“Después de la firma del Concordato por ud. y por Von Papen y de hacer aspersiones con agua bendita a Hitler dándole la impresión de que resucitaba, Von Papen, que logró escapar de Nuremberg, se jactaba en la siguiente forma: "el tercer Reich es el primer poder que no solamente reconoce sino que pone en práctica los altos principios del papado". Vuestros cardenales y obispos bendijeron en Roma las armas de guerra de los soldados enviados contra indefensos etíopes. Vuestro cardenal Schuester, de Milán, proclamó el robo de Etiopia como una cruzada santa "para llevar en triunfo a Etiopia la Cruz de Cristo" Mientras tanto sigue Ud. llamando a su iglesia "la iglesia de Dios" y pretende que yo, como jefe de un estado civil, le admita a Ud. como superior a mi y al pueblo de los Estados Unidos de América. Ud. habla con palabras melosas sobre justicia y al mismo tiempo hace sonar los tambores para otra guerra, tal vez más terrible que las dos ultimas, contra Rusia que nos ayudó a derrotar a Hitler y Mussolini. Usted está incitando a los Estados Unidos para que cuando antes declare la guerra a Rusia, usando los mismos métodos empleados por Hitler para lograr la solidez de sus detestables y diabólicos regímenes.
Usted quiere que desperdiciemos nuestro dinero y que enviemos a nuestros jóvenes a una muerte horrible, que sobre los cadáveres de Hitler y de Mussolini terminemos la lucha que aquellos empezaron con ayuda suya y a quienes nosotros derrotamos. Si, Estados Unidos de América desean la Paz, pues de todas las naciones solamente nosotros quedamos con alguna prosperidad y decencia. Somos el baluarte de las libertades democráticas protestantes. Si nosotros, o la Inglaterra protestante, nos debilitásemos, vuestra CULTURA CATÓLICA tendría una oportunidad para gobernar otra vez el mundo haciéndolo retroceder a la Edad Media. Si perdiésemos o nos debilitásemos con la guerra que Ud. está provocando contra Rusia, fácilmente procuraría el Vaticano una alianza con ella. Su predecesor, el Papa Pío XI, declaró públicamente que el haría pacto CON EL DIABLO MISMO, si conviniese a los intereses de la Iglesia. Por lo tanto, señor Pacelli, es mi deber como Jefe de este país predominantemente protestante, rechazar sus propuestas a guisa de alianza, de pacto de paz. Los que comen en el plato en que el Diablo está comiendo, deben usar una cuchara muy larga.
Continuaré mi labor para lograr y mantener la paz como buen bautista, conservando los honrados principios protestantes que hicieron poderosa nuestra nación y trabajando por ellos.
Sinceramente suyo,
HARRY S. TRUMAN
PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA”
Harry S. Truman, 33.er Presidente de los Estados Unidos de América, desde el 12 de abril de 1.945 hasta el 20 de enero de 1.953, nace en Lamar, Missouri, 1.884 y muere en Kansas City en 1.972. Fue el Presidente gringo que ordenó lanzar una bomba atómica sobre dos pueblos habitados por civiles y sin ninguna importancia militar. El 6 de agosto de 1.945 una primera bomba atómica es lanzada sobre Hiroshima a las 8:15 a.m., el bombardero B-29 Enola Gay, lanzó sobre Hiroshima a Little Boy, nombre en clave de la bomba. Un ruido ensordecedor marcó el instante de la explosión seguido de un resplandor que iluminó el cielo. El 9 de agosto una segunda bomba se dejaba caer en suelo japonés, esta vez era el turno de Nagasaki, localidad portuaria del sudoeste del país. Durante la mañana de ese día jueves, el Bock’s Car, un solitario bombardero B-29 de la fuerza aérea estadounidense lanza sobre Nagasaki el proyectil atómico llamado Fat Man, equivalente en potencia explosiva a 22 mil toneladas de dinamita, pocos segundos después de este lanzamiento y a unos 500 metros antes de tocar suelo la gran nube mortal del hongo atómico se dejó ver a cientos de kilómetros. Estas 2 bombas trajo la terrible consecuencia de la matar en forma instantánea, en ambas poblaciones, alrededor de 225.000 personas inocentes y otras tantas quedaron gravemente lesionadas; por su parte la infraestructura de estos pueblos quedó con más del 60% en estado de destrucción. Este acto genocida nunca ha sido debidamente condenado por ninguna organización que defiendan los derechos humanos, y como hoy existen algunas otras naciones con armas atómicas y no existe la manera de detener a cualquier otro fanático, como aquel Presidente norteamericano que en un momento de locura acabó con la vida de cientos de miles de inocentes personas, el mundo se encuentra en un verdadero peligro de exterminio.
joseameliach@hotmail.com