Podría haber sido un lio de faldas que todo el mundo sabe que la carne es débil. Pero el bienparecido y atlético yerno del rey de los españoles, Iñaki Urdangarín, está resultando ser uno más de la larga lista de ladrones de cuello blanco de la sociedad española.
Mientras el otro exyerno, Marichalar, se paseaba por la calle Serrano (la milla de Oro le llaman los españoles por los productos de lujo de sus tiendas) montado en una patineta con el pelo engominado y un bolso Luis Vuitton, el Urdangarín organizaba forums inútiles con vasos de plástico, refresco del malo, patatas fritas y cuatro famosos y pasaba factura a otro corrupto, Jaume Matas, por 800.000 mil euros.
Hay quienes quieren desviar toda responsabilidad hacia Urdangarín, que la tiene, y absolver a la familia del rey de los españoles, es decir, a la monarquía española. La realidad es que la esposa de Urdangarín, la hija del rey español, Cristina, aparece como propietaria de la mitad de la inmobiliaria Aizoon, la otra mitad es de Urdangarín, que forma parte de las empresas fantasma, junto con el Intituto Nóos, Virtual Estrategies y TNS Media Intelligence con las que Urdangarían se presentaba a licitaciones amañadas y sobrefacturara en decenas y centenas de miles de euros.
Urdangarín que se libró del servicio militar obligatorio español aduciendo una supuesta sordera (que no es sordera y por eso es supuesta) demostró tener muy buen ojo para los «negocios», sobre todo aquellos en que lo único que hay que hacer es mandar faxes, servir bocaditos, tener amigos que manden y cobrar millones de euros… «nobleza obliga».
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