Dos veces en el último siglo, el Gran Capital Alemán trató de conquistar Europa Continental por las armas. Ambos intentos ---la Primera Guerra Mundial con el militarismo austriaco-prusiano como puño de hierro y la Segunda Guerra Mundial, con la trilogía de Hitler-Blitzkrieg-Lebensraum--- fracasaron por la intervención directa de Estados Unidos. Diez millones de muertos fue el costo humano de la primera tentativa; 50 millones él de la segunda. Hoy, la crisis capitalista mundial ofrece al Gran Capital Alemán la tercera oportunidad para capturar su elusiva presa. Esta vez, probablemente no fallará.
2. Euro y Merkel llegan más lejos que los tanques de Hitler
La crisis del Euro-Capitalismo permitirá al capital germánico llegar con el Euro ---que es el clon del marco alemán--- adonde los tanques de Hitler y la infantería del Kaiser (emperador) no llegaron. Poder cambiar los gobiernos de Grecia, España, Portugal e Italia en muy pocos meses, muestra la extraordinaria fuerza de la Gran Burguesía alemana y la habilidad de su operadora política, Angela Merkel. La caracterización de la política de la canciller como “torpe e indecisa” es totalmente equivocada. Desmonta hábilmente mediante una guerra de desgaste a los adversarios para imponer la reconfiguración Made in Germany, mientras le da tiempo a las élites alemanas que forman la clase dominante, para decidir, si quieren realizan el Tercer Asalto al Poder Mundial, o no.
3. Fin del milenario orden étnico-político europeo
En caso de que el Gran Capital Alemán y su clase política se decidan asumir el papel de operador de Europa continental (to run Central Europe), se convertirán en el centro de gravitación de una potencia regional europea que le daría, en alianza con Francia, el status de superpotencia mundial. Por primera vez en la historia del Viejo Mundo, los dos pueblos germánicos más poderosos de Europa continental, los sajones y los francos, dominarían el “corazón de Europa”, sin que los anglosajones que emigraron, pudieran evitarlo.
4. Fin de la modernidad geopolítica europea
La época moderna de los Estados europeos se constituyó después de la Guerra de los treinta Años, en la famosa Paz de Westfalia (1648). Detrás de la oratoria idiota cristiana del Tratado se escondía el mecanismo que debía regular la futura modernidad geopolítica europea: la preservación del equilibrio de poder entre las potencias dominantes, mediante el recurso de alianzas cambiantes (ad hoc). La última razón de ser de la política europea consistía, por lo tanto, en impedir que Francia, Alemania, Rusia o Inglaterra, lograran dominar a Europa continental. Tratar de cambiar ese sistema por la fuerza (Napoleón, Hitler) significaba la guerra (casus belli). Hoy, este sistema llega a su fin. Aceptando Washington y Beijing el futuro papel del eje Sajón-Franco, poco puede hacer su vieja némesis británica, para impedir esa trascendental evolución.
5. Dolores del parto neo-imperialista
La supuesta incoherencia del gobierno conservador alemán frente al parto neoimperialista se debe a tres procesos inconclusos del asalto. 1. Las posiciones de las elites alemanas en torno a la decisión estratégica aún no están homogenizadas. 2. El pueblo alemán, al igual que en los grandes asaltos de 1914 y 1939, está en contra de esta tercera aventura. Su resistencia todavía es intuitiva. No quiere abandonar su isla de estabilidad y prosperidad. 3. La clase política alemana está dividida frente al tercer asalto.
Esta situación obliga al gobierno de Merkel estar atenta a la decisión final de las principales fracciones del capital; consensuar las posiciones de la clase política e intoxicar de manera chovinista a las mayorías, para que toleren el nuevo papel de Alemania. Sin embargo, el futuro de la crisis no es difícil de prever. Es casi seguro, que la balanza se inclinará a favor del tercer asalto y la dominación continental Sajón-Franco. Algo, que ni el mega-asesino Carlo Magno logró en su momento.
6. El anticapitalismo ante la disyuntiva
La lucha de las fuerzas anticapitalistas en este proceso trascendental de reordenamiento mundial, pasa por varias fases. 1. Adquirir la conciencia concreta de que se vive en dictaduras burguesas capitalistas y que las dictaduras terroristas son contempladas por el Capital (Barroso). La represión estatal, corolario inseparable de la crisis económica, es el principal catalizador de esta concientización. 2. Desarrollar la narrativa de la lucha actual. Occupy Wall Street y “Somos el 99%” es más afín a la semiótica del ciudadano contemporáneo que “la dictadura del proletariado” o “los de abajo”, aunque su significado político es casi idéntico. 3. Avanzar el programa de transición al postcapitalismo. Occupy Wall Street está bien. Pero, una vez ocupado: What then? (entonces qué?)
El programa de transición postcapitalista para la Unión Europea ya está formulado. Al igual que el software revolucionario necesario para su implementación. En la próxima entrega explicaremos ambos elementos.