Aquellas personas que pecan en su osadía y se rasgan las vestiduras por la defensa a ultranza de la democracia representativa, deberían leer sin tardanza alguna “Nuestra Democracia”, reciente publicación conjunta entre el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Organización de los Estados Americanos (OEA). Más que por las instituciones patrocinantes, el contenido es producto de un trabajo de investigación profunda que pone al descubierto la fragilidad de los sistemas políticos latinoamericanos, sustentados en los regímenes de democracias representativas.
Se trata de una publicación con unas doscientas once páginas que en la voracidad de una noche fría me las leí todas, para al final terminar de consolidar mi convicción ideológica sobre el camino a seguir. Así, comienzo a reflexionar que seguir anclado en los puertos de la democracia representativa no tiene ningún sentido, porque nos impide soltar amarras para navegar hacia otras fuentes ideológicas y de agua cristalina, donde se pueda ver el sol de la verdadera solidaridad humana. Es por ello que se debe salir de prisa de ese puerto contaminado que es la democracia representativa, donde gobiernan los falsos, los demagogos y corruptos, tal como ocurrió en Venezuela en los tiempos de la Cuarta República.
Adentrándonos en el contenido del referido texto, encontramos el diagnóstico general de las democracias latinoamericanas, cuyos principales síntomas son: baja calidad de los gobiernos, frustración de los ciudadanos ante “la desigualdad de riqueza y poder”, poca o nada participación popular en los asuntos públicos, corrupción galopante, inseguridad, desempleo, narcotráfico, prostitución, exclusión; y para rematar mucha pobreza y miseria. Esa es la realidad de la mayoría de las democracias latinoamericanas, donde los gobiernos hipócritas y corruptos de la derecha intentan ocultar, tal es el caso de Colombia, Chile, Perú, Costa Rica, México y Panamá, donde la sociedad sufre y las democracias parecen estar en estado febril.
Tal como lo señala el documento publicado, es necesario discutir la naturaleza de la democracia en crisis y comprender -diríamos nosotros-, los escenarios y transformaciones que hay que impulsar al interior de las mismas para pasar a otras etapas políticas de mayor envergadura y protagonismo. Creemos firmemente que más allá de fortalecer la gobernabilidad y promover elecciones periódicas, lo que hay que hacer es fortalecer la sociedad, con todos sus sectores, para que sean impulsores de las transformaciones radicales que se necesitan y salir del lastre que le imponen las poderosas clases sociales, que se roban el gobierno y las instituciones.
De verdad, América Latina está harta de las democracias tradicionales, conservadoras y derechistas, de las democracias tuteladas y engañosas que te manipulan la conciencia para dominarte y someterte. Entonces el reto es no desmayar ni un instante en la gran tarea de consolidar la democracia revolucionaria, tal como ya se está haciendo en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina y Brasil, donde nacen nuevos sistemas políticos y el ocaso de las democracias tipo mazamorreras y puntofijistas es inevitable.
Politólogo
eduardojm51@yahoo.es