No hay duda que el ingreso de Venezuela al Mercosur el próximo 31 de julio, modificará varias cosas de la geopolítica suramericana. El Mercosur será distinto, menos por la suma del PBI venezolano, que siendo de más de 200 mil millones no es un dato despreciable, que por el nuevo peso geopolítico que adquirirá el bloque.
El ingreso de nuestro país al bloque debe comprenderse
desde tres condiciones distintas, que lo permitieron. Una es el
regionalismo creciente, o sea, la crisis del sistema mundial de economía
y Estados, otra es la integración de facto construida
por el gobierno bolivariano desde 2003, que significan alrededor de 320
pactos de Estado, que incluyen acuerdos comeciales, protocolos de
inversión, de radicación de industrias, de traspaso de tecnología, o de
tipo político, cultural y militar. La tercera condición es casi una
anécdota en ese contexto: el golpe en Paraguay, su suspensión del
Mercosur y la brecha por la que se coló Venezuela.
El ingreso al bloque sureño, abrirá una perspectiva nueva para Venezuela, en dos dimensiones. Una, la económica-comercial, otra la político-diplomática. Muchas cosas están por verse. Lo único que se puede asegurar es que nada será igual para el bloque ni para sus países componentes.
Causas, Efectos y Defectos
Los
efectos que implican el ingreso de Venezuela para el Mercado Común del
Sur, serán directamente proporcionales a los efectos que se devolverán
sobre el Estado y el gobierno de la llamada ’Revolución Bolivariana’.
Esta dialéctica también implica -o sea: tendrá costos políticos
derivados- sobre el poderoso y multiforme movimiento social que sostiene
a ese gobierno, ese régimen y ese Estado caribeños. Ahí se cumple la
ley según la cual nunca nadie gana nada sin perder algo. Digamos, como
los matrimonios en la vida privada o los armisticios en la historia de
las guerras.
El ingreso de Venezuela al Mercosur no sólo modifica hacia arriba el PBI mercosuriano (que ahora sumará el 73.8% de Sudamérica) y un fluido comercial vibrante que ya se multiplicó por 4 con Argentina, por 3 con Brasil, por 3.4 con Chile y por 3.2 con Uruguay, (Paraguay sigue rezagada) desde 2003.
La
integración de Venezuela como miembro pleno es lo más avanzado que ha
logrado el bloque, después de 33 Acuerdos firmados con trece países y
bloques desde el Protocolo de Ouro Preto (diciembre 1994).
El valor del ingreso no reside tanto en el tamaño de la economía venezolana, como por la potenciación de su peso geopolítico.
Estos
datos, con toda la importancia que contienen, no son más que
indicadores abstractos del peso minúsculo en una economía mundial
decenas de veces superior, dominante y concentrada en el exclusivo club
de países ricos del G-8.
Su aplicación en la vida cotidiana de las sociedades del Mercorur y su
fuerza como sostén de los Estados nacionales frente al dominio yanqui,
es mucho más reducida, relativizada, vulnerable, que el impacto
mediático de saber que representa casi tres cuartas partes de la
producción anualizada subregional.
No
hay dudas que el nuevo Mercosur con Venezuela adentro, tendrá una
dinámica distinta que irá de lo económico y comercial a lo político y de
allí a lo más importante, lo geoestratégico. Es aquí donde se abren
perspectivas internas y externas (la relación con el imperialismo) cuyos
contenidos serán contradictorios, altamente contradictorios.
Una dinámica imprevisible
Habrá
elementos dinámicos seguramente progresivos, dirigidos a hacer del
bloque una zona defensiva comercial y política frente a los Estados
Unidos y los monopolios. Esto no obliga a edulcorar al bloque, ni mentir
sobre su definición esencial.
El Mercosur es lo opuesto del ALBA. No es un bloque económico de propósitos anti imperialistas, y menos de vocación socialista.
Sería
imposible, o simplemente demagógico, si recordamos que las fuerzas
económicas dominantes del bloque sureño son estrictamente capitalistas y
proimperialistas, como las 17 multinacionales instaladas, o empresas
del tipo de Techint, Roggio, Pérez Companc, Pescarmona, la gigante
brasileña Ordebrecht y los bancos privados de ese país.
En el mismo sentido actúan los Estados del Mercosur, aunque sus
gobiernos puedan tender políticas defensivas correctas, como la que
reflejó en 2004 Néstor Kirchner cuando proclamo que “El Mercosur no será
el TLC”. Efectivamente, es algo mejor que el TLCAN o el ASEAN, pero no
tanto para cambiar su naturaleza.
Por qué Venezuela
El ingreso de nuestro país no tiene
explicación sin dos o tres condiciones previas. La primera, contingente,
es la suspensión temporal del único Estado cuyo parlamento se negaba a
aprobar su inclusión. La segunda causa es más profunda. Se trata de que
Venezuela aprovecha un momento de aflojamiento de los controles
internacionales sobre el sistema mundial de Estados inaugurado en 1948 y
en crisis desde hace algunos años. La tercera condición es una causa y
un efecto a la vez. Venezuela se está beneficiando del reciente mapa de
multipolaridad del poder mundial, uno de los derivados inmediatos de la
crisis del sistema mundial de Estados.
Será muy útil al gobierno de Venezuela. Una paradoja que se explica
porque El Mercosur le sirve como refugio cercano para defenderse del
asedio norteamericano, siempre presente.
La mejor manera de
contrastar estos aspectos progresivo -potenciales y actuales- es
destacar la sincronizada reacción de la derecha continental más anti
popular.
Esta integración será de alto beneficio por un hecho consumado. Le servirá para consolidar una integraciónde facto,
construida desde hace unos 7 o 9 años mediante los más de 150 pactos,
acuerdos y protocolos firmados con Argentina, los 174 acordados con
Brasil y las decenas de acuerdos rubricados con Uruguay.
Con esa red de relaciones de integración bilateral, era una cuestión de tiempo, y oportunidad, nuestro asiento en el bloque.
Sin
embargo, Venezuela no podrá escapar a los efectos de los hechos que
condujeron a su inclusión en la pequeña familia mercosuriana.
Dentro
de 9 meses las elecciones paraguayas devolverán la legitimidad política
al país del golpe institucional contra Fernando Lugo. Despejado ese
límite, Paraguay volverá al bloque y nada indica que el Senado y el
Parlamento, además de los otros poderes fácticos del país, vayan a ser
distintos.
En Uruguay, deberá capear las dificultades que ya manifestaron los dos ministros más comprometidos con Estados Unidos y sus políticas para América latina. Se trata de Danilo Astori, jefe de la economía uruguaya y de Luis Almagro, encargado de las relaciones con el mundo. Entre Ambos, el presidente Mujica hace lo que puede para mantener la cohesión institucional y el equilibrio de fuerzas internas en el Parlamento y en el Frente Amplio, el partido de gobierno.
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