Muchos expertos en asuntos de mercado estiman que un
eventual cierre del estrecho de Ormuz elevaría inmediatamente los precios del
crudo a 150 o 200 dólares el barril. Teniendo en cuenta “grosso modo” que por
cada dólar de aumento sube 3.2 centavos el precio del galón de gasolina, 200
dólares del barril de crudo significan entre 6 y 7 dólares por galón de
gasolina. Si el conflicto se agrava y se produce un ataque militar contra Irán
las consecuencias serían imprevisibles.
Pero aunque la situación no se torne tan dramática y los
supertanqueros continúen navegando apaciblemente entre el Golfo Pérsico y el
Océano Indico, el precio del combustible seguirá subiendo inexorablemente
porque los variados factores que influyen sobre él tienden todos a presionar su aumento.
Las nuevas sanciones impuestas a Irán crearán con toda
seguridad dificultades aún mayores para el gobierno y el pueblo iraní, pero es
muy posible que actúen como un bumerang generando situaciones caóticas muy difíciles de resolver en los países
que imponen las sanciones y nuevos
alineamientos en el mercado del petróleo que ciertamente no favorecen a Estados
Unidos.
Los que, sin duda, sufrirán más las consecuencias, son los
países de la Unión Europea, aliados de Estados Unidos, principalmente Grecia,
Italia y España. Irán exporta 600,000 barriles de petróleo diarios a la Unión
Europea y es mucho más fácil para Irán encontrar nuevos clientes que para los
países mencionados nuevos
suministradores.
El embargo que pretende imponer la Unión Europea a partir
del verano y que Irán, en digna respuesta, amenaza con implementar desde ahora,
es altamente peligroso para la estabilidad económica de los países europeos, y
Estados Unidos no está en condiciones de proporcionar seguridad energética a sus aliados ni de
protegerlos de los aumentos en el precio del petróleo, que pudiera dispararse
debido a desbalances del mercado. En realidad, ni siquiera tiene
los medios para protegerse a sí mismo.
Como el dólar es la moneda que se utiliza en el comercio
global del petróleo, las sanciones que impiden a Irán acceder a los servicios
bancarios internacionales afectan no sólo a este país sino también –y en grado superlativo-
a varios países amigos de Estados Unidos como India, que depende en gran medida
del petróleo iraní y se queda sin los mecanismos financieros imprescindibles
para realizar sus compras. El cambio de rupias por riales, si encuentra el
banco que lo realice, sería extremadamente ineficiente y costoso. Se trata –recordemos- de un poderoso país con
más de 1200 millones de habitantes, donde una crisis tendría repercusiones
inevitables y no sólo en el mercado mundial del petróleo.
Hay sin embargo países que se beneficiarían de inmediato de
las medidas de embargo contra Irán. En primer lugar China, cada vez más hambrienta de energía, que
compra ya el 22 % del petróleo iraní y
que puede financiar las compras con sus
exportaciones. Y en segundo lugar Rusia, que seguramente sustituiría con
petróleo ruso una buena parte de los
suministros iraníes a Europa.
Un efecto no deseado de las sanciones sería el de robustecer
la “Shanghai Cooperation Organization”, creada en 2001 y que incluye a Rusia,
China, cuatro repúblicas del Asia Central que formaban parte de la Unión
Soviética e Irán, India y Paquistán como observadores que han solicitado ya el estatus de miembros
plenos. Aunque a partir de la Cumbre de 2007 la cooperación se ha movido más
hacia la esfera del petróleo y el gas, la SCO está en vías de convertirse en un
poderoso bloc militar, político y económico que desafía el hegemonismo de
Estados Unidos en la región.
Señalemos, por último, y sin pretender agotar el tema, que
Arabia Saudita no es ya el suministrador de petróleo seguro y estable de otros
tiempos. La magnitud de sus reservas sigue siendo un secreto de estado de la
monarquía saudí pero muchos expertos consideran que hace ya varios años que
alcanzó el pico de producción y ha comenzado el declive. “El ‘boom’ del
petróleo terminó y no volverá” –afirmó el rey Abdula en 2007- Y aconsejó: “Todos nosotros debemos acostumbrarnos a un
estilo diferente de vida.” Actualmente, Arabia Saudita mantiene una política
doméstica de enorme gasto público, subvenciones y regalos a la población con el objetivo de evitar las protestas
internas por lo que, mantener el precio del crudo por encima de cien dólares el
barril y lo más alto posible, constituye una necesidad vital para la monarquía.
El bumerang de las sanciones tiene potencial suficiente para
generar las más variadas consecuencias, incluyendo una profunda recesión de
alcance global.
Dr.
sccapote@yahoo.com