamérica; Lenin en la Unión Soviética; Confucio en toda el Asia del sudeste; Mao Tse Tung en China, Hitler en Alemania; Tagore en India, etc., etc., sólo por nombrar a quienes parecen ser más conocidos por el grueso de la humanidad.
Y si a pesar de lo que piense y desee el señor Álvaro Vargas Llosa, nos detenemos a observar qué ha ocurrido en esta misma materia acá en nuestra querida América Latina, veremos que son muchos los casos de ‘hombres de letras’ que han derivado en estadistas o, por otra parte, se han constituido en elemento fundamental para la estructuración de un gobierno o de una política oficial en cualquiera de los muchos ámbitos en que se mueve una administración nacional.
Andrés Bello es el caso más notorio y notable en nuestro país, así como Domingo Faustino Sarmiento lo fue en Argentina. Podríamos, ciertamente, extendernos mucho más analizando en rigor lo que pudieron significar para el desarrollo político y legislativo chileno autores como Fermín Vivaceta, Francisco Bilbao, Luis Emilio Recabarren, Eusebio Lillo, Pablo Neruda, y otros de menor talante literario pero no menos significativos en el acontecer político.
En el puntual caso de los señores Vargas Llosa, en sus respectivas calidades de articulistas, se hace imprescindible señalar que una cosa es manifestar una idea honestamente subjetiva, y otra muy distinta es pretender torcerle la nariz a la realidad acomodándola a sus personales intereses coyunturales.
El problema principal es la inconsecuencia política de Mario Vargas Llosa con respecto al contenido de muchas de sus novelas, pues en ellas se muestra (o pretende mostrarse) como un buen hijo de Latinoamérica, pero en sus artículos periodísticos, así como en sus charlas y seminarios, el ‘malinchismo’ le fluye a raudales, y ello se nota a pesar de que hace serios intentos por aparecer como un buen hijo de la globalización, vale decir, como un ente sin fronteras ni nacionalidades, aunque severamente apasionado por todo lo que signifique dinero, poder y encumbramiento social, lo cual le lleva no solo a odiar aquello y aquellos que huelan a izquierda sino, también, a crear fantasías políticas que pretende contrabandear como verdades absolutas aunque después se vea obligado a nadar en el mar de la incoherencia.
Para comprobar lo anterior me permito añadir un dato fácil de comprobar usando el buscador Google: en 1999 cuando Venezuela se aprestaba a aprobar su nueva constitución bolivariana, discutida y redactada por una Asamblea Constituyente elegida democráticamente, el señor Mario Vargas Llosa -invitado por esa agencia-ONG empresarial venezolana, promotora del ultraneoliberalismo, y engranaje de la CIA, conocida como CEDICE- llegó a Caracas a montar una de sus habituales alharacas mediático-politiqueras, denunciando el carácter totalitario de la Constitución Bolivariana.
Fracasó rotundamente, pese al eco que le hicieron todos los medios de prensa y TV derechistas de Venezuela, el continente (GDA-SIP) y España, ya que el electorado venezolano la aprobó con el 87,8% (SI), con apenas un 7,3% de votos NO.
Años después, e invitado por el mismo CEDICE, y con la compañía de algunos dirigentes UDI, como Joaquín Lavín y Cristián Larroulet, que prefirieron guardar cuidadoso silencio al volver a Chile, Vargas Llosa fue a hacer una nueva campaña del terror y desprestigio contra el gobierno venezolano del Presidente Chávez, pero esta vez invocando y adorando la misma Constitución que él había tildado de totalitaria antes del referendo de diciembre de 1999.
Una vez más a Vargas Llosa le fue mal, pues el evento del CEDICE pasó sin pena ni gloria y no pudo revertir las victorias políticas y electorales del PSUV-Alianza Patriótica y del Presidente Chávez en las elecciones de noviembre de 2008 y en el referéndum constitucional de febrero 2009, ambos ganados con alrededor del 56% de los votos.
No hay que olvidar tampoco el viaje que el novelista peruano realizó en diciembre y enero (2009 y 2010) a Chile, apoyando a los candidatos pinochetistas al Parlamento, lo que le valió sonoras pifias y abucheos en una de sus‘visitas oficiales’ a cierta dependencia cultural santiaguina.
Por ello, Mario Benedetti, asegura que a Vargas Llosa “hay que leerlo, pero no escucharlo”. Pero, el poeta y escritor peruano Carlos Angulo Rivas es más duro aun en su opinión respecto de la voltereta política de Mario Vargas Llosa, pues en un artículo publicado en la prensa de Lima, Angulo Rivas acusa:
“Señor Vargas, usted defiende a los ricos y poderosos porque disfruta de ellos y con ellos; además, piensa como ellos: que los analfabetos son necesarios al sistema de dominación porque de ese modo no conocen las palabras democracia ni libertad; y que los ignorantes son útiles porque desconocen sus derechos; y que los pobres son inevitables a fin de manejarlos de acuerdo a sus necesidades y su hambre; y que los trabajadores son piezas de recambio sin dignidad, reemplazables en cualquier momento porque deben mendigar trabajo; y que los indígenas y campesinos deben quedarse tranquilos esperando la usurpación de sus tierras y los recursos naturales a favor de la inversión; y que los enfermos deben seguir enfermos porque ya no sirven para trabajar y nada producen; y que el Estado es propiedad de los ricos porque el resto de la ciudadanía no sabe gobernar. Este es el mundo ideal que preconiza ¿verdad, señor Vargas Llosa? Y si no es así como usted dice, porque le viene en gana, todos los líderes de oposición al sistema de la falsa democracia que defiende son unos infecto-contagiosos a ser odiados con furia, son la “hez” que según usted le “revuelven las tripas.”
“La Academia debe haberle entregado el Premio ‘vomitando’”, dijo el escritor Alberto Fuguet, y a muchos chilenos también se les revuelve el estómago cuando leen los artículos de prensa escritos por estos dos epítomes del entreguismo, padre e hijo, Mario y Álvaro, ya que en tales columnas nunca han dicho una sola palabra respecto del golpe de estado en Honduras, ni tampoco han gastado una mísera gota de tinta para referirse al intento de golpe de estado en Ecuador.
¿Y en su calidad de columnistas qué han escrito, lenguajeado o discurseado respecto de la crisis global del capitalismo especulador que ha provocado cientos de miles de quiebras, y la pérdida de 15 millones de puestos de trabajo en EEUU, y aun mucho más en Europa? ¿Qué han escrito en relación a la concentración brutal del ingreso? ¿Y respecto de la profundidad de la brecha económica? En esos temas trascendentes guardan ominoso silencio porque carecen de argumentos y la dura realidad les juega en contra.
Entonces, para intentar seguir apareciendo en los medios de prensa derechistas como “un escritor que transita sobre el fiel de la balanza, desnudando a los de aquí y a los de allá”, Mario Vargas Llosa se apresta a publicar una novela titulada “El sueño del celta”, que es un escrito en el cual denuncia uno de los aspectos más infames del neoliberalismo manchesteriano del siglo diecinueve: el tráfico de esclavos. De esta manera, el señor Vargas cree que logra lavar su imagen de fundamentalista de derecha, de latinoamericano que ha renegado de sus raíces (lo cual poco importaría si no insistiera en atacar con saña a quienes seguimos siendo orgullosamente latinoamericanos).
Por ello, luego de leer las múltiples columnas de opinión escritas por don Álvaro y por su padre Mario, se llega a la necesaria conclusión de que ambos –representantes hoy de la derecha ultra neoliberal y enemigos acérrimos de todo lo que huela a progresismo y estado de bienestar social- hacen lo imposible para que sus lectores se auto convenzan de cuán inútiles resultarían ser, para América Latina, las ideas socialistas en la era política del capitalismo salvaje… y como tales ideas son proclamadas por autores de izquierda, ergo, la sociedad de los Llosa extrema esfuerzos por desacreditarlas, aun a riesgo de decir incoherencias y asegurar asuntos que no se corresponden con la historia real.
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