Ellos y otros mandatarios latinoamericanos, algunos de los cuales pronunciaron en la AG discursos insólitos, por insumisos, hasta hace muy pocos años, llegaron a ser líderes –excepto Fidel, que surge de un vendaval social anterior- en la cresta de la ola popular que en fin de cuentas produjo el singular vuelco de nuestra región en los últimos doce años hacia la ruptura con el Consenso de Washington, sobre todo en Suramérica. Traducido en la recuperación del papel del Estado como rector de la economía, de la soberanía sobre los recursos naturales, la unidad e integración regional y el establecimiento de lazos solidarios entre pueblos. Obedecen a esas trasformaciones el surgimiento de mecanismos regionales al margen de Estados Unidos como la Alba, Unasur, Petrocaribe, y en diciembre próximo, en Caracas, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños(Celac), concreción de los sueños de Bolívar y Martí.
Por eso me ha llamado enormemente la atención que un analista de la solvencia y brillantez de Pepe Escobar pase por alto este importantísimo fenómeno, no obstante su especialización en los temas de Asia y Medio Oriente. En un espléndido cuadro, por lo demás, sobre la crisis capitalista y su impacto en las distintas regiones del planeta, Escobar omite el fenómeno latinoamericano cuando afirma: “excepto en Medio Oriente los progresistas en todo el mundo están paralizados como si esperaran que el viejo orden se disuelva por sí solo”(“Occidente y los demás en un mundo de talla única”, Rebelión, 29/9/11). Nada más lejos de mi ánimo que regatear el promisorio horizonte de esperanza abierto por las rebeliones árabes y norafricanas, que he saludado en varias entregas desde febrero de este año, sin contar numerosas anteriormente publicados sobre las luchas árabes, en particular la palestina y la saharahuí.
La cuestión es que excluir el dato de los movimientos populares y gobiernos independientes de América Latina como precursores -y protagonistas actuales- de la pelea contra las políticas neoliberales y las trasformaciones logradas hacia su independencia y unidad no contribuye a ofrecer una visión acertada del panorama actual de la crisis y las fuerzas capaces de generar alternativas para enfrentarla. Toda la evidencia demuestra que desde fines de los ochentas y principios de los noventas, América Latina se levantó contra las políticas neoliberales, justo por haber sido aplicadas aquí con la mayor ortodoxia y, también, debido al ejemplo de Cuba, que solita y bloqueada por el imperio, no las aceptó. Lo demuestran el caracazo(1989), el levantamiento indígena de Chiapas(1994) y los potentes movimientos sociales que derrocaron gobernantes neoliberales en Argentina, Bolivia y Ecuador y colocaron líderes populares al frente de esos países. Más tarde la derrota del recolonizador Alca en Mar del Plata con una intervención fundamental de Néstor Kirchner, Hugo Chávez y Lula da Silva. Y hoy no hay más que mirar a Chile, alzado, con sus estudiantes al frente, contra el modelo opresor implantado por Pinochet.
No deseo polemizar con Pepe Escobar, a quien leo habitualmente y con quien coincido en muchas cuestiones fundamentales del mundo actual, incluyendo el peligro del fascismo, pero esta puntualización es indispensable.