Osama, el musulmán, iraquí o pakistaní, es para casi todo el mundo, por la matriz mediática, ante lo que no se sabe qué decir, la madre del terrorismo.
El 11-9, día que aterrorizaron Nueva York y provocaron la muerte de centenares de personas, Bin Laden se convirtió en el hombre más odiado y buscado del mundo. Hubo razones.
Le buscaron debajo de la cama del jefe de seguridad gringa, en cuevas y socavones; iglesias y monasterios, en sitios inimaginados, porque pensaron en los imaginados no estaría. Le sabían astuto; si no lo hubiese sido no se mete en camisa de más de once varas y evadido por años la persecución de Bush, quien lo hizo, si no es verdad que fueron socios, para no salir de la Casa Blanca con puntos tan bajos.
Obama, fue quien encontró a Osama. Como quien se halló la “lámpara maravillosa”. De éste obtuvo dos deseos; primero, se dejase asesinar a mansalva, para como dicen, el mundo “sea más seguro” y así justificar su Nobel de la Paz, pese su responsabilidad en guerras, torturas, bombardeos indiscriminados, genocidios y ahora ajusticiamientos. Todo un contrasentido.
El segundo, tomar aliento, cuando comenzaba a descender casi verticalmente en las preferencias electorales.
Le dijeron “sabemos dónde se encuentra el desgraciado. Ahora si le tenemos en la mira. Si no es él, porque lleva tiempo muerto, bastante se parece y lo pasaremos como si fuese un chino.”
Sólo temo, dijo Obama, que si habla, no podremos amparar a tanta gente y menos dejar limpio el gentilicio americano.
“No, hay problema”, dijo un asesor de Gates.
“Es casi seguro que el hombre se suicide y si no lo hace, alguien cuidará que eso suceda.”
Salieron los del comando élite a cumplir su noble cometido. Violentaron soberanía pakistaní. Dejaron al principio un individuo vivo. Como no se suicidó, le hicieron el favor, para que no hablase lo indebido y el cadáver lanzaron al mar. Eso dicen. No vaya ser verdad que antes Osama muerto estaba.
Mientras Osama, de verdad o utilería, desarmado, moría ajusticiado, bajo el plomo libre y democrático de un valiente infante de marina, desde el salón oval, Obama en un plasma de los grandes se gozaba el espectáculo.
Entre Obama y Osama, quienes a Bush sobrepasaron, se decidirá el premio al terrorista de la década como en balotaje.
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