El fin de la misión diplomática de Carlos Valenzuela en la Secretaría Adjunta para América latina de Estados Unidos devela algunas grietas en los tiempos de la dominación imperialista sobre algunos gobiernos de nuestro continente.
No es el único caso, pero si el más sonado desde que Obama llegó a la Presidencia. En los meandros del Capitolio en Washington se rumorea que otros funcionarios podrían ser desplazados por razones similares.
Los argumentos esgrimidos por la Casa Blanca y por el funcionario sólo sirvieron para mostrar los hilos que conducen a las raíces del asunto Valenzuela. Volver a su puesto académico no es precisamente un premio, para un diplomático advenedizo surgido de la socialdemocracia chilena.
Las principales causas concurrentes que movieron a Valenzuela de su poltrona se conectan por el mismo carácter político: no supo, no pudo o lo que sea, prever, contener, sabotear o evitar, la conformación de la Comunidad de Estados Latinoamérica y del Caribe (CELAC), a fundarse el 5 de julio en Caracas, con más de 20 países, sin la intromisión directa de los únicos dos imperios del hemisferio. Aunque esta no tenga el valor del ALBA, no deja de ser una entidad no controlado por Estados Unidos.
Al Subsecretario se le escapó alguna ingeniería diplomática y de inteligencia, que impidiera el bilateralismo como mecanismo dominante entre Venezuela y Colombia.
Que sea el presidente Hugo Chávez, un anti yanqui confeso, junto a Manuel Santos, los encargados de buscar un arreglo interno en Honduras, votado en la reunión de cancilleres del proyecto CELAC hace dos semanas, no fue del agrado del Departamento de Estado. Esta decisión tampoco fue bien recibida por el Frente Nacional de la Resistencia de Honduras, sorprendido por un cambio tan radical en la postura del líder bolivariano.
La última razón es tan nueva como compleja. Se llama Ollanta Humala, el nuevo cuco en Washington. No porque sea un hombre de la izquierda nacionalista como Chávez o Evo Morales. Pero a Carlos Valenzuela "se le escapó" un personaje que puede ser presidente del Perú y no se disciplina al dominio de ellos. Eso sería caro al cordón del Pacífico, agrupación subregional que sirve a los intereses norteamericanos. Pero además por una razón más profunda: Humala, a pesar de sus mensajes esperanzadores, no responde al stablishment de la lumpen burguesía peruana, menos al gobierno de Obama. Y es visto por los trabajadores y pobres de Perú, más o menos como vieron a Chávez en 1992.
Bajo el peso de esos factores, el vuelo de Valenzuela fue bajo en los dos años y cuatro meses que acompañó al premio nobel de la guerra, la tortura y el asesinato de aventureros terroristas sin destino.
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