Arturo Alejandro Muñoz
CON LA DEMOCRACIA
recuperada luego de tantos años de dolor, llanto, persecuciones y luchas,
se esperaba que los asesinos y torturadores, los sediciosos y totalitarios,
recorrerían uno de estos dos caminos: retirarse a los cuarteles de
invierno en sus propios hogares o, simplemente, echar sus huesos en
un calabozo. No ocurrió ni lo uno ni lo otro. Por el contrario, las
nuevas autoridades les ofrecieron no sólo libertad y tranquilidad sino,
también, puestos de trabajo en la ‘nueva época de la Historia de
Chile’.
Fue así
que muchos de los antiguos golpistas encontraron nichos perfectos para
continuar inyectando odios y divisionismos en la sociedad chilena, bajo
el amparo de un bloque político –la Concertación- que captó rápidamente
cuán beneficioso sería para los partidos que lo integraban asociarse
económica e incluso administrativamente a los antiguos adversarios.
La derecha
pinochetista también entendió que era preferible –para asegurar
e incrementar sus intereses- permitir el acceso de sus mayordomos a
La Moneda, pues estos jamás efectuarían actos contrarios a las demandas
de Casa Piedra, el FMI, EEUU y la Escuela Militar. Por ello, durante
los 20 años de gobiernos concertacionistas la derecha se mantuvo quieta,
satisfecha y “participativa” en esta seudo democracia abotonada
con un sistema binominal que también asegura a los expoliadores
vigilar y mantener sus apropiaciones ilegítimas.
Insisto, fue
precisamente por lo ya comentado que en estos 20 años no surgió ningún
grupúsculo fascista-sedicioso proponiendo “borrar a los marxistas
de la faz de la tierra”. ¿Para qué si no solamente los marxistas
estaban fuera de la Concertación gobernante, y esta se comportaba de
manera magnífica como excelente mayordomo o ‘Perkins’ del empresariado
criollo y transnacional? Durante esos 20 años de administración compartida,
o de cohabitación Concerta/Alianza, la derecha supo que no requería
de nuevos Roberto Viaux Marambio, Pablo Rodríguez, Rafael Cumsille,
Víctor García Garzena, Patricio Aylwin, Andrés Zaldívar ni
René Silva Espejo. Además, algunos de los viejos tercios sediciosos
y golpistas –como Aylwin y Zaldívar- estaban dentro del palacio,
cuidando esmeradamente los intereses del cardumen expoliador empresarial
y militar. Y aún más, uno de ellos (Aylwin) tomaba asiento en el sillón
de O’Higgins. ¿Para qué preocuparse si, también, el empresariado
ganaba dinero a manos llenas y los recursos del país se rifaban a bajo
precio?
Según el prisma
fundamentalista de la UDI y de RN, en tiempos de Frei Montalva fue necesario
realizar un potente llamado de atención a los democristianos que seguían
ejecutando “la vía chilena al desarrollo!” y una tibia reforma
agraria. Para eso recurrieron al golpista general Roberto Viaux Marambio,
quien años después estuvo involucrado en el vil asesinato del general
René Schneider. Y cuando en septiembre de 1970 triunfó electoral,
constitucional y democráticamente Salvador Allende, la derecha abrió
puertas al fascismo de Pablo Rodríguez y de su grupo delictual “Patria
y Libertad”, el que fue avituallado en varias oportunidades por oficiales
del ejército, la FACH, Armada y Carabineros.
Hoy gobierna
la derecha. Hoy gobierna uno de los empresarios más millonario
del país. Pero hoy, también y como hacía tiempo no sucedía,
la gente, el pueblo, se ha puesto de pie para evitar que esos depredadores
-talibanes del neoliberalismo- estraguen completamente nuestro territorio,
reduciéndolo a una simple bodega de acopio y distribución de mercaderías.
Y como el pueblo adueñado de las calles es peligroso para los saqueadores
antichilenos, ya que es posible (sólo ‘posible’) que en algún
momento se produzca una especie de “impeachment” a Piñera (como
los brasileños le hicieron a Collor de Mello), y es también más que
probable que RN y UDI no vuelvan a ser gobierno hasta dentro de un par
de décadas, la derecha entonces apura el tranco de las privatizaciones
y parece dispuesta a analizar la posibilidad de abrir otra vez las
puertas a nuevos grupos fascistas y sediciosos como lo hizo antaño,
dispuestos a tomarse el país con el argumento de que es necesario un
“estado de emergencia” que permita sacar milicaje armado a las calles,
prohibir la libre circulación de personas y de prensa, cerrar partidos
políticos, controlar y sancionar redes sociales, ‘congelar’ el
Congreso y ‘limpiar’ la testera de los Tribunales de Justicia para
instalar allí a payasos propios.
De ahí en más, adiós seudo democracia….pero, también, de ahí en más, la lucha por la soberanía popular, la igualdad, la fraternidad y la democracia verdadera, deberá ser distinta. Ante ese escenario, ¿estaría dispuesta la ‘izquierda dirigencial concertacionista’ a sumarse a las filas de los luchadores por la libertad o, como lo hizo hace 38 años, elegiría el exilio europeo y la rendición sin batalla?
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