La actual dictadura institucional tiene su base en la constitución vigente y en la espuria mayoría senatorial y congresual lograda por el pele-leonelismo en las pasadas elecciones de “medio tiempo”. Antes existió como dictadura bipartidista (PLD-PRD).
Ahora Leonel Fernández y el PLD lograron desequilibrarla a su favor.
En verdad, la dictadura civil -bipartidista o unipartidista, equilibrada o desequilibrada- es dictadura de la partidocracia y del bloque social dominante.
En ningún caso se trata de una “institucionalidad democrática” o de un “Estado de derecho “; aunque la concentración de poderes favorezca o no a una facción más que a otra.
El desequilibrio, por demás, es ya una realidad, independientemente que el nuevo presidente sea Danilo-PLD o Hipólito –PRD.
Leonel conservaría el resto de las instituciones estatales junto a su propio y poderoso grupo político-empresarial.
No olvidemos, además, que ambas facciones son impenitentes en la corrupción, en la subordinación a EEUU y en su condición de instrumentos de la estrategia neoliberal, que es una estrategia despótica-dictatorial e inmoral.
Ninguna de esas facciones ha cumplido ni cumplirán compromisos que favorezcan al país y al pueblo cuando sectores medios y/o populares han optado u opten por el error de apoyarlas a cambio de promesas sociales y políticas.
Sus compromisos son con los narco-generales, la oligarquía, la mafia política “colorá”, EEUU y los partidos satélites. Hipólito mandó tropas a Irak y Leonel a Afganistán, amén de la Base en Saona y de las Barrick Gordas.
De toda forma esta dictadura ya está siendo erosionada y es más “fofa” de lo que indica su apariencia, aun en el supuesto de la continuidad del PLD al frente del poder ejecutivo.
Y lo “fofo” será mayor con lo que le viene encima con la crisis integral del capitalismo y el descrédito generado por los escándalos de corrupción. A lo que se suma la alta sensibilidad nacional frente a la tendencia a reprimir y suprimir libertades, válida para ambos supuestos en tiempo de crisis mayor.
Por eso, a los intelectuales que se consideran “progresistas”, de “izquierda” o incluso simplemente “liberales”, proclives apoyar a Hipólito–PRD en nombre de la “lucha con esa dictadura peledeista”, lo menos que debemos reclamarle en más rigor en el análisis. Igual a los que so-pretexto del “desastre perredeísta” se inclinan a favor del PLD. Ambos cayeron en la trampa.
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