Lamenté no hablase Chaderton Matos, porque siendo un maestro en el arte de hablar, hubiese dicho lo que había que decir; habiendo en este continente buenos entendedores, “pocas” palabras bastan.
No fue suficiente fijar la posición; hizo falta un rico aderezo. Chaderton, política y jurídicamente ha sido asertivo; su discurso suele ser flecha veloz que pasa de parte a parte sin dejar huellas.
Los oradores restantes, salvo el gringo, al hablar tocaron los asuntos del golpe y sus secuelas. Pero como en un acto de contrición. Les pareció mejor dejar las cosas hasta allí por temor adónde llevaría desenredar la madeja.
Hubo golpistas pero en abstracto. Nadie se atrevió, ni Maduro, quizás por falta de habilidad retórica, a sugerir que el pecado aludía a pecadores allí sentados. Pues por razones diplomáticas no era pertinente decir “fueron ustedes”. Obama, esta vez, salió con la cabuya en la pata.
Los gringos no pueden negar hubo un golpe de Estado. Antes lo condenaron. Pero no tardaron en reconocer al gobierno de Micheletti, brindarle respaldo y poner a “Mujiquitas”, como Arias e Insulza, a cabildear para, sin condición alguna, Honduras volviese a la OEA.
La resolución expresa lamentable concesión al Departamento de Estado. Por algo estuvo metido en eso el inefable y sardónico Juan Manuel Santos.
Pero ese golpe no lo dio Micheletti. Sólo fue marioneta; los acontecimientos le encontraron en lugar ideal y le pusieron como fingido jefe de Estado. Culpar sólo al ciego y dejar al otro que siga repartiendo garrotes no es hacer justicia.
Lo acontecido en Honduras, no fue más que un plan macabro gringo. Se dio la oportunidad, algunas coincidencias, como esa que un tal Micheletti fuese presidente del congreso y aquél activaron.
Uno lamenta no hubiese habido un orador que dijese todo lo que se sabe sin causar grave impase diplomático; por decirlo simbólicamente, de esos que meten la daga hasta la empuñadura, sin que el herido derrame una gota de sangre.
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