El creciente peligro de una segunda recesión de la economía mundial, sin apenas haber salido de la de 2008, ya se da por sentado públicamente hasta por observadores de la derecha empresarial y académica. Los temores se acrecientan después del acuerdo sobre el presupuesto, donde la ultraderecha del Tea Party impuso su agenda a los republicanos e hizo retroceder a Obama de nuevo. En este caso mucho, a la contracción del gasto público, que estrangulará más la exangüe economía, continuará enriqueciendo a los ricos e impondrá un sacrificio todavía mayor a la clase media, los trabajadores y los más de catorce millones de desempleados, que en realidad podrían pasar fácilmente de veinte millones. El problema es que no estamos ante otra crisis cíclica del sistema y, ni siquiera, de una comparable por su magnitud con la Gran Depresión de 1929, pese a las terribles consecuencias y la duración de esa hecatombe.
En aquella oportunidad, no obstante el pánico que cundió en la plutocracia, todavía el capitalismo tenía reservas para encontrar soluciones y después de la Segunda Guerra Mundial logró la expansión más larga de su historia. En cambio, el trastorno actual está formada por una variedad de crisis sistémicas, todas las cuales se retroalimentan y exacerban mutuamente con los remedios a que recurre el sistema. De allí que se compare con frecuencia a Obama con un Franklyn Delano Roosevelt al revés pues mientras aquel, para salir de la crisis, metió en cintura a los banqueros, los especuladores y las corporaciones e impuso el crecimiento del déficit y el aumento astronómico del gasto público en obras de infraestructura y servicios sociales, Obama ha intentado enfrentar la actual entregando millonadas a los bancos y corporaciones, que pagarán al fisco por generaciones los ciudadanos comunes y corrientes, que no tuvieron responsabilidad en la gestación de la crisis.
Ante este cuadro y el del otro grave enfermo europeo se aprecia muy claramente la trascendencia que pueden alcanzar mecanismos de unidad, integración y complementación latinoamericana y caribeña como la Unión de Naciones de América del Sur(Unasur), la Alternativa Bolivariana para los pueblos de Nuestra América(Alba), Petrocaribe y la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe(Celac), por nacer en Caracas en este semestre. Los gobiernos suramericanos, por ejemplo, más allá de sus diferencias ideológicas coinciden en la valoración de la gravísima amenaza para sus históricas reservas de divisas –unos 700 mil millones de dólares- y la salud de sus economías, que representaría una gran devaluación del dólar, el euro y sus instrumentos de deuda así como en la necesidad de proteger sus economías.
En la cumbre extraordinaria de Unasur, celebrada en Perú el 28 de julio, inmediatamente después de la toma de posesión de Ollanta Humala –originalmente dedicada al tema de la desigualdad y la pobreza-, los jefes de Estado decidieron añadir a la agenda una reunión a puertas cerradas para analizar la crisis financiera internacional, la eventualidad de un default en Estados Unidos y tomar medidas extraordinarias. Que “blinden nuestras economías”, en palabras de Cristina Fernández de Kirchner y Dilma Rouseff, expresadas al día siguiente en su encuentro para inaugurar el edificio de la embajada argentina en Brasilia. "Argentina tenía un edificio en Washington y no en el país vecino y aliado" , definió gráficamente Cristina lo que fue la relación de su país con Brasil antes del kirchnerismo, anomalía más o menos aplicable a la relación bilateral entre los demás países de nuestra región antes de los iniciales esfuerzos integracionistas y la derrota del Alca, impulsados conjuntamente por Chávez, Lula y Kirchner en los noventas.
De la cumbre de Lima salió el acuerdo de celebrar una reunión de ministros de Economía de Unasur en la propia capital peruana el 5 de agosto, la que será preparatoria de otra, una semana más tarde en Buenos Aires, de los mismos titulares y los de los bancos centrales, para profundizar el debate sobre la crisis y recomendar a los presidentes las medidas a tomar. En referencia a estas citas, el viceministro de economía de Argentina Roberto Feletti subrayó la importancia de “coordinar políticas como bloque y afianzar nuestra autonomía frente a la crisis, considerando que todos tenemos importantes reservas monetarias, superávit fiscal y externo y un comercio intrarregional de 120 mil millones de dólares”.