En esta coyuntura, un ataque a Irán depende más de Tel Aviv y el AIPAC (Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel), que de la suma de las armas y cancillerías de EEUU y la OTAN. No por buenos. Es una simple cuestión de cálculos de costos en el actual contexto mundial. Esto se ha verificado desde 1991 en Irak, Afganistán, Túnez, Libia, Siria y Egipto. En la propia guerra canalla de Irak contra la Revolución Iraní en 1980, fue visible el favor de la inteligencia sionista al Bagdad de Sadam Hussein.
O sea, Israel es mucho más que un hecho militar, se trata de un peligroso dispositivo político regional, cuyo carácter expansivo de inspiración imperialista, solo tiene un límite: es un diminuto Estado, con una burguesía menor en el mercado mundial a pesar de su alto desarrollo interno. No tiene la capacidad estructural de convertirse en lo que fue el Estado japonés en 1936, el alemán de 1939, el, o lo que es el yanqui en 2012. Allí nace su contradicción y su riesgo geopolítico.
Esta ubicación particular de Israel potencia su riesgo como factor disparador. El asesinato del científico iraní hace dos semanas, el llamado del director del Atlanta Jewish Times a la MSSAD para que mate a Barak Obama hace dos días, el acuartelamiento de fuerzas especiales israelíes desde octubre 2011, el simulacro de ataque misilístico israelí sobre Ormuz, sólo suspendido por presión extrema de Washington y la UE, el asesinato del general persa Hassan Moqaddam, promotor del programa atómico y la amenaza latente de un ataque en abril de 2012, intentan una sola cosa: crear un hecho consumado a Washington, uno desde el que no se pueda retornar. Lo que en geopolítica se llama “punto de no retorno”.
Asustados por ese riesgo para su imperio, los academicos judíos estadounidenses, John Mearsheimer y Stephen Walt, preocupados por el riesgo de este “incontrolado” rol de Israel, advierten en su libro The Israel Lobby and U.S. foreing policy que “Ni los argumentos morales ni los estratégicos son válidos para el apoyo estadounidense a Israel ¿cómo lo explicamos? La explicación reposa en el incomparable poder del lobby isaelí… para manipular el sistema político norteamericano…”. La cosa es más compleja que el poder un lobby, pero es una buena razón.
Cada día nos acercamos a la frontera de un ataque a Irán. Abril es la próxima frontera, pero puede haber otra. La política mundial no se rige por la formalidad de la aritmética. Atacar a Irán es una necesidad de EEUU y la OTAN para limitar su poder de potencia regional independiente en el Golfo Pérsico y el Medio Oriente.
El desarrollo nuclear persa es el casus belis de ocasión, podría ser cualquier otro. El asunto no es la capacidad atómica iraní, es su soberanía política en un capitalismo global en crisis con urgencia de recursos energéticos y luchas sociales desafiantes.
En este punto comienza la posibilidad de límites a un ataque contra Irán. Su defensa no depende sólo de su capacidad militar ofensiva o defensiva, ni en el estrecho de Ormuz ni en sus antiguas y espléndidas ciudades.
El régimen de los Ayatollah comete un error fatal al limitar su defensa nacional a los planos militar y diplomático. Ambos lo dominan ellos. Ahí somos débiles, Irán o Venezuela. Ni China ni Rusia son garantía, remember Libia.
Es lamentable que Teherán repita el mismo error de cálculo de casos similares. Descuida lo social dentro y fuera del país; subvalora lo político militante, no se apoya en los movimientos de lucha, las organizaciones y sindicatos del mundo árabe, Europa, Asia y el mundo, los Indignados de EE.UU. y Europa, la batalla ideológica en la opinión pública.
El gobierno de Ajmadineyah tiene un límite propio que le resta defensa en el mundo. Es un régimen teocrático (como el de Israel), bonapartista como el de Argelia o Damasco, cerrado política y policialmente a su población trabajadora.
Está en una difícil posición, que en otros contextos nos recuerdan a la Panamá con Noriega, la Irak de Saddam, la Libia de Kadafi o la Siria de Bashar Al Assad.
La democratización del régimen iraní es la primera condición para ganarse la simpatía y la defensa activa de grandes movimientos de masas en el mundo.
Lo que tienen garantizado Venezuela, Bolivia o Cuba, o Argentina respecto a Las Malvinas, en una hipotética agresión militar, es exactamente lo que le falta a Irán, cuya defensa no está en cuestión. No para mi.
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