Los cobardes
retan a los valientes, los sediciosos
persiguen a los demócratas y los corruptos abominan de los libertarios
y de los honestos. Es la peculiar ‘democracia’ del Chile actual,
impuesta por el Duopolio Binominal Alianza-Concertación.
LAS MEZCOLANZAS
sólo dan resultados positivos en asuntos gastronómicos, donde, por
ejemplo, la ensalada césar, así como la palta reina y el tutifruti
–llamado también ‘macedonia’- gusta a la mayoría de los gourmets
criollos. Pero, en cuestiones políticas toda mezcolanza o mixtura termina
mal, dejando pésimo sabor de boca en los comensales, amén de una indigestión
de pronóstico incierto.
Por eso me
he permitido redactar esta croniquilla dedicándola a los varones mayores
de 50 años de edad, especialmente a aquellos que en la década de 1980
se empinaban sobre los 20 años de vida, y que hoy –cuando las papas
están frías y no queman- salen al ruedo exigiendo a los de antes,
a los de ayer y a los de hoy, “coraje, fortaleza y consecuencia”,
tres elementos de los que muchos chilenos que ahora vociferan (muchísimos
en verdad) carecieron en ese entonces.
No quiero dejar
pasar la oportunidad dorada que brindan estas líneas para reconocer
que mi pequeña lucha contra la dictadura significó perder mi matrimonio,
mi familia y mi seguridad. Los náufragos políticos que ayudé a rescatar,
finalmente decidieron traicionarme y cerrar las puertas del entendimiento
para impedir que mi opinión prosperase, a la vez que acordaban –a
mis espaldas- nuevos tratos con los vástagos de aquel tirano que, junto
a otros miles como yo, combatí sin armas, sin dinero, sin apoyo externo
y sin más interés que devolverle a la patria la libertad y la democracia.
Hoy, muchos
de esos socios del pinochetismo neoliberal (me refiero particularmente
a los que dicen ser o haber sido ‘concertacionistas’) ocupan cargos
en el poder legislativo y en concejos municipales, alcaldías y otros
servicios públicos, incluyendo cómodas labores bien rentadas en embajadas,
argumentando que el ‘servicio público’ está por sobre la Historia,
la consecuencia política, la moral y la democracia.
Sólo como
ejemplo y simple pregunta: ¿cuántos alcaldes, concejales, diputados
y senadores, actuales, que se llenan la boca con la palabra ‘democracia’,
movieron aunque fuese un simple dedo para combatir la dictadura y aportar
a la lucha de la libertad en la década de 1980?
He sabido,
por versiones de gente que me es absolutamente confiable, que algunos
parlamentarios y ediles concertacionistas, en esos años de lucha abierta
contra el dictador, tiritaban de miedo escondidos bajo las polleras
de sus madres y esposas en sus respectivos domicilios. Se me ha asegurado
que incluso hubo algunos –en la región del Libertador- que salieron
voluntariamente a las calles a aplaudir las acciones del genocida que
ocupaba ilegal e inmoralmente La Moneda, tildando de ‘locos y delincuentes’
a quienes, en ese entonces, luchaban contra la dictadura. ¡¡Y hoy
ocupan cargos públicos!! ¡¡Una vergüenza, una traición, una inmoralidad!!
Que se entienda
claro entonces: las siguientes líneas no están dedicadas a los jóvenes
de hoy, ya que estos nacieron durante o después de los años sangrientos
de la dictadura genocida de unos militares que eran simples yanaconas
de la derecha económica. Estas líneas van destinadas, única y exclusivamente,
a aquellos ‘dirigentes’ supuestamente progresistas y demócratas
que continúan mamando sin vergüenza alguna no sólo de la teta fiscal
sino, además, del esfuerzo diario desplegado por 16 millones de chilenos.
Luego de tanta
experiencia acumulada en más de 40 años de interés por la política,
y de conocimiento de sus recovecos, me es dable asegurar que en Chile
un pequeño grupo de valientes permitió que un enorme lote de
cobardes se haya apoderado del gobierno, del Congreso y de las principales
instituciones públicas de la nación, además de permitirse (esos cobardijas)
insultar y ningunear a quienes ofrendaron sus seguridades, sus economías
e incluso sus vidas en algunos casos, para que tales gallináceos yanaconas
se enquistaran en las cúpulas del poder.
Por ello, resulta
paradójico que ciertos personajes –encumbrados hoy a cargos de alta
responsabilidad pública- pretendan dar cátedras sobre civismo, república
y democracia, si en el pasado cercano fueron los principales adalides
de la sedición, el soplonaje y el golpismo que derivó en una secuela
de asesinatos, torturas y desapariciones llevadas a efecto por agentes
del estado… de ese mismo estado ilícito que los personajillos
en comento ayudaron a establecer, formaron parte de él y lo defendieron
con dientes y garras hasta tres mil días después del triunfo del NO
en el plebiscito de 1988.
Por ello, también,
resulta inaceptable que otros personajes de aquel sector político que
alguna vez fuese considerado ‘progresista’, hoy actúen en calidad
de subordinados obsecuentes y mayordomiles de los individuos mencionados
en el párrafo anterior, trazando líneas muy diferentes a aquellas
que prometieron a sus electores cuando se presentaron en campaña política
para ocupar cargos de alta significación y responsabilidad.
Todos esos
actores –muchos de los cuales los lectores conocen e identifican rápidamente-
cumplieron en dictadura sólo uno de estos tres roles, a saber:
- coadyuvantes del milicaje asesino y/o socios del ladronaje empresarial que se agenció a precio de huevo el parque industrial fiscal merced a dádivas firmadas por el delincuente Pinochet pocas horas antes de abandonar La Moneda, o…
- ‘opositores agua tibia’ a la dictadura, que permanecieron temblando de pavor al interior de sus casas y trabajos, llegando incluso a denostar ácidamente a quienes –en esos años- luchaban a cara descubierta contra la dictadura, o…
- politicastros que fueron responsables en gran medida del deterioro de la democracia pero que se refugiaron en el exterior, y desde allí iniciaron conversaciones con la dictadura y con los grupos empresariales pro Pinochet para acordar la estructuración de una nueva maldita sociedad de intereses económicos, llamada Duopolio Binominal Alianza-Concertación.
Estos tres
tipos o clases de cipayos que he mencionado en los puntos anteriores,
son quienes hoy, muy ufanos y orondos, encaramados en el uso y abuso
de los escasos medios de prensa existentes en el país (que, por lo
demás, forman parte de sus propiedades), quieren convencer a la ciudadanía
respecto de la definición –peculiar e interesada- de lo que ellos
entienden por ‘democracia’, la cual se circunscribe exclusivamente
a emitir, cada cierto tiempo, un sufragio a favor de cualquiera de los
candidatos “nominados por esa mafia duopólica binominal”, pero
negándole a la sociedad civil (al electorado y al ciudadano) toda posibilidad
de emitir órdenes para variar el rumbo de determinada cuestión, o
para modernizar, mejorar o, simplemente, actuar en justicia, en cualquier
ámbito del quehacer nacional.
Así, la mezcolanza
de intereses y clasismo conforman nuestro actual escenario político,
el que difiere muy poco de aquellos otros escenarios que el país conoció
hace más de un siglo, cuando ‘pelucones y pipiolos’, o ‘conservadores
y liberales’, se repartían sin rubor alguno las tierras y recursos
naturales del país, entregándolos a escasas familias que aportaban
también nombres para el manejo absolutista y arbitrario de la economía,
el gobierno, la milicia y la iglesia.
Hoy, con poses
y vestimentas distintas, esos mismos gaznápiros neofascistas son quienes
se han apoderado de la nación y de su geografía, de la gente que lo
puebla… y de la prensa que manejan mediante la entrega de farándula,
circo, imbecilidades y realities para mantener al pueblo embobado en
lo que no es relevante, pero que sirve de cobijo a los poderosos para
el despojo a destajo de esta austral patria llamada –hasta ahora-
Chile.
Es de esperar que más temprano que tarde, los chilenos recuperen sus capacidades de reflexión y análisis, pues sólo mediante ellos nuestra nación estará en condiciones concretas de comenzar a caminar los rumbos de justicia social y participación activa que termine con el reinado del actual familisterio y, además, pueda poner definitivamente fin a esta “dictadura perfecta” impuesta por el duopolio binominal y los partidos políticos que lo conforman, desde la UDI talibana hasta los comunistas del plato de lentejas.
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