El rearme masivo de la élite imperial, el proceso de construcción del poder global, en el contexto de la crisis estructural y terminal del capitalismo, está anclado a la potencia y efectividad, tanto de la disuasión nuclear como del ataque global inmediato. La ofensiva del capital está articulada por el desempeño de la estrategia de guerra pura, del guerrerismo absoluto, para regular el mundo que resulta de la lógica de la mundialización del capital.
Se impone la crítica, la resistencia a la guerra como fundamento clave de las oleadas crecientes de neoliberalismo. Es insoslayable la movilización política contra la guerra o series de guerras para implantar la hegemonía basada en la superioridad militar, la coerción y la violencia cruel.
Las oleadas neoliberales generan una población excedente, sobrante que malvive en los márgenes del capitalismo mundial; población que es expresión de la generación de desigualdades típicas de las sociedades del capitalismo tardío. Pobreza, miseria, exclusión y violencia que es un requisito previo, para garantizar el funcionamiento de las políticas neoliberales.
La estrategia de la actual escalada guerrerista tiene por objetivo clave, la estructura política y social que se construye con aluviones de programas neoliberales sucesivos (el Consenso de Washington relanzado una y otra vez). Eso del pensamiento único y el mundo unipolar amerita que se visualicen o contextualicen en la perspectiva de la guerra pura, y de la prueba de ácido de la política.
El planeta Tierra, se nos presenta visualizado como un campo de batalla, poblado de bases militares, dividido en unidades espaciales y especiales de guerra dirigidas por una corte de generales y almirantes, y de señores de la guerra. Bases militares para el patrullaje, la vigilancia y el espionaje que es indispensable a la guerra pura, a la cruel violencia del mundo de Davos y los señores de la guerra. Señores de la guerra para la ignominia de Guantanamo y Abu Ghrabi y la destrucción de Irak y la victimización del pueblo palestino
Asistimos a un fuerte contraataque imperial contra la resistencia a las políticas económicas del “Consenso de Washington” y a las luchas de las alternativas anticapitalista y democráticas.
Asistimos al caos de la militarización de la vida, al intento de esclavizar la vida por la muerte y la ultrapolítica.
Asistimos a la implementación de políticas económicas (las del Consenso de Washington y la doctrina del shock) que están encadenadas a la militarización de las sociedades y las relaciones internacionales.
Asistimos a la organización y operación de la guerra total y permanente con la participación activa de la ONU y su secretario general.
Asistimos a la expansión por el continente africano de la “Operación Libertad Duradera” que azota y destruye a Irak
Asistimos a una guerra del caos por el nuevo reparto colonial de África
Asistimos al desarrollo de la lógica violenta del capitalismo tardío, neoliberal y guerrerista.
Hay que hacerse cargo de la superación, desde la izquierda anticapitalista, del capitalismo del desastre.
En la actualidad, la “economía de guerra” gravita con extrema fuerza en el funcionamiento de la lógica del capital. Si la economía de la guerra colapsa, hace crisis el capitalismo tardío, se derrumba e implosiona. La facturación de “mercancías bélicas o de guerra”, y las ganancias que genera, es un segmento fundamental de la acumulación capitalista, de la rentabilidad del capital. Por ello: con la guerra del caos y la doctrina del shock hemos topado.
Un miembro clave del verdadero poder global que no es el Zarkozy aquel, declaro que: “Guste o no guste tendremos un gobierno mundial. La única cuestión es si será por concesión o por imposición”.
Los conflictos militares, las invasiones e intervenciones militares, la industria militar, son un anclaje decisivo para la supervivencia del capital o la prolongación de su crisis terminal.
Con la guerra del caos, el negocio de la guerra ya no se limita a la venta de armas. Ahora se trata de: privatización de la guerra y los servicios de seguridad privada; del negocio altamente productivo de la comida y la ropa de las tropas invasoras; y de los inmejorables contratos relacionados con las obras de reconstrucción de las ciudades e industrias que son devastadas por la guerra imperial y el impacto ambiental de la misma; y todo lo demás, como los negocios de los bancos que financian, por ejemplo “la reconstrucción de Irak”.
En África, un boom petrolero es un hecho seguro. La militarización de África del Este y las intervenciones militares de la OTAN en África del Norte, constituyen un registro inicial de los planes guerreristas que la élite imperial ha diseñado, para recolonizar el continente africano.
El Africom (ejército permanente “made in usa”… Comando militar yanky de África) es el instrumento para recolonización del continente africano.
Durante las dos últimas décadas, la élite imperial ha determinado que África es la fuente de petróleo y gas de más rápido crecimiento. Desde entonces, EEUU postula que el petróleo del continente africano es un asunto clave, “una prioridad de su seguridad nacional”. Esto es, el “petróleo africano” es un asunto que concierne al Pentágono y al poder global.
El AFRICOM es la consecuencia lógica de tal prioridad, de la postulación de África como: “una región vital para mantener la seguridad energética de EEUU, su prosperidad y la seguridad de su territorio.”
La siguiente reseña es ilustrativa de que hablamos: “África – incluyendo Argelia y Libia– suministra a EEU más del 24 por ciento de su petróleo, sobrepasando al 20 por ciento del Golfo Pérsico, según las estadísticas de la Administración de Información Energética del gobierno de EEUU. De esa cantidad, un 17 por ciento proviene del Golfo de Guinea y Chad, conectado al océano Atlántico a través de Camerún por un oleoducto”.
El continente africano está siendo aprisionado entre la disuasión nuclear y el ataque global inmediato. Efectivamente, el imperio es guerra. La ONU, con su secretario general guerrerista, con sus códigos y normas y su consejo de seguridad, es un factor más de la guerra imperial. En este tope del poder global, es la hora de la organización y movilización política del pueblo de la paz: es urgente la beligerancia activa de su desacuerdo. Desacuerdo que no es una elección, es una posición, una decisión política. Es la hora de organizar y potenciar los movimientos o colectivos sociales contra la guerra.
La invasión a Libia, el dominio militar de la OTAN y las fuerzas militares de EEUU de un conjunto de países africanos y árabes, es la continuidad de la Operación Libertad Duradera”, operación que tiene por dato primordial “la orientación estratégica de mantener a distancia del sistema” a las clases y pueblos peligrosos.
El negocio de la guerra está asociado al negocio del hambre, la miseria y la pobreza. El flujo guerrerista de la elite imperial, el creciente aumento de los precios de los alimentos y la significativa carencia de alimentos, tienen consecuencias políticas y sociales inmediatas: estallidos sociales, rebeliones populares y revoluciones. La izquierda anticapitalista tiene que afinar la puntería frente a la guerra y la violencia cruel de la elite imperial y del poder global.
Efectivamente, la política no es reducible a la guerra, a una acción de guerra: la política no se reduce a la coerción de la fuerza física (represiva, la violencia militar). Efectivamente el poder militar jamás ha derrotado a la política.
En el continente africano, y particularmente en Libia, se está demostrando que la guerra no es el instrumento primordial y relevante de la política. Desde la propuesta inicial del presidente Chávez de una Comisión Mediadora” para superar la guerra civil en Libia y la intervención de los ejércitos imperiales (avalada por el secretario general de ONU) hasta la reciente “Ruta de Paz” propuesta por la Confederación de Países Africanos, la política demuestra todo su potencial para confrontar a la guerra del caos, al capitalismo del desastre y a la ultrapolítica. Y la claudicación del secretario general de la OTAN (“La solución en Libia no es militar, es política”) evidencia la derrota política de la guerra y los guerreristas. Ciertamente los vientos de los pueblos predominan sobre la mala vibra de la elite imperial, de la disuasión nuclear y el ataque global inmediato.
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