si no se han puesto a pensar
que esta tierra es de nosotros
y no del que tenga más.»
Con estas palabras,
dichas décadas atrás por Victor Jara, vuelve a la actualidad la propiedad
de la tierra en Latinoamérica, esta vez por la creciente concentración
en manos de extranjeros y no sólo de las burguesías locales a su servicio.
Inmensas cantidades
de tierra son propiedad de los colonos menonitas en Paraguay y Bolivia.
Descendientes de refugiados, sus tierras fueron despojadas a los habitantes
nativos y entregadas de forma dudosa por Gobiernos racistas-eugenésicos.
Los menonitas viven apartados de sus países de acogida y muchos ni
hablan castellano. El único vínculo que los une con Paraguay o Bolivia
es una partida de nacimiento y consideran a paraguayos y bolivianos
extranjeros.
Estas poblaciones,
reducidas en habitantes, poseen grandes cantidades de tierra productiva
y son enclaves impermeables que pueden ser utilizados por Europa o Estados
Unidos (EUA) para la defensa de sus intereses en materia de seguridad
alimentaria en una futura escasez de alimentos.
EUA utilizó
a la OEA y al Banco Mundial (BM), con una dotación de 27 millones de
dólares, para «proteger» y controlar el Acuífero Guaraní, el mayor
del mundo, 1.200. 000 km1. En esta misión de «protección»
están también implicados Alemania y Holanda, casualmente uno de los
países de donde provienen las poblaciones menonitas del Paraguay.
La crisis,
actual y futura, de emergencia alimenticia y de agua dulce, es tan grave,
que no sólo europeos y estadounidenses están comprando territorios
inmensos en Latinoamérica para asegurarse una producción, sino que
países como Arabia Saudita, Corea del Sur o China están instalados,
como propietarios, en Latinoamérica.
La Organización
para la Alimentación y la Agricultura, (FAO) dependiente de la ONU,
alertaba sobre la monopolización y extranjerización de las tierras
en Latinoamérica, especialmente en Argentina y Brasil. La compra llegó
a volúmenes insospechados en la Argentina, país en el que más del
10% del territorio, es decir, 27.000 km2 (el tamaño de Bélgica)
es propiedad de extranjeros. El Gobierno argentino de Cristina Fernández
acaba de aprobar una ley para poner un freno a la compra indiscriminada
de territorio poniendo el tope en el 15% .
La concentración
de semejantes volúmenes no deja de ser un peligro para la soberanía
de los países latinoamericanos y nos retrotrae a aquellos tiempos en
los que las materias primas latinoamericanas eran propiedad monopólica
de compañías estadounidenses y europeas.