El nombre del historiador y politólogo Eric Toussaint aparece regularmente en publicaciones de izquierda desde las cuales se adentra en el análisis de temas económicos. Ante los laberintos de la crisis, la deuda, el FMI y el Banco Mundial, este intelectual y sus colaboradores se muestran más preocupados por proponer que por inventariar. El también presidente del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM) de Bélgica y organizador de los Foros Sociales Mundiales, dedica la mayoría de sus esfuerzos a apoyar, extender y promover alternativas al modo de operar del sistema capitalista. Por esta razón, acaba de lanzar el libro Crisis global y alternativas desde la perspectiva del Sur que publicó la Editorial cubana Ciencias Sociales y fue presentado durante la 20a. Feria Internacional del Libro de La Habana.
Al decir de François Houtart, “este volumen es la expresión de un trabajo académico totalmente vinculado con los foros sociales y de un compromiso fundamental, que ofrece la posibilidad de tomar posición hacia algunas cuestiones”. La identificación de Toussaint con las causas del Tercer Mundo ha sido palpable en el asesoramiento a varios procesos políticos que tienen lugar en diversas latitudes. Él mismo reconoce que “cuando gobiernos de izquierda se comunican con nosotros para pedir asesoría, respondemos de manera positiva. Apoyamos al gobierno de Ecuador para el tema de la deuda y la creación del Banco del Sur. Para nosotros es importante combinar la acción en las bases y la colaboración con gobiernos progresistas”.
La red que dirige se dedica a promover las reivindicaciones de distinto tipo, como las feministas, “que son apoyadas en sus metas de autodirección, autopromoción y autoemancipación. Nos hemos propuesto también preparar activistas para reivindicar mejor las soluciones alternativas ante la crisis”.
Sobre las soluciones concretas a las cuales dedica las páginas de Crisis global…, Toussaint explica: “Proponemos la abolición de la deuda externa; la realización de auditorías de las deudas internas para determinar cuál parte de ella es ilegítima y cuál no, en función de lo que no tiene que ser pagado; la reivindicación en términos de soberanía alimentaria —apoyo a la producción campesina, familiar, orgánica—; la necesidad de expropiar a las grandes trasnacionales y transformar o desmantelar los grandes grupos empresariales y banqueros internacionales, en la agricultura como en la industria, las finanzas, etc.; la urgencia de avanzar hacia una integración regional y fortalecer, darle vida real al ALBA, ir más allá de lo que se ha realizado hasta ahora, que resulta insuficiente a pesar de ser muy positivo. En este último caso, al nivel en que nos encontramos, los movimientos sociales tienen que actuar para presionar a los gobiernos en función de transformar el ALBA en un instrumento de integración de los pueblos y no solamente en un instrumento intergubernamental”.
Este investigador reconoce, no obstante, que el ALBA cuenta ya con logros de importancia neurálgica como la creación del Sucre y el Banco del Sur. Además, señala que “entre las metas que debe trazarse este proyecto se debe tomar en cuenta la creación de una universidad del Sur; la potenciación de las culturas populares que ayuden a fortalecer las características de la región frente a la cultura de Hollywood y el fast food; así como la atención a la producción local”.
Teniendo en cuenta la centralidad otorgada por Toussaint a la lucha de los movimientos sociales y su vínculo con América Latina (fue miembro de la Comisión de Auditoría Integral del Crédito Público en Ecuador entre 2007 y 2008), el investigador intercambió también con La Jiribilla sus apreciaciones sobre las miradas europeas al activismo social en el continente americano: “Entre los movimientos sociales de Europa hay una visión muy positiva hacia los movimientos de América Latina. Incluso muchos de ellos demuestran admiración. Porque la percepción que existe en Europa es que con las movilizaciones —como las de oposición al ALCA desde los movimientos sociales y algunos gobiernos del Sur y haber logrado parar la ofensiva de Bush a favor de esta política— se ha demostrado su fuerza.
“La admiración también se manifiesta con frecuencia respecto a movimientos sociales como el de los indígenas en Bolivia o Ecuador. Puedo dar fe de una admiración generalizada desde los movimientos que sostienen luchas similares por una alternativa. En Europa está presente la voluntad de reforzar los lazos entre los movimientos sociales de todo el mundo. Con este fin, creamos como instrumento la Asamblea Mundial de los Movimientos Sociales, en la cual los activistas de América Latina cumplen un papel muy activo con otras organizaciones.
En el caso del Comité por la Abolición de la Deuda del Tercer Mundo, no hay una separación entre los diferentes movimientos, pues estos forman parte de una misma red horizontal. No se trata de negociar nada en común, sino de converger, trabajar, colaborar de igual a igual entre nosotros”.
Al valorar objetivamente la posibilidad de logros reales en las causas emprendidas desde posiciones alternativas, Toussaint concluyó que espacios como el Foro Social Mundial, deben ir convirtiéndose, más que en lugar de encuentros, en momentos de acción: “Es claro que el Foro Social Mundial tiene límites. Existe hace más de diez años y se niega a convocar acciones, a hacer avanzar propuestas. Queremos cambiar esto y convencer a la mayoría de los dirigentes del Foro, entre los que también nos contamos nosotros, de cambiar de rumbo y asumir que el Foro tiene que ser un instrumento para ayudar a las luchas y no solamente un instrumento de debate, de comentarios”.
Para el autor de Crisis global..., “hay una gran cantidad de propuestas alternativas muy claras que pueden implementarse a nivel local, a nivel nacional y a nivel internacional. La nuestra, tiene como perspectiva un verdadero socialismo del siglo XXI, un socialismo autogestionario, no dogmático ni burocratizado, un socialismo emancipador por naturaleza”.
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