Fidel ascendió con la roca y la mantuvo en la cima y con su obra superó
el mito de Sísifo
El próximo 13 de agosto Fidel cumplirá su ochenta y cinco cumpleaños, y
así como en los años se repiten los días y los meses, creo indispensable
reiterar ideas y enfoques valorativos que mantienen su esencialidad en una
ocasión tan significativa como la de este aniversario.
Como ha afirmado recientemente el presidente de Venezuela, Hugo Chávez,
Fidel “es ese gigante de todos los tiempos y todos los lugares”,
independientemente que siempre quede flotando sobre las conciencias la
frase de Martí, asumida por Fidel como propia de su filosofía existencial,
de que “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”.
Si algo es indudable es que Fidel representa al hombre rebelde de nuestros
tiempos o, mejor sería decir, de todos los tiempos.
En su ensayo titulado “EL HOMBRE REBELDE”, Albert Camus concluyó que el
hombre rebelde debía ser una síntesis de todos aquellos seres mitológicos
o humanos que han sido portadores de esta naturaleza de rebeldía durante
la historia de la humanidad, de la cual Sísifo fue un hito primigenio.
Personajes hay en la mitología, en la historia y en la ficción capaces de
poblar la imaginación y fantasía de todos los hombres. Los polos opuestos
pueden ser Jeremías y Sísifo.
El primero, Jeremías, fue uno de los cuatro profetas mayores (650 – 580
a.n.e), que fue autor de Profecías y de las famosas “Lamentaciones” sobre
la destrucción de Jerusalén. Es el sinónimo o modelo, según el léxico
común, de la persona que continuamente se lamenta. Sobre este personaje,
escribió Martí: “Jeremías se quejó tan bien, que no valen quejas después
de las suyas”.
El otro personaje, esta vez mitológico, es Sísifo. Hijo de Eolo y rey de
Corinto, fue condenado a los infiernos, después de su muerte, a subir una
enorme roca a la cima de una montaña, de donde volvía a caer sin cesar. Es
el paradigma de la rebeldía y de la persistencia ante los avatares del
destino adverso.
José Martí definió su escogencia en la vida: estaba indefectiblemente con
el optimismo así como con la rebeldía de Sísifo. De esta manera lo
expresó:
“Los tiempos son para Sísifos, y no para Jeremías; para empujar rocas
hasta la cima de las montañas; no para llorar sobre exánimes ruinas”. “(…)
Ese andar afanosos… ese aparecer y deslumbrar; ese sentarse como Sísifo
triunfador, sobre la piedra que ha empujado con sus brazos a la cumbre del
monte, a recibir luz de sol y ofrenda de hombres; y ese… dar a quien sabe
ver, y gozar en admirar, la medida de una titánica figura, titánica hasta
en el modo de ocultar que lo era.”
“Pero estos tiempos no son de vagar sino de obrar... Hay un gran ruido de
vendas que caen a tierra. Los hombres ven sus llagas, y, discutiendo los
modos de curarlas, no ven que crecen. No se tiene, frente a tanta
angustia, el derecho de soñar. Soñar, aunque sea una tortura, parece un
regalo. Cuando todos los hombres son Sísifos, no está bien en hombres, ser
Jeremías.”
“Es necesario ponerse en pie y ver lo que pasa en el mundo, para que no
pase lo que se pueda evitar (…) con un poco de fuerza.”
Así continúan las cosas en este mundo. A pesar de los Jeremías y sus
lamentos desalentadores, prosigue el gesto de rebeldía de los Sísifos. Y
es que como sentenció Martí: “Es rebelde el hombre por naturaleza, y
echará siempre abajo a cuantos crean que se le pueden poner por delante o
por encima.”
Fidel es el ser humano y el político paradigmático de una auténtica
rebeldía en nuestros tiempos. Esto se ha reflejado tanto en sus acciones
como en sus ideas: son innumerables los hechos concretos de su vida que
expresan esa rebeldía natural e indomable.
Existe una anécdota reveladora de esta cualidad desde sus días de
adolescente. Cuando el padre le amenazó con el castigo de mantenerlo en su
casa campestre, y alejado de los estudios, fue rotundo en afirmar: “Si no
me permiten continuar mis estudios, le doy candela a la casa”.
Fue un rebelde resuelto cuando en su época de estudiante universitario,
denunció y desafió a las pandillas gansteriles presentes entonces dentro
del recinto de la Universidad de La Habana.
Fue un rebelde sin precedente cuando enfrentó el golpe de Estado de
Batista con un recurso legal acusatorio, establecido ante los Tribunales
de Justicia, por la flagrante violación de la Constitución de la República
cometida por parte de todos los complotados en el acto político ilegal y
traicionero.
Fue un rebelde consecuente cuando, convencido de la imposibilidad de
cualquier cambio por la vía política y pacífica, organizó y ejecutó el
asalto armado al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba, el 26 de julio de
1953, fecha que devino posteriormente en Día de la Rebeldía Nacional.
También cuando se defendió ante el tribunal que lo juzgaba por esas
acciones armadas, y cuando culminó su alegato en forma retadora:
“”Condenadme, no importa. La historia me absolverá”.
Fue un rebelde soñador e iluminado cuando desafió el poderío militar de la
dictadura, y anunció públicamente que en 1956 serían “Héroes o Mártires”,
y cuando cumplió su palabra con un desembarco, casi catastrófico, en el
yate Granma, al frente de 82 hombres decididos a librar la lucha en las
montañas.
Fue un rebelde estratégico cuando decidió liderar una Revolución armada
que estaba en contra del dogma político reinante que afirmaba que “en Cuba
era imposible que triunfara una revolución contra el ejército y contra los
americanos”, y, además, sólo contando con un puñado de hombres y la fe
inmensa en el pueblo cubano.
Fue un rebelde que se agigantaba cuando en la Sierra Maestra tuvo
oportunidad de ser testigo de la destrucción y la muerte provocada por los
bombardeos de la aviación de la tiranía de Batista, armada y pertrechada
generosamente por el gobierno norteamericano. Entonces reflejó su
indignación ante el crimen en esta nota: “… me he jurado que los
americanos van a pagar bien caro lo que están haciendo. Cuando esta guerra
se acabe, empezará para mí una guerra más larga y grande: la guerra que
voy a echar contra ellos: me doy cuenta que ese va a ser mi destino
verdadero”.
Fue un rebelde de nuevo tipo cuando se negó a aceptar el escamoteo del
triunfo de la Revolución el primero de enero de 1959, pretendido por
sectores civiles y militares, bajo la asesoría de la Embajada de Estados
Unidos en La Habana, y con la complicidad del fugitivo dictador Batista.
Entonces dijo: “Golpe de Estado de espaldas al pueblo, no; porque eso
sería prolongar la guerra”. Y actuó tan veloz como un rayo, ordenando el
avance y toma por las fuerzas revolucionarias y del pueblo de todas las
ciudades en poder del enemigo.
Fue un rebelde convencido del apoyo sin límites de su pueblo, cuando ya
con la certeza de que Estados Unidos preparaba la invasión mercenaria
contra Cuba, y que las agresiones del 15 de abril de 1961 eran su
preludio, declaró el día 16, víspera del desembarco de esta por Bahía de
Cochinos, el carácter socialista de la Revolución junto con la
movilización de todo el pueblo en defensa de su causa. En menos de setenta
y dos horas, se alcanzó la victoria de Girón, que constituyó la primera
derrota del imperialismo en América.
Fue un rebelde defensor de la independencia y soberanía de su país,
cuando, con absoluto apego a los principios y leyes internacionales, se
negó a permitir los vuelos espías de los aviones de Estados Unidos y
tampoco aceptó la inspección en territorio cubano del retiro de los
cohetes soviéticos durante la crisis de octubre de 1962, a pesar de la
amenaza nuclear de la cual estaba consciente.
Fue un rebelde internacionalista cuando desafiando a todas las potencias
coloniales y a Estados Unidos, apoyó la lucha de liberación en África, que
condujo a la independencia de muchos países africanos y al derrumbe del
apartheid en Sudáfrica.
Fue un rebelde inclaudicable, un verdadero rebelde con causa y fe en el
pueblo, cuando proclamó antes de la desaparición de la Unión Soviética,
en los momentos en que nadie lo soñaba incluso, que si tal hecho
ocurriera, Cuba mantendría su carácter socialista. Y una vez ocurrido lo
inesperado, “el fin de la historia” con la caída de todo el campo
socialista, mantuvo inalterable sus posiciones de principios y supo darle
sentido y aliento a la historia.
Fue un rebelde sin miedo y sin tacha al desafiar el dictado imperial desde
los inicios de la Revolución, enfrentando más de seiscientos planes de
asesinatos contra su persona, miles de agresiones de todo tipo a su país y
el establecimiento del bloqueo más criminal y prolongado de la historia.
En particular, desafió las amenazas de W. Bush después del 11 de
septiembre. La disyuntiva lanzada por este contra el mundo “de están con
nosotros o están con el terrorismo”, fue respondida por el grito
desafiante y valiente de Fidel, de que “no estamos con la guerra ni con el
terrorismo”, algo a lo que nadie se atrevió en su momento.
Si estos son grandes hitos de la rebeldía natural de Fidel, pudieran
mencionarse muchos otros gestos de mayor o menor trascendencia para los
destinos de la Revolución, de la nación cubana y de su persona. Y estas
acciones, hechos y gestos han estado indisolublemente unidos, formando una
armazón armónica, a sus ideas sobre el ser humano, la Revolución, su país
y el resto mundo.
Vale recordar una de sus ideas que sintetizan su pensamiento de rebeldía
radical y esencial: “Nos casaron con la mentira y nos obligaron a vivir
con ella, por eso es como si el mundo se hundiera cuando escuchamos una
verdad; como si no valiera que el mundo se hundiera antes que vivir en la
mentira.”
Por estas y otras razones, Fidel es el símbolo más rutilante de la
rebeldía en la época que le ha tocado vivir. Y seguro que lo será para
los siglos futuros.
Al pensar que hizo renuncia de todos los cargos oficiales cuando evaluó
que no podría ejercerlos con el esfuerzo y dedicación extraordinarios de
siempre y que la Revolución se mantendría en buenas manos, uno no puede
más que admirarle una vez más, por su compromiso con nuevas luchas en el
campo de las ideas, pues como había dicho años antes: “El futuro es más
prolongado que el pasado... Nuestras dificultades serán todavía enormes;
pero sabremos vencerlas. El revolucionario es como el corredor de maratón
en la olimpiada de la historia en que las generaciones se suceden unas a
otras. Como atletas olímpicos que llevan en sus manos una antorcha de luz,
hagamos el máximo esfuerzo en el tramo que nos falta para entregarla
victoriosos con honor y esperanza al relevo mejor que nosotros…”
“Como si volviéramos a empezar, miremos adelante ahora que hemos aprendido
tanto para ser mejores y hacer más.” Porque “una política de principios
vale más que millones de palabras vacías. Los hechos reales son los que
cuentan en la historia. Siempre hemos dicho que bajo ninguna circunstancia
habríamos plegado nuestras banderas.”
Por todo eso y mucho más, en este nuevo aniversario, Fidel puede sentirse
satisfecho y reconfortado como Sísifo triunfador, sobre la roca que ha
empujado con sus brazos a la cumbre de la montaña, a recibir luz de sol y
ofrenda de los hombres, porque logró lo que no pudo Sísifo: la permanencia
de la roca en la cima. Y esa roca es Cuba libre, independiente y soberana.
wilkie.delgado@sierra.scu.sld.cu