Si multiplicásemos 23.465.000.000 millones de euros por 230 pesetas, que sería el cambio actual pesetas/euro por la pérdida de competitividad de España, no tendría espacio para escribir aquí más que números.
Bankia, un engendro financiero resultante de la suma de entidades financieras zombis (todas quebradas y sus directivos millonarios) acaba de comerse toda esa cantidad de dinero que nadie sabe de dónde saldrá, aunque sí sabemos quienes pagarán la codicia, la ineficiencia y la soberbia de una clase empresarial y financiera española que debería estar toda entre rejas, pero el triángulo de poder formado por el poder judicial y el político impide que esta mediocre dictadura caiga.
Pero para que no se emocionen mucho, el nuevo presidente del banco zombi Bankia, José Ignacio Goirigolzarri, acaba de asegurar que, aunque todavía no ha recibido los 19.000 millones de euros que había olvidado pedir, junto a los 4.465 que recibió de «adelanto», cuando los reciba y «sanee» el banco zombi, no piensa devolverlos: el que avisa no es traidor.
Alega el listo presidente que la obligación de una compañía cuando recibe capital no es devolverlo, sino «ser capaz de generar valor y ofrecer rentabilidad a esa aportación».
El problema es que ese capital es de todos (no de Bankia, ni del PP, ni del PSOE, ni del Gobierno) y la única razón para meterlo en Bankia es que Gobierno, Partido Popular, PSOE y entidades financieras piensan que el que reparte se lleva la mejor parte y que, además, todo el monte es orégano y todo el orégano es de ellos. Pero no se asusten, o mejor dicho asústense; aún hay gente que los vota, que los justifica y que los olvida. Son mayoría los que creen todo lo que dice (oculta) la prensa española y sus políticos; votantes que odian a Cristina Fernández de Kirchner, a Chávez, a Evo Morales… por todos los «males» que infligen al sufrido pueblo español y piensan, como quien repite un eslogan comercial, que el rey de los españoles y su familia son sus mejores embajadores.