Nota: este artículo, obviamente escrito antes de la caída del Partido Comunista Polaco y más aún, del muro de Berlín y el PCUS, no fue publicado. Pero su autor cree pertinente hacerlo ahora aunque sea para recordar a Salvador de La Plaza, al verdadero rol de estudiantes, quienes producen la renta, los trabajadores y el auténtico perfil antiimperialista. Lo que ahora sucede en Libia, también es fuente de meditación para comprender ciertos procesos sin solidaridades u oposiciones incondicionales u oportunistas.
POLONIA
La situación actual de Polonia nos induce a evocar un aspecto de nuestra historia.
Nos recuerda la controversia entre el PRV (Partido Revolucionario Venezolano) formado básicamente por un grupo de exiliados venezolanos en Méjico, entre quienes destacaba Salvador de La Plaza y la vanguardia de los estudiantes del año 28.
Para estos jóvenes, entre quienes estaban Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Miguel Otero Silva, etc., lo importante era derrocar a Gómez y cuanto antes mejor. Esta actitud los llevaba a conciliar y coincidir con los caudillos desfavorecidos por el dictador.
Contra esta concepción combatió con ardor Salvador de la Plaza y, en el número 05 de la revista " Libertad ", sostuvo que:
"Los estudiantes, mientras subsiste el régimen feudal (se refería con ese término al status gomecista), son indiscutiblemente una fuerza revolucionaria capaz de poner en movimiento a todas las clases oprimidas. Pero una vez desaparecida la dictadura, la estudiantada toma conciencia de clase, se olvida de sus promesas a los trabajadores". Y, continúa de la Plaza, "....son antiimperialistas mientras la política de los banqueros extranjeros permanece en alianza sosteniendo a la dictadura feudal......".
Tal argumentación tendía a fortalecer su idea primaria de que todo movimiento revolucionario necesariamente tiene que apoyarse en los sectores más progresistas de la sociedad, específicamente en los hombros de la clase obrera y en quienes se encuentran en la misma dirección táctica y estratégica.
Toda política socialista, más en un estado que se proclame como tal, requiere el concurso directivo, el entusiasmo de la clase obrera. La clase debe dirigir para sí misma y administrar en su propio beneficio. Debe tener conciencia de las dificultades. La identificación con el proceso y la conciencia de responsabilidad militante, no inducida por una propaganda alienante, la gana para hacer lo que necesita y lo que las posibilidades le permiten.
Otro caso es cuando un grupo gobierna, decide, programa al margen de la clase y las masas en general y pretende, por un mecanismo publicitario, convencer a la clase de lo contrario. Esta conducta se define como burocrática.
Pero la situación se extrema cuando ese grupo dirigente ni siquiera procede de la clase obrera. Tal es el peligro que Salvador de la Plaza veía en los estudiantes.
Pensar que una cúpula militar, por muy militante del partido comunista que sea, al tomar el control de la sociedad, pasando por encima de aquel, de las organizaciones de masas y de la propia clase trabajadora, garantizará la profundización del proceso socialista, no es más que una utopía. Identificar a un régimen como socialista y suponerle bondadoso con el hombre, sólo por una política internacional determinada y hasta de un instante, es una falsedad y un imperdonable error.
De los militares polacos, se podría decir casi lo mismo que en "Libertad", dijo Salvador de La Plaza de los estudiantes del año 28. Los grupos militares revolucionarios (aún admitiendo que los polacos lo son), podrían ser unos aliados importantes de la clase obrera en un proceso socialista, pero jamás puede pensarse que deban convertirse en sustitutos de ésta, sin el riesgo de caer en una revitalización de la contrarevoluciòn.
Pero por aquello de que es lo mismo usarlo para el pavo y la pava, podemos decir y es bueno que lo digamos, que no es suficiente que aparezcan estudiantes luchando por una causa para definirla como noble y pertinente para lo justo y hermoso. Hace falta que afinemos y percibamos, ¿por qué luchan?; y algo también muy importante, ¿del lado de quién? ¿Entre quiénes andan?
¿Con quién vamos?, preguntaba al bonguero, en la novela gallegiana, uno de abordo, cuando se disponían remontar el Arauca.
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