El joven filósofo inglés Julian Baggini, fundador de la revista The Philosophers Magazine y colaborador habitual del periódico inglés The Guardian, acaba de publicar un libro, La queja, en el que hace una radiografía de ésta como arma constructiva, revolucionaria y liberadora, Luther King, Mandela , hasta llegar a la insensatez de la queja vacía, automática, caprichosa, resignada y nostálgica del que vive quejándose por todo, que inunda buena parte de determinadas capas de la sociedad.
No basta con quejarse y ya está, que es en lo que consiste el criollísimo «derecho al pataleo»; hay que hacer que esa queja cambie las condiciones por las que nos quejamos. La desesperada situación de millones de españoles que perdieron sus trabajos, sus casas y probablemente estén condenados a una vida miserable, sólo cambiará de forma radical con una queja radical que haga temblar los cimientos de las estructuras económico-políticas que están condenando a varias generaciones a un presente irremediable de miseria.
No son sólo los bancos los responsables, tampoco es verdad que sean unos anónimos mercados internacionales (manos peludas) los que condicionen en su totalidad el futuro de la humanidad. Nuestros gobiernos, nuestros parlamentos y nuestros directivos son responsables y forman parte en grado de actores y cómplices de este atentado, de estos actos masivos de terror contra su propia población. Quien no lo quiera ver o entender puede quejarse del tiempo.