El 12 de octubre alrededor de medio millón de estudiantes universitarios (de universidad públicas estatales) y de la secundaria, acompañados por la mayoría de sus profesores y trabajadores no docentes, paralizaron las actividades de esa institución. También se informa que una parte de los colegios y universidades privadas apoya la protesta.
Los últimos acontecimientos en la hermana República parecen indicar que una parte de sus oprimidos y explotados están acoplando al país a la marejada de luchadores que denuncian las expresiones más mórbidas del capitalismo contemporáneo.La acción es contra el proyecto de Ley de reforma educativa promovido por el gobierno de Juan Manuel Santos. El objetivo del gobierno es completar el proceso de privatización del sistema universitario. La masividad poblacional de las universidades colombianas, un país de casi 50 millones de habitantes, las convirtió en "mercados" de interés para gestores comerciales, inversores nacionales e internacionales y empresas locales que desean asociar sus capitales a la investigación académica1. Algo similar a lo que se vivió en Chile, Estados Unidos y que con algunos límites, el neoliberalismo logró instalar en Brasil, Argentina, Venezuela, México, Perú y otros países.
El régimen de Juan Manuel Santos creía que su reforma podría pasar sin resistencia, apostando a tres hechos de apariencia favorables. La aprobación del TLC en el Congreso estadounidense, la ofensiva diplomática desde UNASUR, un organismo con prestigio regional, donde recibió el premio de la Presidencia de ese organismo y en tercer término, se apoya en la imagen de poder que le brinda el sillón gestionado por Washingtón en el Consejo de Seguridad.
Estas acciones estudiantiles desde 35 universidades está directamente relacionadas a la rebelión chilena por su base social, enemigo y programa. Pero no está desconectada del malestar en otros sectores sociales. No porque tengan las mismas motivaciones, más bien porque se sienten afectados por el mismo gobierno, sus políticas económicas y sociales y relaciones internacionales. Uno de esos sectores es la comunidad negra costeña y los indígenas2, dos minorías con relieve poblacional en Colombia, ambos se oponen al Tratado de Libre Comercio (TLC) del Estado colombiano con Estados Unidos.
Este miércoles 12, “Más de dos mil indígenas colombianos protestaron en el Puente Internacional de Rumichaca, en la frontera con Ecuador, para rechazar el Tratado de Libre Comercio (TLC) que negocian Colombia y Estados Unidos y sobre el cual consideran que afectará la comercialización de leche en la región suroeste de Colombia. Se desarrolló una marcha pacífica convocada por un grupo muy grande de indígenas de Ipiales, Cumbal, Guachucal y Potosí, zonas del suroeste colombiano", relata la corresponsalía de Telesur. Para ellos el asunto es de interés inmediato. "Si ingresa al país y a Nariño leche foránea, nuestro producto perderá toda la oferta en los mercados del departamento y del interior del país", expresó por su parte Samuel Taipe, uno de los líderes de la protesta.
Es que la situación de "los cerca de 39 mil productores de leche en Nariño es crítica". ellos solicitaron al Gobierno Nacional y a países como Estados Unidos y Suiza que excluyan el tema lácteo de los TLC para evitar la quiebra del sector. Este mismo efecto-TLC se producirá en casi toda la economía agrícola colombia3, de la misma manera que afectó a los frutihortícolas de Chile, a los maiceros mexicanos, o a los pequeños agroproductores de Brasi, Costa Rica y Uruguay.
Es una perspectiva económica que alimentará reacciones sociales variadas donde el pequeño propietario se mezclará con los trabajadores y empleados y ellos con los estudiantes y profesionales.
Todos estos sectores se aproximan mediando una sensación común: el TLC, la reforma educativa o los bajos sueldos y alto impuestos urbanos, además de los desplazamientos forzosos en el campo4, son apenas partes de un mismo problema, aunque no todos lo comprendan en su totalidad. De allí irá surgiendo el programa de un movimiento que hoy despunta.
Colombia podría "chilenizarse" y convertirse en rebelión social. De esa posibildad ya existen indicios internos y contextos internacionales favorables. Chile es el principal e inmediato, pero también están los indignados urbanos de Nueva York, Bostón, Washington y las huelgas y protestas en Europa. Los trabajadores y parte de la clase media colombiana miran eso por las pantallas de televisión y se preguntan sobre sí mismos.
Por varios años se creyó que en colombia sólo sonaban tiros y que la lucha se reducía al campo y las oscuras conspiraciones entre el ejército asesino (y su mano clandestina paramilitar) y los grupos insurgentes. Poco se sabe fuera del país que por debajo de esa realidad "mediática" marchaba otra, nutrida de luchas sociales de distintos sectores explotados y oprimidos. El resultado de su acumulación progresiva, lenta y muda, es lo que tenemos hoy ante nuestros ojos. Un país a punto de rebelión social5.
La situación de virtual guerra interna en el campo colombiano, la militarización de la sociedad, la masiva criminalización de la protesta, el genocidio perpetrado por el régimen de Uribe-Santos desde el año 2004, la cerrada alianza con EEUU y sus bases, y la presencia distorsionante de las guerrillas en el campo de una lucha social que no logran representar, ocultó ese proceso social. Sólo lo ocultó. Hoy lo enarbolan los estudiantes.
Hace poco fue publicado un estudio del Centro de Investigaciones y Educación Popular, Cinep, sobre 6 años y medio de lucha social en el gobierno del expresidente Álvaro Uribe. La muestra prueba que "la movilización social" creció en forma paulatina hasta el año 2008, el año más mediático y espectacular del enfrentamiento armado. En 2008 se registró "el mayor auge observado desde 1975", con 800 protestas. Durante el año siguiente fueron 950 acciones sociales no guerrilleras. Este informe denominado "LA PROTESTA SOCIAL 2002-2008", habla de una media 643 luchas cada año desde el 2002 hasta 2008, o sea, dos acciones sociales de protesta cada 24 horas. Esto es tan sorprendente como desconocido en América latina y el mundo.
Las ciudades escenarios fueron "Bogotá y los departamentos de Antioquia, Valle, Santander y Cauca, al igual que los departamentos de la Costa Atlántica". Y si vemos el fenómeno desde el interior, resulta que "De los 1.120 municipios que tiene el país, 554 tomaron parte en las luchas que se desarrollaron durante los años de mandato de Uribe Vélez, es decir, la mitad de lo municipios."
Según el estudio del Cinep, los protagonistas fueron los pobladores urbanos los asalariados, los estudiantes, los desplazados y víctimas de la violencia (indígenas y campesinos o indígenas), además de las mujeres6.
No hay ráfagas que suplanten la lucha social. Si los movimientos insurgentes hubieran invertido sus valerosos esfuerzos militantes7 en ese maravilloso proceso de acumulación, la resistencia a las bases como al TLC o la unidad anti imperialista con el movimiento bolivariano en Venezuela, sería otro. Y otra sería la historia de América del sur, o por lo menos su hipótesis negada.
Juan Manuel Santos no estaría en la posición cómoda de Presidente triunfante sobre una larga derrota de las FARC y el ELN, ni andarían sus funcionarias blandiendo una "diplomacia democrática y suramericanista" que no corresponde a la deposición de la soberanía, el TLC, las bases yanquis y las fosas comunes. Ese es el pitazo que está dando el pueblo trabajador colombiano. Se suma a su manera, a su tiempo y como le da la gana, a la marea de indignación anti capitalista que recorre el mundo.
1 No está de más recordar que la Educación es el sector que más se ha resistido a los intentos de privatización en Colombia. La salud fue destrozada con la ley 100 de 1991 (impulsada por el entonces senador Álvaro Uribe Vélez), adoptando el "modelo chileno", las fuentes de energía -hidroeléctricas y empresas electrificadoras estatales- fueron privatizadas en la década del 90 y el petróleo -gran disputa durante los últimos 30 años- ha venido siendo progresivamente enajenado con el esquema de privatización gradual que viene sufriendo la estatal Ecopetrol -iniciado durante el mandato presidencial de Álvaro Uribe Vélez.
2Los indígenas ya había hecho una consulta entre sus comunidades sobre si quería o no la firma del TLC, durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, en lo que sería el prolegómenos de la Minga Social y Comunitaria y el Congreso de los Pueblos, y el resultado arrojo un 99,9% de negativa.
3El TLC afectará fuertemente el sector arrocero, avícola y ganadero. Así mismo, se busca hacer de los monocultivos de maíz, sorgo y caña de azúcar, producción de biocombustible con lo cual, la cultura colombiana de la chicha, el mote, la mazorca y la arepa, acompañada de la agua de panela (papelón) estaría en riesgo. También piensa prohibir el mantenimiento y producción de semillas naturales con la consecuente imposición de las semillas transgénicas. Esto es quizás lo peor, lo que más disputan los indígenas, campesinos y afrocolombianos. Habría que mirar esto del TLC en relación con la Ley de Tierras que se constituye en un instrumento jurídico para "legalizar la contrareforma agraria" hecha a asngre y fuego por los paramilitares al servicio de las empresas transnacionales y del agronegocio.
4Que se estiman en 5 millones de colombianos (la no desestimable cifra de 10% de la población), aunada a otro 10% que se encuentra fuera del país por exilio político, económico o académico.
5Si haces una referencia al Congreso Nacional de Tierras, Territorio y Soberanía que sesionó en Cali con la participación de cerca de 11.500 personas es una muestra de ello. Ahí, en las conclusiones se ve el nivel de radicalización de la lectura de los movimientos sociales sobre el problema más determinante en la génesis del Conflicto Armado: la tenencia de la Tierra. http://congresodetierrasyterritorios.elalimentoesvital.com/ http://congresodelospueblos.org/sitio/ (y portal de noticias: http://notiagen.wordpress.com/)
6Incluso, el mismo informe resalta la emergente participación de las mujeres y los jóvenes
7 De hecho lo han invertido, al menos parece demostrarlo el histórico silencio del ELN y el correlato entre lucha social y movimiento insurgente. Ahora, no perdamos de vista que la estrategia militar contrainsurgente se planteó como un objetivo fundamental ruralizar la guerra de nuevo y fracturar el diálogo pueblo-guerrilla siguiendo la premisa de "quitarle el agua al pez".