Iñaki Urdangarín declaró más de 22 horas ante el juez y el fiscal, una de las más largas declaraciones en la historia judicial española. «No se acordaba de nada» y cuando se acordaba de algo era para decir que él no había sido sino que había sido su socio: Diego Torres. 22 horas hablando para no acordarse de nada, después de un viaje desde Washington, dan mucho que pensar; tanto que el juez Castro le dijo a Urdangarín que para lo que había dicho hubiese sido mejor que no se hubiese presentado.
Urdangarín responsabilizó a Diego Torres de todo. El «dúo dinámico» Torres y Urdangarín se conocieron en una de esas elitistas escuelas de negocios, ESADE, en las que a los niños y niñas de buena familia les hacen una ensalada mental de coaching, management, autoayuda y filosofía barata. De la autoría de Torres es la esperpéntica frase: «los contextos emocionalmente intensos son propicios para los mecenazgos».
El binomio de oro Torres-Urdangarin armó una Babel mercantil de cartón piedra: Nóos Consultoría Estratégica, Instituto Nóos, Shiriaimasu, Intuit Strategy Innovation Lab, Virtual Strategies, Gecsa Formacion, Management for strategies, Aizoon, la Fundación Deporte, Cultura e Integración Social y la tapadera De Goes for Stakeholder.
El exalcalde de Marbella, Julián Múñoz, (que no hizo ningún MBA y empezó como camarero) terminará probablemente en la cárcel. También su mujer, Maite Zaldivar, con bronceado barato y mil operaciones estéticas. Son la carne de cañón ideal y lógica de una justicia nada democrática, en la que el orígen social sí cuenta; sino que se lo pregunten a la infanta Cristina, o al propio rey de los españoles, Juan Carlos, que constitucionalmente no es responsable ante la ley y cuando se enteró de los negocios delictivos del yerno le aconsejó irse a EUA para «enfríar» el tema. A esta lista de «intocables de teflón» hay que añadir en el Estado español a los banqueros, empresarios y políticos, eso sí, todos con posgrados e incluso Camps con un doctorado summa cum laude, días después de ser absuelto porque sí. Amén.
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