José Martí: Una muerte que fue siembra

En Dos Ríos, provincia de Oriente, el 19 de mayo de 1895, cae en combate, herido por tres disparos que ponen fin a su vida, el Delegado, el Maestro, el Mayor General, el líder indiscutible de aquella "guerra necesaria" de independencia de Cuba.. Desaparecía físicamente, de una forma heroica, un hombre que tuvo una fecunda existencia, y así se puso término en lo personal a su viaje humano. Tal vez el hecho ocurriera como lo había vaticinado:

"Yo moriré sin dolor: será un rompimiento interior, una caída suave y una sonrisa."

"Se ha de vivir y morir abrazado a la verdad. Y así, si se cae, se cae en una hermosa compañía..." [

Después de su caída comienza una nueva etapa del viaje humano de Martí, que consiste en mantenerse vivo espiritualmente en la conciencia y en la acción de los hombres mejores de su pueblo. Se cumplirían con ello sus ideas visionarias sobre el destino de los hombres consagrados al bien de su patria.

“No hay más que un modo de vivir después de muerto: haber sido un hombre de todos los tiempos - o un hombre de su tiempo".

Pues eso es Martí: un hombre de todos los tiempos y un hombre que vence a la muerte según su decir: "Morir no es nada, morir es vivir, morir es sembrar. El que muere, si muere donde debe, sirve. Vale y vivirás. Sirve y vivirás. Ama y vi­virás. Despídete de ti mismo y vivirás. Cae bien, y te levantarás."

El hombre que desaparecía físicamente tenía una estatura de unos cinco pies y medio, o sea, un metro y sesenta y cinco centíme­tros, con un peso de 130 a 140 libras. Era de vestir modesto, pero pulcro. Su traje y su corbata eran negros, en símbolo de luto por Cuba. Usó un anillo de hierro, hecho de un pedazo de la cadena que llevó en presidio. De cabeza normal, su frente era notablemente alta y despejada, a lo que contribuía su calvicie moderada. Sus cejas eran pobladas, grueso el bigote y fina la mosca que adornaba el mentón firme. Nariz recta y orejas algo separadas de la cara. Ojos pardos o glaucos, algo achinados, melancólicos y dulces, pero relampa­gueantes o coléricos en el frenesí de la oratoria. Mirada y verbo hechizadores. Hablar suave, sin estridencia, y persuasiva. Voz fuerte y vibrante en los discursos. Manos finas y afiladas como hombre magro, intelectual y artista. En fin "era pequeño, de cuerpo delgado; tenía en su ser encarna­do el movimiento; grande y vario su talento, veía pronto y alcanzaba mucho su cerebro; fino por temperamento, luchador inteligente y tenaz, que había viajado mucho, conocía el mundo y sus hombres; siendo excesivamente irascible y absolutista, dominaba siempre su carácter, convirtiéndose en un hombre amable, cariñoso, atento, dispuesto siempre a sufrir por los demás, apoyo del débil, maestro del ignorante, protector y padre cariñoso de los que sufrían; aristócrata por sus gustos, hábitos y costumbres, llevó su democracia hasta el límite. Era muy nervioso, un hombre ardilla; quería andar tan deprisa como su pensamiento, lo que no era posible. Subía y bajaba las escaleras como quién no tiene pulmones. Vivía errante, sin casa, sin baúl y sin ropas; dormía en el hotel más cercano de donde le cogía la noche o el sueño; comía donde fuera mejor y más barato, ordenaba una comida admirablemente y, sin embargo, comía poco; días enteros se pasaba con vino Mariani; quería agradar a todos y tenía manía de hacer conversiones, así que no le faltaban desengaños. Era un hombre de un gran corazón que necesitaba un rincón donde querer y ser querido. Tratándole, se le cobraba cariño a pesar de ser extraordinariamente absorbente. En el trato era encantador. Tenía "alma de niño" y profesaba un amor inmenso por los niños. Era un trabajador infatigable. Dormía poco y con inquietud. Era frágil de cuerpo, precario de salud; pero poseia una tenacidad a toda prueba.

En el testimonio de la época, brindado por el doctor Pablo A. de Valencia, quien efectuó la autopsia al cadáver de Martí, se señala: "A la sazón en que desembarcó en esta Isla para ponerse al frente del movimiento revolucionario, estaba regularmente nutrido, constitución regular y temperamento bilioso. Aunque delgado, bien conformado; de estatura regular; pelo castaño -oscuro rizado; una pequeña calvicie en la coronilla y entradas muy pronunciadas en las sienes; frente ancha y despejada; cejas de igual color que el pelo y no muy pobladas; nariz aguileña; orejas pequeñas; boca regular; bigote fino y poco poblado; buena dentadura, sólo que le faltaba el segundo incisivo de la mandíbu­la superior del lado derecho y los dientes en su mayor parte eran puntiagudos; cara de forma oval. Que presentaba en las piernas señales de haber llevado grillos. El día 23 del propio mes y año se procedió al reconocimiento del cadáver después de exhumado: Dicho cadáver parece ser el de un hombre cuya edad fluctúa entre los 45 y 50 años ,de musculatura firme y algo enjuto de carnes...Que presenta además en la pierna derecha y en su tercio superior, una hendidura especial de la piel correspon­diendo a dicha hendidura un color algo más oscuro que el resto del cuerpo, pruebas evidentes de haber sufrido en aquella parte durante algún tiempo una presión con la contusión consiguiente, producida por un anillo de hierro colocado en dicho punto. Que presentaba las siguientes heridas: Una herida de bala penetrante en el pecho, cuyo orificio de entrada parecía corresponder a la parte anterior del pecho al nivel del puño del esternón, el cual había sido fracturado, presentando al parecer dicha herida su oficio de salida por la parte posterior del tórax, en el cuarto espacio intercostal derecho como a diez centímetros de la colum­na vertebral. Otra herida de bala en el cuello, cuyo orificio de entrada estaba debajo de la barba como a unos quince centímetros de la misma y a cuatro de la rama derecha del maxilar inferior y cuyo orificio de salida se encontraba por encima del maxilar superior, lado derecho, cuyo labio se hallaba destrozado. Otra herida igualmente de bala en el tercio inferior del muslo derecho y hacia su parte interna. Además presentaba algunas contusiones en el resto del cuerpo."

Según informe realizado por el coronel español José Ximenes de Sandoval, jefe de las tropas enemigas, entre las pertenencias ocupadas al cadáver de Martí se encontraban las siguientes: un reloj de oro; un revólver con culatín de nácar; un machete; planos; papel timbrado y distribuciones de fuerzas; un pañuelo de seda de bolsillo con iniciales bordadas con hilos verdes; una cartera de bolsillo con notas, retratos y otras cosillas; un cortaplumas manchado con sangre; un rifle relámpago; una escarapela cubana bordada con mostacilla; un libro muy chiquiti­co, manuscrito con letra de Carlos Manuel de Céspedes, y que dijeron era el código cubano que se le encontró en la cartera de bolsillo; una cinta de seda azul en un papel con una dedicatoria entusiasta alusiva al color de la cinta y la guerra, de una hermana de Gómez a Martí; unas espuelas vaqueras.

Tal era el hombre que conocieron sus coetáneos y que libró una lucha de gigantes para unir a su pueblo y encauzar la guerra que lo emanciparía, y que cayó en combate 39 días después de su desembarco por Playitas de Cajobabo.

De su imagen nos quedan algunas fotos y retratos. De su obra nos queda la historia de sus vivencias, los hechos y acontecimientos de los que fue contemporáneo o protagonista. De sus ideas nos ha quedado un caudal inmenso que nutre el mundo físico y espiritual de su pueblo y de la humanidad. Hoy estas ideas son parte integrante del alma de la Revolución cubana, y por ello mismo son fuente de sueños y de luz.

El viaje humano de José Martí, continúa su curso como la marcha indetenible de las generaciones nuevas y de los pueblos hacia el porvenir. Porque no en vano y con razón profética, afirmó que "el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber; y ese es el verdadero hombre, el único hombre práctico, cuyo sueño de hoy será la ley de mañana, porque el que haya puesto los ojos en las entrañas universales y visto hervir los pueblos, llameantes y ensangrentados, en la artesa de los siglos, sabe que el porvenir, sin una sola excepción, está del lado del deber. Y si falla, es que el deber no se entendió con toda pureza, sino con la liga de las pasiones menores, o no se ejer­citó con desinterés y eficacia." [

"Yo no necesito ganar una batalla para hoy; sino que al ganarla, desplegar por el aire el estandarte de la victoria de mañana, una victoria sesuda y permanente que nos haga libres de un tirano ahora y después? Que dónde estoy? En la revolución; con la revolución."

En el mundo que vemos desfilar ante nuestros ojos hay razones más que sobradas para las visiones apocalípticas. Hoy, como ayer, al decir de Martí "el mundo entero es una inmensa pregunta". La humanidad toda debe darse a sí misma una respuesta definitiva y verdadera que satisfaga sus necesidades y aspiraciones legítimas. Y habrá de armarse con tesón y optimismo suficientes para recorrer el camino que lo conduzca a la victoria, a pesar de los escollos y los cataclismos. Pues no obstante los rigores del destino, es fundado y cierto que, como sentenciara nuestro Héroe Nacional: "El sol sigue alumbrando los ámbitos del mundo y la verdad continúa incólume su marcha por la tierra".

wilkie.delgado@medired.scu.sld.cu



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Wilkie Delgado Correa


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