Malí, otra herida colonial en África

África quedó desde el siglo XX como la otra cara del imperialismo, la que muestra lo peor de sus despojos. El actual conflicto militar de poder en la República de Malí, ex colonia francesa hasta 1959 cuando fue impulsada a su independencia por la oleada anti colonial de esa década.

El pasado 22 de marzo, un golpe de estado depuso al presidente Amani Toumani Toure, y casi de forma paralela, los rebeldes tuareg del Movimiento Nacional para la Liberación de Azawad (MNLA) se hicieron con el control de la parte norte del país. Desde entonces vive en estado de secesion y guerra, agrabando la realidad de más de la mitad de la población que vive por debajo de la línea de pobreza.

El 6 de abril, los rebeldes norteños proclamaron la instauración del Estado de Azawad, sobre un territorio de unos 850.000 kilómetros cuadrados, complicando la realidad nacional, sobre todo porque facilitó el ingreso de entidades como la UNESCO y de Estados imperiales que usarán a Malí como pieza de cambio y negociación con Argelia, que colinda en su parte sur de la cual depende parcialmente.

Durante las últimas semanas, la coyuntura adoptó carácter de caos territorial y político. Se perdió el control del gobierno títere de la capital, instaurado por un golpe de Estado en 1991. Aunque de ese putch militar surgieron una nueva constitución y una institucionalidad más democrática que la anterior a 1991, con varios partidos, la frágiliad de una nación dominada por Estados potencia de la región y por entidades de Europa, condujo al desastre actual.

El país africano ha quedado dividido en dos, pero la poblacion del norte sufre las consecuencias, con decenas de asesinados, en apenas tres semanas, según la cuenta de la agencia de noticias ANI, de Mauritania.

La regiòn norte, fronteriza con Argelia, permanece en disputa entre los rebeldes tuareg y grupos integristas armados por el Magreb Islámico (AQMI) -Ansar al Din y el Movimiento para la Unidad y la Yihad en África del Oeste (MUYAO). Estos se implantaron en el norte maliense y tomaron el control de al menos dos de las principales ciudades: Tombuctú y Gao.

Malí es una nueva demostración de lo que resulta cuando un país o Estado someten su soberanía y sus gobiernos deciden asociarse con Estados potencia, transfiriendo derechos nacionales, económicos y políticos, basada en una institucionalidad no –o insuficientemente– democrática, con una poblaciòn sumida en la miseria y la explotación.

Esta joven República de apenas más de medio siglo de existencia semi independiente, es un Estado sin litoral del África occidental. Es el séptimo país más extenso de África y limita al norte con Argelia, al este con Níger, al oeste con Mauritania y Senegal y al sur con Costa de Marfil, Guinea y Burkina Faso. Su tamaño es de 1.240.000 km² y su población estimada es de alrededor de 12.000.000 de habitantes. Su capital es Bamako.

El actual territorio maliense fue sede de los tres imperios de África occidental que controlaban el comercio transahariano: el Imperio de Ghana, el Imperio de Malí (del cual Malí toma su nombre) y el Imperio songhay. A fines del siglo XIX, Malí cayó bajo el control de Francia, pasando a formar parte del Sudán francés.

En 1959 consiguió su independencia junto con Senegal, convirtiéndose así en la Federación Malí, desintegrada un año después por fuerzas externas y conflictos internos. Alrededor de la mitad de la población vive debajo del umbral de la pobreza internacional, establecido en 1,25 dólares por día. (con base en datos de DEBKA y Wikipedia)

Con el pretexto de proteger los santuarios milenarios y bienes arqueologicos de Malí, la UNESCO ha comenzado a operar desde Europa para interferir en el conflicto, con el objetivo de que el país no salga del control de la UE y el Comando Estratégico de la OTAN y EEUU, establecido en el norte de África.

Lo que en general es un propósito cultural noble, proteger bienes culturales acumulados por esa parte de la humanidad, será usado para establecer un nuevo estatuto de dominación en la República de Malí, como intentan hacer la OTAN y EEUU en Afganistán desde 1985 y la nueva potencia capitalista de China, en sitios sagrados como Tibet.

Cualquier revolucionario o demócrata honesto, tiene el deber de denunciar las atrocidades medievales cometidas por el Talibán en Afganistán, antes, como ahora lo hace una fracción de los integristas en Malí. Pero en manos de la UNESCO y la OTAN, Malí constituye un pretexto para la dominación, no para su conservación. Así lo demostraron con los saqueos de Irak, Libia, Somalía y otros lugares despojados.


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Modesto Emilio Guerrero

Periodista venezolano radicado en Argentina. Autor del libro ¿Quién inventó a Chávez?. Director de mercosuryvenezuela.com.

 guerreroemiliogutierrez@gmail.com

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