De un sistema electoral tramposo.
En verdad, cuando tumbaron a Salvador Allende Gossens, Don Chicho, en 1973, estando quien esto escribe en el segundo piso del Liceo Calatrava de Puerto La Cruz, donde trabajaba de docente en el turno nocturno, creímos que con aquel acontecimiento y la consecuencial muerte del presidente, morían también las esperanzas de quienes nos abrazamos al intento y experimento chileno.
Siempre habíamos pensado que la incursión del MIR, nuestro partido, y el PCV, en la lucha armada, había sido un desacierto. Como suele decir un viejo compañero muy talentoso, bastante cercano a los directivos, “cogollos” o “cogollitos”, como habíamos empezado a decir entonces, teniendo el casi control del movimiento obrero, la fuerza estudiantil, universitaria y secundaria, ésta de excepcional combatividad, los gremios profesionales, movimientos de masas y frente militar, como lo mostraron los alzamientos de Carùpano y Puerto Cabello y el Congreso de la República, optó la dirección, encandilada por la experiencia cubana, tomar las montañas, “justamente donde no teníamos a nadie”. Soñaron, pese a que desde un principio, como me dijese alguien de ese cogollo, ahora en la MUD, en la Plaza del Rectorado de la UCV, nos vamos a la lucha armada “y esta será larga”, en breve bajarían de las montañas llenos de gloria y sólo se detendrían a las puertas de Miraflores, mientras el pueblo urbano, se uniría a la caravana a custodiar a los héroes, como simple guardaespaldas.
Para muchos, ahora muertos u otros demasiados “vivos” y en la MUD, se trataba nada más y nada menos de “echarle bolas al asunto.” Era como un repetir de aquella frase que le inventaron a Pedro Carujo, al dirigirse presuntamente al Dr. Vargas, “el mundo es de los valientes.” Aunque uno pudo constatar que, en muchos casos, la valentía estuvo ausente. Como también que solo se habían enfrascado en un juego azaroso.
Entonces, lo que se dio en llamar falsamente el “fracaso” de Allende, pareció dejarnos en la calle, sin aliento ni argumentos para continuar la marcha. ¡Salvador Allende y la experiencia de llegar al poder por la vía que él escogió también estaba muerta! ¿Qué nos queda?
Pasaron los años, dieciséis para ser más exactos, y sobrevinieron el caracazo, 27 de febrero de 1989, el 4 de febrero de 1992, alzamiento de Chávez y otro más en noviembre del mismo año. Aquellos acontecimientos no pudieron deshacerse de los gobiernos de la IV República, hijos del puntofijismo, pero si abrieron una grieta enorme en la sociedad y despertaron expectativas en el movimiento popular.
Llegó diciembre de 1998 y Hugo Chávez, el del “por ahora”, el humilde hijo de Sabaneta, pudo unir todo lo que derecha e izquierda habían desunido y jugando las cartas de la democracia representativa, asumió el mando en Miraflores. Se abría así de nuevo, en la patria de Bolívar y Sucre, la posibilidad de retomar el camino abierto por Salvador Allende Gossens, el de “las anchas alamedas por donde pase el hombre libre…”. Detrás de aquello se vino el movimiento constituyente y la bolivariana de 1999.
Por eso, como Bolívar, Salvador Allende está vivo y ve en los caminos que Chávez anda, la continuación de su obra.
Por ironía, ayer, cuando se celebraban las elecciones municipales en Chile, en una escuela de Santiago, alguien se percató que en las listas acreditadas para votar, aparecía Salvador Allende Gossens, el mismo Don Chicho, ex presidente de Chile, hijo de Salvador Allende Castro y de Laura Gossens Uribe, no un homónimo. En las primeras revisiones, por “encimita”, como solemos decir en lenguaje coloquial, aparecieron en esas listas más de mil muertos.
Allende, apareció en aquellas para denunciar las marramuncias y trampas de la oligarquía chilena para sujetarse al poder. Mientras su recuerdo, afianza la idea de caminar libre, junto a él, por las anchas alamedas que se abren al renovado movimiento popular latinoamericano.
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