Curiosamente, los trabajadores han reducido su mundo a dos contrarios: 1.- el Estado o gobernantes de turno, y 2.- el particular patrono que los ocupa. En el primero ven la policía represora, el recaudador y administrador de impuestos, el dictador de leyes privadoras de la libertad familiar. Una educación primaria obligatoria para todos expresaría la tercera causa de enojo.
En el segundo, los trabajadores ven a quienes les “dan” trabajo, les pagan un salario, y con este más o menos viven. Cuando en cambote los trabajadores van a una huelga general, lo hacen más en contra del Estado que en contra de todos los patronos. Este es el caso de los “indignados” de la Europa anticomunista Occidental, quienes ahora se extienden hacia otros continentes, particularmente hacia países notoriamente imperiales.
Cuando estos trabajadores indignados protestan, lo hacen contra el gobierno y sus “paquetes” económicos reformatorios del presupuesto, por la sencilla razón de que en estos se contempla medidas contra todos los trabajadores, unas medidas no dictadas por ninguno de sus patronos quienes, curiosamente, se lavan las manos ante semejantes rebeliones laborales. A lo sumo, centran sus reclamos en la complacencia que hace el Estado frente al capitalismo Financiero, pero este rival es una abstracción.
Si el capital financiero cediera en sus exigencias, todos contentos y se acabaría la indignación, todos al trabajo, ya que se trata de trabajadores que no tienen nada contra sus patronos, más allá de reclamos salariales para perfeccionar su estado de obrero burgués, y si se trata se trata de patronos al servicio de algún Estado omnipoderoso y bien armado, más complacencia ofrecen para su conservación.
Los indignados de esa Europa Occidental no son socialistas ni mucho menos comunistas, sino todo lo contrario, aunque sí manifiestan una profunda disconformidad con la calidad burocrática de sus gobernantes. A estos les atribuyen complacencia ante el recetario económico con lo cual evidencian su negativa o ignorancia del papel político que juegan todos los gobernantes burgueses. Los “indignados” se muestran coherentes con sus posturas anticomunistas porque desde hace 160 años, aprox., se conoce que el Estado no pasa de ser una suerte de Junta Administradora del patrimonio de todos los patronos. Por supuesto, el movimiento socialista de esa Europa indignada aprovecha estas protestas porque también confunden la lucha contra gobernantes con la lucha anticapitalista.
Piénsese en que la contradicción obrero-patronal es un asunto meramente estructural. En el plano político la contradicción se exhibe entre ciudadanos y gobernantes, entre indignados y el Estado. Por el contrario, políticamente entre los obreros y sus patronos existe toda una bien montada camaradería avalada por leyes mancomunadamente aprobadas por todos en su condición de ciudadanos. Hasta donde sabemos, ninguna ley ni Constitución han sido elaboradas por trabajadores activos, no, con la autonomía que celebran los contratos de trabajo. De aquellas leyes se han encargado los líderes políticos o gobernantes en potencia. En cambio, el Estado se entromete en todos los asuntos empresariales, supervisa a patronos y trabajadores, a ambos les cobra impuestos, a ambos obliga para que cumplan leyes burocráticas porque hasta las de tipo laboral tienen una fuente estatal, y esta es la mejor prueba de que la indignación del trabajador se justifica más en contra de los gobernantes que de los capitalistas, que la querella se reduce a Indignados vs. Estado.
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