1. El diagnóstico
El término diagnóstico más adecuado para describir el estado político actual de Argentina es, probablemente, "pre-resurreccional". Se refiere a una fase transicional entre la aniquilación y el renacimiento. A diferencia del relato bíblico, en Argentina no se sabe todavía, si el crucificado logrará levantar la roca para volver a la vida o si el peso de la roca lo mantendrá enterrado por mucho tiempo más.
2. La doble crucifixión
La crucifixión de la nación y de la flor de su gente fue doble: primero, por el calvario de la dictadura militar de 1976 al 1983 y, después, por el cinismo despedazador del prolongado gobierno de Menem. Esa combinación de los "agujeros negros" del terrorismo de Estado, como la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA) ---que hicieron desaparecer físicamente a treinta mil de los mejores cuadros de la transformación argentina--- con la cloaca del menemismo que corrosionó todos los valores que sostienen la autoestima de un pueblo y una nación, tuvo tres efectos casi mortales sobre el gran pueblo argentino y su futuro.
3. Las huellas de la crucifixión
La aniquilación de una generación de líderes nacionales, seguida por un período de inversión de todos los valores durante el Menemismo, han dejado a la actual juventud crítica en una situación de huérfanos. Han quedado pocos dialogantes que pueden transmitir sus experiencias de lucha a aquellos que se inician ahora en el peligroso arte del cambio progresista. El puente generacional, que permite la transferencia de conocimiento, sabiduría y heroísmo ejemplar hacia las generaciones venideras, fue destruido.
En ese entorno, una juventud creada políticamente in vitro, busca afanosamente crear una visión del mundo y un proyecto de nación, adecuados a las condiciones del siglo XXI y de una Patria Grande bolivariana. Tienen que sortear, en esa odisea para encontrar su destino personal y colectivo, varios obstáculos de gran envergadura. En primer lugar, tienen que evitar, como Homero, que los cantos de sirena de algunos ex líderes sobrevivientes del holocausto que se han convertido en operadores ("punteros") de las fuerzas políticas partidistas y estatales, desvíen el rumbo de su barco libertador hacía el mercantilismo y la venalidad sistémica del régimen burgués. En segundo lugar, tienen que proteger su salud mental de los discursos de un extendido estrato de autistas que en Argentina con frecuencia suelen denominarse y autodenominarse genéricamente "la izquierda". El escepticismo, confusionismo y subjetivismo de amplios sectores del claustro académico es otra mina en el camino hacia la conquista juvenil de la razón crítica, como lo es la necesidad de entender el limitado potencial de transformación que representan las fuerzas del pragmatismo y de la realpolitik y las terribles simplificaciones de la realidad que se expresan en las castrantes dogmas del análisis racional, que rezan que "todos son iguales" ---Kirchner es igual a Menem--- o "que se vayan todos". Finalmente, tienen que enfrentarse a los tabúes de pensar determinados temas de la teoría de Estado, por ejemplo, la relación con los militares, so pena de caer bajo las severas penas del ostracismo.
En tercer lugar, tienen que superar el amenazante mensaje de la oligarquía y de su historia reciente que les reza, casi con fuerza de ley social: si en tiempos de interregnum democrático te organizas o te conviertes en líder de un movimiento para cambiar el sistema, en la próxima dictadura militar te lo vamos a cobrar a ti y tu familia. Los recurrentes golpes de Estado establecen una especie de "ley de terror y democracia" en Argentina que le dice a la sociedad civil, que cada veinte a veinticinco años habrá una matanza de los que quieren cambiar el régimen de la oligarquía en tiempos de democracia. El paralizante mensaje que se respalda en los golpes militares de 1930, 1955 y 1976, es actualizado mediante la omnipresente infiltración de los servicios de inteligencia del Estado en los sindicatos, organizaciones estudiantiles y movimientos sociales democráticos, junto con la preservación y constante actualización de los archivos de la dictadura y la reciente aprobación de la "Ley antiterrorista", y le hace pensar dos veces a un joven si debe comprometerse en movimientos de protesta y cambios legítimos.
4. Las fuerzas de la vida avanzan
La resurrección de la teoría y política de transformación profunda de la nación, es inevitablemente lenta. Pero la gigantesca piedra, con la cual la oligarquía, los militares asesinos y el Menemismo sellaron la entrada a la tumba del crucificado ha empezado a moverse. Jóvenes líderes campesinos, estudiantiles y trabajadores, junto con algunos sobrevivientes del holocausto, están buscando desde su lugar de vida el nuevo proyecto de nación y de unidad estratégica nacional y latinoamericana.
La buscan de manera democrática, sin discriminación de sexo, edad, étnia, profesión o metafísica, con una nueva madurez de debate que permite posiciones diferentes. La bandera estratégica que los une cada vez más es la Democracia Participativa postcapitalista, como horizonte estratégico, y el Bloque Regional de Poder Latinoamericano, como proyecto de transición.
Es reminiscente esa situación a cuando el gobierno de Mao Tse Tung lanzaba la consigna de permitir que "florezcan quinientas flores". En Argentina, esas flores de la nueva vida aparecen por todas partes de la geografía nacional y es posible que hacia fines del año podrá verse ya una "alfombra de flores" que cubra el país, es decir, una cautelosa consolidación organizativa mediante una red horizontal democrática.
Pero, al igual, que en la historia de China, las guardañas para cortar las cabezas de las nuevas flores se están afilando. Washington ha decidido que hay que quebrar el modelo de Kirchner para quebrar la integración bolivariana de la Patria Grande y acabar con Hugo Chávez. En su plan estratégico para lograr tal fin, el gobierno de Kirchner ha sido definido como el eslabón más débil en la cadena bolivariana. Por eso, la ofensiva estratégica se dirige contra el Presidente argentino.
5. Ofensiva final contra Kirchner
El gobierno de Kirchner está enfrascado en una batalla a muerte con las fuerzas más poderosas del sistema internacional: el capital financiero, el capital petrolero y el Vaticano. Y es imposible, que una pequeña nación como Argentina le gane a esos tres gigantes del imperialismo mundial sin el respaldo de un Bloque Regional de Poder.
La ofensiva contra Kirchner avanza, esencialmente, en lo económico y lo mediático. Y, como siempre en la historia latinoamericana, desde San Martín y Bolívar hasta nuestros días, los pillos y los tontos andan juntos, a fin de acabar con los proyectos de emancipación de la Patria Grande.
El avance de la ofensiva estratégica se puede medir en las groseras agresiones del capital financiero internacional y sus verdugos estatales que sienten que Kirchner está a punto de ser knockeado. Hace una semana el Fondo Monetario Internacional (FMI) envió una misión a Buenos Aires que solicitó descaradamente que el superávit fiscal del Estado sea aumentado de 3 % a 4.5 %, para poder pagar más a la deuda externa. Esta no es una medida de negociación, sino una provocación destinada a aumentar las protestas sociales en la calle y la unificación de los acreedores de la deuda externa argentina.
Por otra parte, el 11 de mayo, el Departamento de Tesoro de Estados Unidos, criticó duramente el intercambio de bonos de la deuda argentina, aceptado por un 76.15 % de los acreedores sobre un volumen monetario de alrededor de cien mil millones de dólares, demandando que el restante 23.85 % de los acreedores reciba una indemnización y que la “ley cerrojo” argentina que niega la reapertura de las negociaciones, sea anulada.
Y el 12 de mayo, el tribunal internacional del Banco Mundial para dirimir sobre conflictos de inversiones (CIADI) resolvió a favor de una demanda presentada por la transnacional estadounidense CMS Energy, a la cual debe indemnizar el gobierno argentino con 133 millones de dólares por no otorgarles “un trato justo y equitativo”. Están pendientes en la CIADI otros reclamos contra el gobierno argentino por más de 13 mil millones de dólares.
El futuro de Kirchner pende de un hilo y ese hilo es la deuda externa. Si Washington hace fracasar los resultados obtenidos hasta hoy por la Casa Rosada, a través de la intervención directa de la Casa Blanca o a través de la Corte de Apelaciones de Nueva York, donde está bloqueado el canje acordado, la economía argentina entrará en una crisis que tarde o temprano llevará a la sustitución política de Kirchner.
Y aquí entra la segunda tenaza de la pinza imperialista-oligárquica: la ruptura de las relaciones entre Argentina y Brasil. Los medios de Brasil han sido caja de resonancia de una fracción chovinista de la clase industrial paulista, cuya cabeza visible y vociferante es el insoportable pedante y antibolivariano Ministro de Industrias, Luiz Fernando Furlan, dueño de la empresa alimenticia “Sadia”, que sistemáticamente pretende impedir la reindustrialización argentina y la construcción de un Bloque de Poder Regional entre iguales. El avance de la integración latinoamericana pasa inevitablemente por la remoción de ese sujeto que bloqueará, mientras pueda, la consolidación del eje estratégico Brasil-Argentina.
En Argentina, el diario de la oligarquía, La Nación, junto con el conglomerado Clarín, lleva la batuta en la campaña de ruptura entre ambas naciones. Dado que no existe ningún diario de calidad en Argentina, como, por ejemplo, La Jornada en México, el impacto de las campañas del Clarín ---históricamente vinculado al arquitecto del golpe de Estado militar contra Hugo Chávez, el magnate venezolano Gustavo Cisneros y, también al capital financiero estadounidense--- sobre la opinión pública del país es fuerte y desestabilizador.
El gobierno de Kirchner sólo es salvable si logra renegociar con Brasil y Venezuela la deuda externa. De ahí, que las demandas de ciertos movimientos sociales y las críticas de los intelectuales dirigidas exclusivamente al gobierno nacional, en el sentido de que “K” debe resolver la deuda, el desempleo, etc., reflejan las limitaciones de un importante sector del pensamiento político argentino actual, que razona fuera de la geopolítica y de la ciencia del mundo, de una manera subjetivista y local que solo puede llevar la nación al desastre.
Una política argentina con visos de triunfar en el problema de la deuda externa, por ejemplo, debe tratar de crear un movimiento argentino-brasileño-uruguayo-paraguayo-cubano-venezolano, que emplace a los Presidentes respectivos a una cumbre social-presidencial, en la cual haya un debate público sobre su disposición de enfrentar como grupo este problema. Hugo Chávez ya dijo en el último Foro Social Mundial que hay que hacer un Cártel de Deudores, pero los intelectuales y las cúpulas de los movimientos siguen en sus planteamientos nacional-electoralistas que no cambiarán nada en América Latina.
En esta situación no ayudan las indecisiones estratégicas de la política interna de Kirchner que coquetea, al mismo tiempo, con las masas y con elementos de la política de la derecha, sin decidir con quién echar su suerte presidencial. Tiene más miedo a las masas que a la derecha, hecho por el cual no quiere ser ni otro Perón ni otro Chávez. Y parece que en la Casa Rosada ha caído en el olvido el dicho popular argentino, de que “no se puede montar dos caballos con un solo culo” y que, de todas formas, la derecha nunca le va a perdonar que haya tocado dos de sus instituciones más sagradas: a la Fuerza Armada, con su actuación en la ESMA, y a la Iglesia, con el desconocimiento del obispo militar clerical-fascista Baseotto.
El Proyecto Bolivariano corre el peligro de ser nuevamente derrotado, tal como sucedió en la Primera Independencia. Esta vez, la explicación de tal derrota no habría que buscarla en las condiciones objetivas, sino en la incapacidad teórica de entender la fase pre-resurreccional de Argentina y América Latina y forjar, en consecuencia, la imprescindible unidad estratégica nacional y latinoamericana.