La bárbara ejecución extrajudicial de Osama Bin Laden y su peculiar “sepultura” en el mar es exactamente lo contrario al “se hizo justicia” de Obama y la secretaria de Estado Clinton. El propio jefe de la CIA, Panetta, ha declarado que matarlo fue la orden impartida al comando que realizó la operación. Ya en la versión corregida nos enteramos que el terrorista estaba desarmado cuando uno de los Seals le disparó dos veces al irrumpir en su habitación y horas más tarde el canal Al Arabiya informaba el testimonio a la inteligencia paquistaní de una hija de Bin Laden que vio a los soldados yanquis matar a su padre, ya prisionero. Lo que ha predominado como móvil de esta acción es la venganza, un sentimiento salvaje inspirado en el odio, ajeno a la reflexión y opuesto por partida doble al Estado de derecho del que tanto presume Washington. Porque se ha hecho, además, en violación descarada y declarada de la soberanía de Paquistán, nada menos que uno de sus más importantes aliados en la “guerra contra el terrorismo”, como lo ha confirmado inequívocamente el gobierno de Islamabad. El hecho de que Bin Laden fuera un carnicero, un monstruo –engendrado y entrenado como tal, por cierto, en las entrañas de la CIA- no justifica que se le asesinara pisoteando la ley y en una casa llena de niños y mujeres.
Estamos ante la suplantación del imperio de la ley por el de la revancha en la cultura política estadunidense, que se viene estimulando por los medios de difusión, la derecha y el gobierno desde la administración de W. Bush y no ha cambiado con Obama. Es inquietante la imagen de miles de jóvenes frente a la Casa Blanca y en Times Square celebrando con gritos y cánticos patrioteros la muerte de otro ser humano. Eso sí, empuñando la bandera de las barras y las estrellas. Es el efecto sobre una franja de esa generación del nacionalismo estrecho, la xenofobia y la intolerancia que siempre generan las guerras coloniales, como las emprendidas a punta de las mentiras más groseras y las violaciones más flagrantes al derecho internacional y a la Convención de Ginebra con el pretexto de defenderse del ataque a las Torres Gemelas. Un estadunidense escribió en Twitter: “Si Osama Bin Laden está muerto, ¿ pueden, por favor, devolvernos nuestros derechos?” “Cuando el fascismo venga a Estados Unidos vendrá envuelto en la bandera estadunidense” se afirma que dijo el controvertido político sureño de los años treinta, Huey Long.
¿El mundo es más seguro después de hacerle “justicia” a Bin Laden, como afirmó Obama? Ojalá tuviera razón pero lamentablemente su propia política demuestra lo contrario. Estados Unidos sigue ocupando a Irak y Afganistán, Obama extendió la guerra con los aviones no tripulados a las zonas tribales de Paquistán y desde hace unas semanas bombardea Libia. Continúa su apoyo incondicional a la ocupación y genocidio practicado por Israel contra los palestinos. Estos agravios son bofetadas en pleno rostro a millones en todos los países musulmanes, en particular sus juventudes, si fueran pocas las recibidas de Inglaterra, Francia y Estados Unidos desde el siglo XVIII, mucho antes del ataque terrorista del 11/9.
Paradójicamente, como han subrayado Santiago Alba Rico y Robert Fisk, las revoluciones árabes de 2011 son laicas. Nada tienen que ver con el fanatismo religioso y está más que probada su vocación civilista, democrática y pacífica. Hay que poner atención a Alva Rico cuando asocia el asesinato de Bin Laden a la necesidad de resucitar a Al Quaeda -que no ha tenido presencia en los recientes movimientos árabes- y con extraños actos terroristas ocurridos en las últimos semanas en Cisjordania y Marruecos, que pueden obedecer al objetivo imperialista-saudí de descarrilar la promisoria ola revolucionaria árabe.
El asesinato de Bin Laden reafirma la política inaugurada por Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001 de desconocer las soberanías nacionales y proclamar su supuesto derecho a atacar en cualquier momento y lugar a los presuntos terroristas o a quienes amenacen su “seguridad nacional”. Pero no va a poner fin a la guerra interminable que empezaron entonces pues esta no tiene nada que ver con esos espantajos sino con apoderarse desesperadamente de petróleo, gas, agua, biodiversidad y no tolerar gobiernos independientes en ninguna parte. Si de combatir el terrorismo y hacer justicia se tratara sería Posada Carriles y no los cinco héroes cubanos quien estaría preso en Estados Unidos.