Arturo Alejandro Muñoz
LO QUE ESCRIBIRÉ a continuación
poco y nada tiene que ver con la política partidista, la democracia
y el sistema. Pienso, tal vez livianamente, que se trata de cuestiones
más bien propias de la psicología social, de la idiosincrasia, o algo
parecido. Bueno, eso es lo que yo creo…si así no fuere, recurriré
entonces al viejo aforismo usado por nuestros abuelos, ese que perdona
errores porque asegura que todos tenemos derecho a equivocarnos, por
lo tanto será usted amigo lector quien juzgará si estoy en lo cierto
o ando con la brújula descalibrada.
Pocas cosas me sacan de las
casillas obligándome a empapelar a insultos a una persona. Sin embargo,
el asunto que me motivó a redactar estas líneas es, quizá, el único
que me hace saltar como resorte y suelta mi lengua llevándola
a estados de procacidad absoluta. Para hacer corto el comentario, aviso
que estoy refiriéndome a esa numerosa manga de frescolines, pusilánimes
y ‘krumiros’ que desde la acera de enfrente (aquella que ocupa el
empresariado predador y el fascismo beatíficamente colijunto) coadyuva
a la explotación de sus compatriotas mediante críticas vitriólicas,
insultos varios e, incluso, usando el maldito soplonaje para que el
patroncito de turno le corte el rabo a algunos de los ‘protestantes
izquierdosos’.
Tales individuos son los que
se oponen a cualquier manifestación de crítica al sistema, manifiestan
tozuda oposición a las negociaciones colectivas, así como atacan cualquier
exigencia de mejoramiento o de humanización de la economía en beneficio
de las masas proletarias, y combaten, encorajinados, las impetraciones
ciudadanas por un sistema realmente democrático.
Pero, terminado el conflicto
–el mismo conflicto que esos guarapos combatieron- y aprobadas oficialmente
algunas mejoras y garantías, los primeros en arrimarse a los sitios
donde ellas se entregan son aquellos que se oponían “tenaz y muy
racionalmente” a cualquier cambio de situación. La Derecha siempre
ha estado dispuesta a permitirle al pueblo algunos exiguos y escuálidos
avances, pero ellos siempre mediante el sacrificio exclusivo y único
de la clase trabajadora, a la cual, además, el empresariado y la burguesía
le dan duro con el mocho del hacha (y a veces con el filo de la misma)
durante el período de lucha y tenaz esfuerzo que los menos privilegiados
de la sociedad llevan a cabo para obtener un aumento en el porcentaje
de migajas que los predadores dejan caer desde su mesa.
La situación anterior, aunque
parezca tener tintes novelescos, es absolutamente real y se condice
con los fríos hechos. Ha sucedido mil veces, y es lo que sucederá
con la magnífica movilización llevada a efecto por millones de jóvenes
estudiantes. ¿Qué harán aquellas personas que se han opuesto decididamente
a cualquier avance en materia de lucro en la educación, cuando finalmente
el gobierno ceda y firme acuerdo oficial al respecto? ¿Seguirán pagando
en las ‘Ues’ privadas las mismas cantidades de dinero que sufragan
hoy? ¿O se sumarán a la mayoría –vale decir, a los ‘izquierdistas
odiosos’- y con enorme satisfacción cancelarán los nuevos valores,
muy inferiores a aquellos que hasta ayer defendieron con dientes y muelas?
Ninguna duda cabe respecto de la respuesta. Se sumarán a los vencedores,
a los mismos que ningunearon, insultaron e incluso quisieron meter en
la cárcel.
La prensa de derecha –enemiga
acérrima de cualquier cambio de situación en el escenario nacional-
comenzará de inmediato a pontificar respecto de las bondades que entrañan
las medidas del gobierno (como si ellas hubiesen sido paridas en La
Moneda por alguno de sus moradores). Pontificará al respecto, y no
faltará el diario, editor ni periodista que muy suelto de cuerpo asegure
cuán convencidos estuvieron siempre en ese medio de prensa respecto
de la “justicia que caracterizaba a las demandas de los jóvenes”.
Si por arte de magia se lograra
una rebaja en los montos que mensualmente se les descuentan a los trabajadores
para sus fondos de salud, quienes hoy se oponen casi con odio a tal
probabilidad, ¿van a seguir aportando el porcentaje de su sueldo que
contemplaba la antigua ley?
Lo anterior ocurre a nivel
nacional, pero se trata de una réplica perfecta de cuanto acaece a
niveles menores, como es el caso de las negociaciones colectivas en
muchas empresas, incluyendo como estamento organizativo de la producción
al mismo estado, cuando actúa en calidad de patrón. En la mayoría
de esos procesos de negociación, hubo personas que se colocaron decididamente
al lado de los intereses económicos de los dueños de la empresa, contrariando
de manera pública los esfuerzos de los trabajadores y de los sindicatos.
No obstante, terminado el proceso negociador y protocolizadas oficial
y legalmente algunas mejoras salariales y garantías varias, los que
mantuvieron oposición cerrada al colectivo negociador son, indefectiblemente,
los primeros en arrimarse a las nuevas situaciones para disfrutar cómodamente,
sin haber movido un músculo, de los recién conquistados avances.
No cabe duda alguna que si
fuese imperioso acudir a una Notaría para certificar legalmente la
oposición a cualquiera intención de mejoría en salarios, impuestos,
educación, salud, etc., el 99% de quienes despotrican contra aquellos
que se esfuerzan y combaten democráticamente por elevar el nivel de
vida del pueblo se haría el de las chacras esquivando el bulto, olímpica
y cínicamente, a la firma de un documento notarial mediante
el cual renunciara a las conquistas que lograsen con su lucha aquellos
‘izquierdistas odiosos’.
Es por ello, por todo lo ya
dicho en estas someras líneas, que esos ‘guarapos chilensis’ son
considerados por el pueblo y por la intelectualidad progresista, simples
pusilánimes, cobardijas y yanaconas que, a la postre, resultan
ser un lastre para cualquier sistema…incluso para aquel que los patrones
de esos amermelados pretenden imponer a sangre y fuego.
Terminadas estas escuetas líneas,
vuelvo a la pregunta de inicio: ¿lo escrito, poco y nada tiene que
ver con la política partidista, la democracia y el sistema? Pienso,
tal vez livianamente, que se trata de cuestiones más bien propias de
la psicología social, de la idiosincrasia, o algo parecido. ¿Qué
opina usted?
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