No se había escrutado el 10% de la votación, por estado en Estados Unidos, y ya los partidos políticos y, fundamentalmente, los grandes medios de comunicación sabían quiénes habían sido los vencedores para el senado, la cámara y las gobernaciones. De manera inmediata, un ideólogo del imperialismo que tuvo que ver con la política exterior estadounidense del expresidentes Bush para América Latina, lanzó a la opinión pública mundial el siguiente mojón insostenible y repugnante: “En Estados Unidos se produjo una revolución popular”.
Los ideólogos del imperialismo no agarran escarmiento, no quieren comprender que los pueblos también se ilustran y se arman de teoría o de conocimiento sin necesidad de ir a las universidades de las grandes metrópolis del capitalismo. No quieren creer que en el diario acontecer del trabajo explotado y del desenvolvimiento social de las comunidades, hacen ebullición las ideas que se contradicen en visión de mundo. Decir que “En Estados Unidos se produjo una revolución popular” es como creer que nuestra ignorancia es absoluta, es como aseverar que el mundo llamado subdesarrollado carece de cerebro y también de cerebelo. ¡Ah!, nos parece aunque no lo aseguramos fue un tal Otto Reich quien dijo el exabrupto que se grabará en la memoria como un autogolpe mortal contra su propia irracionalidad.
Que los republicanos hayan ganado la mayoría de la Cámara, que hayan ganado la mayoría de las gobernaciones y senadores que estaban en juego en las recién finalizadas elecciones en Estados Unidos, sea una revolución popular es un indicativo, más bien, como si la historia estadounidense marchara hacia atrás. Pero en verdad, ésta marcha es hacia delante, hacia el abismo que más pronto que tarde le hará enterrar su cabeza boca abajo para nunca más levantarla ante el nacimiento de una nueva luz que luzca para toda la humanidad. Si eso es una revolución popular, bienvenida sea. Pero esa no fue la intención del ideólogo. Por ella entendió el triunfo de los republicanos sobre los demócratas, olvidando que eso suele ser común en Estados Unidos. Bush o, mejor dicho, los Bush deben estar bailando en una sola pata de tanta emoción que les hace superar el dolor de ver caer, en su propio patio, a los Rangers de Texas vencidos en cuatro victorias por una derrota la conocida Serie Mundial de Béisbol 2010. Ya Pool –el pulpo- no existía para haberle consultado sobre el resultado de los encuentros. Los lobos no congenian con los pronósticos astrológicos sino con la parte cuantitativa de las matemáticas.
Un pueblo que vote por los déspotas y perversos de la política, para que lo gobierne y realice invasiones a otras regiones para esclavizar otros pueblos, no es libre aunque se resigne a creer que es democrático. Eso acontece con la mayoría del pueblo estadounidense, sea demócrata o sea republicano. Obama no ha hecho absolutamente nada que valga la pena destacar como un mandatario respetuoso del derecho a la autodeterminación de los pueblos; no ha gesticulado ni un solo gesto contra las políticas económicas de rapiña que ejecutan los grandes súper monopolios económicos estadounidenses fuera de su territorio; no ha dicho ni pío para ponerle fin a ese bloqueo monstruoso que aplican contra Cuba sino, más bien, lo ha reafirmado; no ha movido ni un solo dedo para que se haga verdadera justicia con los cinco héroes cubanos que en vez de ser premiados como luchadores antiterroristas, purgan condena en cárceles en Estados Unidos como terroristas; en fin, su mandato está transcurriendo sin pena ni gloria aunque le dieron un Premio Nóbel de la Paz simplemente por haber sido el primer negro que llega como Presidente a la Casa Blanca.
El mundo democrático y, especialmente, los gobiernos que se declaran antiimperialistas, no deben dejar de analizar el recién resultado electoral en Estados Unidos. Si bien el triunfo de la candidata del Partido de los Trabajadores en Brasil, para dar continuidad al pensamiento y obra de Lula, es un aliciente sin que lleguemos a confundirnos creyendo que el socialismo está avanzando en la gran nación suramericana, debemos preocuparnos y hasta prepararnos por lo que nos viene en adelante con esas victorias republicanas en Estados Unidos, porque indican que en el 2012 el triunfo del candidato republicano será inevitable. Entonces: adiós luz que te apagaste si nos encuentran desubicados, desorientados, desarmados y dormidos como el camarón que se lo lleva la corriente.
El imperialismo se siente con tanto poder que no sólo se burla de los conceptos o de las categorías históricas sino, igualmente, de la gente, de los pueblos creyéndolos tontos de por vida. Es tan cínico que se atreve anunciarnos públicamente el destino que nos espera si no obedecemos ciega y sumisamente sus designios. Y si en Estados Unidos se ha producido una revolución popular nada le importa al imperialismo extender ese género de revolución a la mayor parte del planeta, repartiéndose éste con las otras poquísimas grandes potencias del capitalismo imperialista. Esa es un condición sine quo non para que la globalización capitalista perdure, dominando el mundo, durante varias décadas continuadas. Si llegásemos mantenernos y tragarnos el mojón que podemos, en la actualidad, derrotar al imperialismo mientras el proletariado de las naciones capitalistas altamente desarrolladas se mantenga resignado al predominio del capital, tal como está aconteciendo, podemos ir derechito a un abismo sin horizonte y sin salida. Lo que sí está clarísimo es que en el país donde existan condiciones objetivas by subjetivas para que se produzca una revolución proletaria, debe ser estimulada al máximo para que salga victoriosa y se enfile a los principios más elementales de la transición del capitalismo al socialismo. Y éste género de revolución no tiene nada que ver, en lo absoluto, con ese género de revolución popular que se ha producido en Estados Unidos con la victoria de los republicanos en las elecciones para la Cámara, el Senado y las gobernaciones.
Ya nuestros pueblos, los de los países tenidos como subdesarrollados, no son “tan” bobos, señor Otto Reich. Que Dios lo perdone, pero no la revolución proletaria. Que se coman los republicanos la tal “revolución popular” en hamburguesas, es otro problema, pero nosotros: no, mil veces y más no