La fuerte crisis económica que se vive en Europa ha obligado a sus países a tomar medidas, no muy populares, para tratar de campear el temporal de sus errores sistémicos. Han volcado sus miradas hacia los altares del Fondo Monetario Internacional (FMI), suplicando les absuelva de pecados (vía préstamos no tan blandos que, con la excusa de pagar sus deudas impagables, les ayuden a mantener el status de vida de sus burguesías) y les conceda el beneficio de acceder al paraíso (reflotar sus arcas a costillas del sacrificio del pueblo).
En el caso de España, la situación todos los días se hace más insostenible. Se lee en los periódicos que reseñan benevolentemente las ejecutorias de Rajoy: El gobierno español hará importante “ahorro” en educación y salud durante el año 2012 (Comillas nuestras). Cualquier persona desprevenida presumirá que el gobierno español ha logrado convenios y acuerdos que le permitirán mantener el mismo ritmo de atención en salud y educación, pero con menores costos para su presupuesto.
¿La realidad? El gobierno español disminuye, de un plumazo, ingentes cantidades de recursos a dos aspectos vitales para las mayorías: su salud y su educación. Dejando prácticamente indemnes a la iglesia y a la monarquía: rémoras eternas y permanentes de los presupuestos nacionales de España. Es decir, al gobierno español le interesa más la estabilidad y alegría de curas y reyes, que la de su plebeyo y bien explotado pueblo.
Mientras, las condiciones objetivas de vida de la población española se deterioran aceleradamente: inflación, desempleo, disminución de oportunidades en el acceso a bienes y servicios…es decir, aumenta la indignación. No les quieren dejar soñar, ni tan siquiera vivir dignamente.
Todo ese panorama nos recuerda historias recientemente vividas en este lado del Atlántico. Nuestros países latinoamericanos vivieron en carne propia lo que significa un recetario del FMI. La brecha entre pobres y ricos se hizo inmensa. La expoliación de recursos se legalizó. La entrega de la soberanía era justificada por la supuesta ineficacia de los Estados Subdesarrollados. Las deudas nacionales se hicieron cada vez más impagables y más comprometedoras. Todos los países “desarrollados”, España incluida, nos veían con desdén y se daban el tupé de opinar, proponer, imponer y decidir acerca de nuestros pobres destinos.
Hoy por hoy, con dignidad, valentía, soberanía y compromiso social, Latinoamérica da muestra de querer hacer las cosas de manera distinta. Con aciertos y errores. Pero, sus propios aciertos y sus propios errores. Y en el contexto latinoamericano, Venezuela, República Bolivariana solidaria e internacionalista, transita un camino espinoso y difícil, pero alentador y promisorio: construir una sociedad y un sistema socialista con características particulares.
En nuestro país se han ido logrando hitos que eran impensables hace una década: se han alcanzado, antes de lo estimado, varios objetivos del milenio; hemos vencido el analfabetismo; la brecha entre pobres y ricos es cada vez menor; las políticas de Estado tienen profunda raíz social; en salud, educación, cultura y deporte se busca la inclusión integral de la población; la vivienda y la agricultura tienen especial atención; las condiciones objetivas de vida mejoran cada día.
Sin embargo, a los ojos del mundo, el gobierno español “ahorra” en educación y salud, mientras que el gobierno venezolano, Chávez más exactamente, dilapida y regala recursos. Habría que preguntarle a los cientos de miles de españoles y españolas, que quedarán fuera de los sistemas de salud y educación, si consideran las medidas de Rajoy, un ahorro o un recorte. Y si preferirían tener por allá, un gobierno como el de por acá…
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