Alguien, en el 2º piso, en el patio de los naranjos o en cualquiera de los salones de La Moneda, deberá hacer de tripas corazón y encarar al Presidente haciéndole ver que “está dando jugo” con tanta payasada farandulera.
Arturo Alejandro Muñoz
RECUERDO QUE HACE algún tiempo
circulaba una mala broma que comenzaba con una pregunta y terminaba
con una especie de pequeño insulto, mas, pese a ello, reflejaba en
alguna medida una verdad inexcusable.
¿Qué es el ‘ego’? Preguntábamos,
y de inmediato –ante el silencio de nuestro interlocutor- respondíamos:
“el ego es el pequeño argentinito que todos llevamos dentro”.
Este chiste no era patrimonio
de los chilenos, pues lo escuché muchas veces de labios brasileños,
paraguayos, e incluso uruguayos, lo que señala cuán rápido circulan
por América Latina las bromas, chistes y cahuines, sin poder determinar
con exactitud dónde se iniciaron.
El asunto es que ahora deberemos
cambiar el depositario del ‘ego’ según manifiesta la broma en comento,
ya que los chilenos –de acuerdo a la opinión mayoritaria de nuestros
vecinos- hemos ascendido con mucha aceleración en la pirámide de los
insoportablemente egocéntricos, desplazando no sólo a los rioplatenses
sino también a cariocas, paulistas y ‘gaúchos’
de Rio Grande do Sul…asuntos que constituyen palabras mayores.
Y en nuestro país, quien
lleva la delantera en estos menesteres es, ni más ni menos, el Presidente
de la República, don Sebastián Piñera Echenique, cuya hiperkinesis
traspasa las fronteras de lo tolerable y se adentra en los oscuros territorios
de la psiquiatría clínica.
No es cosa gratuita ni incomprensible
que en Argentina nos devuelvan la mano, y por esos rumbos hagan circular
a toda velocidad el mismo chiste, pero remasterizado. “¿Qué es el
ego? Es el petiso ‘piñerita’ que cada uno lleva dentro”, vociferan
y se retuercen de risa. ¿Un insulto? ¿Un despropósito?...quizá sí…tal
vez no.
Toda persona que voluntariamente
se inserta en la actividad pública, renuncia obligadamente a su vida
privada. Es una de las primeras reglas del juego político. Por ello,
llorar o indignarse porque alguien le ha sacado al sol algunos trapitos
personales o familiares, sólo sirve para acrecentar el volumen y el
fondo de las críticas.
Contra el murmullo del pueblo,
contra el “correveidile”, o contra el correo de la calle,
nadie –ni el Papa ni el dictador más feroz- puede luchar ni detenerlo.
En estos menesteres es sano recordar aquella frase con la que el periodista
Volpone encabezaba todas las ediciones del diario Clarín: “Cavernarios,
el pensamiento no se multa ni se encarcela”. Incluso el asesino
y ladrón Pinochet –dueño de todas las balas y todos los cañones-
bebió el amargo ajenjo de esa frase…¡cómo olvidarlo!
En el caso del señor Piñera
Echenique, a la incontinencia verbal ha sumado acciones propias de un
bufón, pero de los malos, de los fomes que finalmente terminan siendo
pifiados. Si hay un caballo, quiere montarlo; si hay un desfile militar
quiere encabezarlo; si hay un bote, quiere remar; si hay una pelota
quiere patear un penal; si hay un Ford ‘T’ quiere conducirlo; si
hay un helicóptero, quiere pilotarlo; si hay una nalga quiere ponerle
una inyección; si hay un escenario quiere ocuparlo…definitivamente
es demasiado.
Tanto busca cámara, que llega
el momento de la saturación. Hace pocas horas le vimos por TV encaramado
en la moto 450 cc de Francisco ‘Chaleco’ López, sonriendo marqueteramente
ante periodistas, cámaras y público en el parque automotriz que el
rally Dakar estableció en Arica, donde –era que no- desde La Moneda
había llegado ya la orden de levantar una carpa –en medio del
parque automotriz de esa competencia internacional-, pues el Presidente
quería permanecer allí junto a los pilotos y técnicos durante varias
horas, específicamente durante la presencia de la prensa..
¿Es un problema de ‘ego’
elevado a la máxima potencia, o hay algo más en este intrincado asunto
que para algunos partidarios de don Sebastián obedece sólo a
‘ingeniería publicitaria política’? A este respecto, me permito
‘plagiarme a mí mismo’ y reiterar unos párrafos que escribí en
artículos anteriores.
Un amigo radical –de esos
radicales a la antigua, republicano y chunchulero- asegura que Piñera
está afectado por un mal social que años atrás el pueblo bautizó
como “el síndrome Pato Peñaloza”. ¿No sabe de qué se trata?
Bueno, la verdad es que para conocer ese síndrome usted tendría que
haber leído –hace algunas décadas- la revista de variedades y chistes
picantitos más famosa de Chile: “El Pingüino”.
En esa revista, creada y dirigida
por Guido Vallejos, había una página dedicada a “Los relatos del
Pato Peñaloza”, que era un personaje de baja estatura, gran jopo
engominado, bracitos y piernas cortitas, chamullero, fantasioso, un
pesado insoportable, siempre vestido con el mejor de los ternos, pero
lo más importante era que ese personaje tenía el complejo de los chicos,
de los petisos…vale decir, creíase galán absoluto y juraba que todas
las mujeres morían de amor por él, adoraba ser figurín, centro de
mesa, florerito…mas, siempre salía trasquilado, debiendo desaparecer
rápidamente de escena para evitar sufrir una vergüenza mayor o, en
el peor de los casos, una buena golpiza.
Claro que el ridículo que
había hecho lo olvidaba en pocas horas, exhibiendo al otro día -en
gloria y majestad- las mismas ‘virtudes’ que estuvieron en un tris
de provocarle la peor de las pateaduras.
Es posible (sólo posible)
que un mandatario pueda dirigir un país mezclando seriedad con farándula
y egocentrismo, pero en los casos conocidos ello terminó
siendo un fiasco absoluto. Recordemos lo acontecido al ex presidente
ecuatoriano, Abdalá Bucaram, o al ex mandatario brasileño Fernando
Collor de Mello, para aquilatar cuán peligrosa resulta esa mixtura,
no sólo para quien la utiliza sino también para el país en general.
En Europa, Silvio Berlusconi (cuya figura política-empresarial muchos
chilenos asocian con Piñera) ya está probando el amargo sabor de ese
trago, y no se requiere ser analista político para barruntar que terminará
peor de lo que él y sus cada vez más escasos partidarios pudiesen
suponer.
Alguien, en el 2º piso,
en el patio de los naranjos o en cualquiera de los salones de La Moneda,
deberá hacer de tripas corazón y encarar a Piñera diciéndole
que “está dando jugo” con tanta payasada farandulera. Soy consciente
de que lo anterior es un esfuerzo cuyo resultado posee difícil pronóstico,
ya que ni siquiera a su propia esposa atendió el mandatario, luego
de aquella frase en sordina que todo el planeta escuchó: ‘no lo muestres’.
Pues, lo siguió mostrando (el papelito aquel, el de “Estamos bien
en el refugio los 33’).
Entonces, así mirada
esta situación, nuestro Presidente deambula entre el egocentrismo enfermizo
y el ‘síndrome Pato Peñaloza’, acompañado todo ello por una incontinencia
verbal que se asiente en una ignorancia supina respecto de la
diplomacia, la política en serio y la Historia, pero autocomplaciente
debido a los arcones de oro y monedas sobre los cuales descansa su nombre.
Peligrosa mezcla, sin duda. Pero peligrosa no sólo para el país y los chilenos, sino también para él.
arturoalejandro90@gmail.com