El tratamiento demasiado superficial de lo que está sucediendo en la esfera internacional hace que muchos vivan sobre un falso piso; la Unión Europea ha sido galardonada –por intermedio de su aparato de guerra, la OTAN-con el Nobel de Paz.
A una mente entrenada para percibir triquiñuelas no le es extraño que así haya sucedido porque el creador del Premio -Alfredo Nobel- fue el inventor de la dinamita y promotor de la maquinaria de guerra.
El asunto de los premios nobel tiene que remitirnos al tema de la ciencia y de la tecnología como problema político. La motivación y la actitud de cada científico, analizada individualmente, podría no ser lo más apropiado para llevarnos al quid de la cuestión porque es lo de menos, harto probado, que de cualquier mogote puede saltar una liebre.
Analizar al menos a grupos concretos de las comunidades e instituciones científicas y, para mejores precisiones, el análisis exhaustivo, riguroso, del comportamiento de la investigación científica a nivel global, es lo que a la corta puede arrojar explicaciones irrebatibles acerca del porqué de tales aberraciones.
Es erróneo aceptar sin reflexión el que prostituidas élites pretendan darle al mundo lecciones de ética; hay que escapar de esas manipulaciones, algunos podemos salir por sí mismos pero a la gran mayoría hay que tenderles un puente.
Es una falta de escrúpulos premiar a la OTAN por su deleznable impronta en Panamá (Chorrillos), Irak (ahorcaron al Presidente de esa nación, además de acribillar a miles de miles de civiles), Afganistán, Libia (horrible asesinato del Presidente Kaddafi), Siria y pare de contar crímenes.
Con el pergamino, la OTAN se limpia el culo, con la medalla juega tiro al blanco y con los reales se apertrecha de más armas.
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